CIUDAD DEL VATICANO.- Francisco, de 76 años, quien se puso el nombre del santo de Asís para
recordar que es preciso “una Iglesia pobre y para los pobres”, se ha
convertido en poco más de tres meses en el Papa de todos, por su
lenguaje directo y claro, por sus gestos de afecto en público y por su
estilo sencillo, por dejarse tocar y abrazar por los fieles.
El primer Papa jesuita y latinoamericano de la historia, el argentino
Francisco, cumplió el jueves cien días en el trono de Pedro, durante
los cuales ha cosechado una sorprendente popularidad en todo el mundo,
mostrando el rostro humilde y sencillo de la Iglesia, mientras prepara
una revolución pacífica dentro de la desacreditada Curia Romana, el
gobierno central, un reto que marcará su pontificado.
Francisco, de 76 años, quien se puso el nombre del santo de Asís para
recordar que es preciso “una Iglesia pobre y para los pobres”, se ha
convertido en poco más de tres meses en el Papa de todos, por su
lenguaje directo y claro, por sus gestos de afecto en público y por su
estilo sencillo, por dejarse tocar y abrazar por los fieles.
Un estilo menos tímido que el de su predecesor, el alemán Benedicto
XVI, con el que convive dentro del Vaticano, siendo la primera vez en la
historia que cohabitan dos pontífices.
Desde su elección el pasado 13 de marzo, el Papa argentino no ha
dejado de sorprender por su sobriedad, por la decisión de alojarse en la
austera residencia Santa Marta, en vez de hacerlo en el fastuoso e
inaccesible apartamento papal dentro del palacio apostólico, por sus
cómodos zapatos negros en lugar de los tradicionales rojos, por sus
charlas informales con religiosos y amigos en las que habla sin tapujos
del afán de carrera, de la corrupción, las intrigas, las luchas por el
poder, y hasta de la existencia de una lobby gay en el Vaticano, en
sustancia de los escándalos que sacudieron como un calvario los ocho
años de papado de Benedicto XVI.,
Francisco desayuna con obispos, funcionarios, jardineros, no tiene un
puesto fijo en el comedor común, prefiere estar rodeado de gente, algo
que suscita mucha preocupación en sus agentes de seguridad.
En un mundo agobiado por la crisis económica, que no tolera más los
privilegios, el Papa “venido del fin del mundo” --como él mismo se
definió en su primera aparición pública-- abandonó todo lujo, condenó la
riqueza, las injusticias sociales y la falta de ética.
Al rechazar “la tiranía del dinero” y la “dictadura de una economía
sin rostro”, como la tildó, se convirtió en el vocero de miles de pobres
de todos los continentes, y sus apariciones y frases célebres atraen a
multitudes a la Plaza de San Pedro, cambiando la imagen desprestigiada
de la Iglesia
Si para muchos observadores la línea pastoral es clara, “suave en las
palabras y firme en los contenidos”, es evidente que aún está por
comenzar lo que algunos llaman la “revolución pacífica”.
La designación un mes después de su elección de ocho cardenales de
todos los continentes para reformar la Curia Romana, es considerada el
acto más significativo de su breve gestión.
En pocos meses se tendrá una idea más definida de su reforma y del modelo de Iglesia que propone.
Francisco tiene claro que fue elegido para recuperar la autoridad perdida por los escándalos de corrupción, intrigas y sexo.
“Se habla de ‘lobby gay’, y es verdad, está ahí... hay que ver qué
podemos hacer”, reconoció el pontífice latinoamericano al referirse al
sistema de chantajes internos basados en debilidades sexuales,
denunciados por la prensa italiana en febrero pasado.
El Papa argentino, que no conocía las entrañas de la maquinaria
vaticana, mantiene contactos permanentes con el cardenal hondureño Óscar
Andrés Rodríguez Maradiaga, coordinador especial del grupo de consulta,
quien prepara un proyecto de reforma para inicios de octubre.
“Es un Papa independiente de la Curia, que se está construyendo una
propia red y no ama la burocracia”, sostiene el vaticanista Sandro
Magister.
Acabar con el ancestral centralismo de la Iglesia y tocar intereses
--inclusive económicos-- de importantes corrientes internas, muchas
conservadoras, comienza a irritar a algunos.
“Es un demagogo”, “no tiene el nivel intelectual de un Benedicto
XVI”, “un campechano”, “puro folclor latinoamericano”, son algunos de
los reproches que se escuchan en los pasillos, dice el vaticanista Marco
Politi, del Fatto Quotidiano.
Otros lamentan que el Papa no haya sustituido aún al número dos de la
Santa Sede, el “primer ministro” del Vaticano, el cardenal Tarcisio
Bertone, cuyo cargo ha perdido influencia en los últimos meses.
“Reformar la Curia Romana no será tan difícil. El controvertido banco
del Vaticano, acusado de blanqueo, será reorganizado para que cumpla
con los requisitos internacionales de transparencia”, resumió en una
charla el vaticanista Marco Politi.
“Lo más difícil será poner en función mecanismos colegiales de
consulta, que permitan a los obispos participar en la decisión de las
estrategias del papado”.
"Es un Papa independiente de la Curia, que se está construyendo una propia red y no ama la burocracia", a juicio de Politi.
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