Eran las 17:30 de la tarde del sábado. Una sala llena –con los
cardenales y personalidades invitadas en la platea- esperaba el ingreso
de Francisco para el inicio del concierto del Año de la Fe, en el cual sonaría la Novena Sinfonía de Beethoven. Fue entonces que el arzobispo Rino Fisichella tomó el micrófono y avisó: “El santo padre no podrá estar presente por una tarea urgente e impostergable”.
para el inicio del
De inmediato, el vocero papal, Federico Lombardi, se vio obligado a comunicar que todos los compromisos del papa de la mañana siguiente estaban confirmados. Por otra parte, Patrizio Polisca, médico personal del pontífice, y monseñor Georg Gänswein, secretario, estaban en la sala, lo cual alejó el temor a un problema de salud.
Pero disipada esa inquietud, surgió otra de diferente cariz: ¿estaba
Francisco enviando una señal –una más- sobre el tono de la reforma de la
curia que está preparando?
Por alguna razón, todos los analistas y la prensa coincidieron en imaginar al papa trabajando en
estos asuntos mientras el resto de la jerarquía vaticana asistía al
concierto en la sala Paulo VI de la santa sede. De hecho, desde la
residencia de Santa Marta confirmaron que el papa no se movió de allí.
Más aún, corrió el rumor de que Francisco habría dicho: “No voy al concierto, no soy un príncipe del Renacimiento”.
Amante de la música clásica, a la que fue acostumbrado desde pequeño
por su madre, como él mismo relata en un libro-entrevista, Bergoglio
tuvo que tener un motivo importante para no asistir.
El día anterior, hablando a los nuncios vaticanos, había vuelto a
condenar la “mundanidad espiritual” que es la “lepra” de la Iglesia. En
particular, criticó la actitud de “ceder al espíritu del mundo que
expone a nuestros pastores al ridículo”, esa “especie de burguesía del
espíritu y de la vida que lleva a rendirse, a buscar una vida cómoda y tranquila”.
“Ese sillón vacío en el centro del aula Paulo VI, señaló el diario Corriere della Sera, está destinado a convertirse en imagen símbolo del pontificado”. Y agregó: “Asistir a un concierto no está en la línea de un papa que ha renunciado incluso a salir de vacaciones”.
“Todo esto –dice el diario- ha aumentado el nerviosismo curial en la
espera espasmódica de las nuevas designaciones, tanto en la curia como
en el IOR [banco vaticano]. Hay quienes esperan una primera oleada el 29
de junio, fiesta de San Pedro y San Pablo”.
Vale recordar que todos los “ministros” vaticanos fueron confirmados sólo provisoriamente, como es de uso, a la espera de que el nuevo papa elija a sus colaboradores.
La agencia Reuters cita una fuente -anónima- del Vaticano
que, sobre lo sucedido el sábado por la noche, habría dicho: "Nos tomó
de sorpresa, aún estamos en un período de adaptación. El está todavía aprendiendo cómo ser papa y nosotros aún estamos aprendiendo cómo quiere hacerlo".
"En la Argentina, probablemente sabían que no tenían que organizar
eventos sociales, como conciertos, para él porque probablemente no
iría", agregó la fuente, a modo de excusa.
Conversión del centro y apertura a las periferias
¿Está Francisco “aprendiendo” a ser papa? Lo mismo se dijo cuando se produjo la“filtración” del contenido de la conversación que mantuvo con una organización religiosa latinoamericana, cuando habló del “lobby gay” presente en el Vaticano. Pero muchos dudan de que Bergoglio haya sido sorprendido por esta infidencia.
Esta actitud, una más de sus muchas rupturas de protocolo, no es
aislada. Lo que en un primer momento parecían ser sólo gestos, se va
perfilando como método y como programa,
como imagen de marca de un pontificado mucho más inclinado a la
evangelización –el Papa “predica” todos los días y todos los días su
mensaje llega al mundo entero- que al gobierno burocrático de la
institución. O, en otras palabras, que buscará evitar que el lastre de un aparato sobredimensionado y laberíntico obstruya la Iglesia de “puertas abiertas” que quiere promover.
Su decisión de permanecer en Santa Marta fue más que el deseo de evitar la soledad o de eludir el boato: resultó ser un primer paso de la reforma, consistente en una declaración de independencia respecto
de la curia vaticana que no podrá agobiarlo con asuntos engorrosos,
fijar su agenda, controlar su actividad, filtrar información, ni
jerarquizar los contactos.
Francisco ha elegido deliberadamente cierta horizontalidad: por Santa Marta transitan obispos de todos los rincones del mundo.
De hecho, su misa diaria es siempre concelebrada con sacerdotes de las
más diversas procedencias. Y los fieles que asisten son empleados de
todos los niveles y sectores de la estructura vaticana.
Quienes al comienzo pensaron que las rupturas de protocolo de
Francisco eran sólo una tendencia pasajera o los primeros tanteos de
quien necesitaba un poco de tiempo para aprender los gajes del oficio, ya han sido desengañados.
“El consenso que a este respecto [su estilo] rodea al papa -escribe el vaticanista Sandro Magister- es tan amplio que acalla a los mismos ‘imputados’. La curia está muda, ningún obispo protesta”.
El historiador de la Iglesia, Alberto Melloni, escribió en el Corriere della Sera:
“El edificio [el palacio apostólico] en el cual todo era símbolo de un
poder es ahora una central en desuso, en la cual él [Francisco] entra
permaneciendo incontaminado y priva a la corte de usos y protocolos que
no eran tradición sino sólo antiguallas.
Durante cien días Francisco ha tenido a la Iglesia ocupada en un
largo curso de ejercicios espirituales. Ha dedicado este primer tiempo
de su ministerio a mostrar que tiene la calma de quien no debe leer ningún dossier secreto para saber los secretos de Polichinela de la Roma eclesiástica y de quien sabe que tendrá un pontificado breve pero no por eso condenado a la precipitación”.
Como sustituto de Tarcisio Bertone, quien ocupa la estratégica Secretaría de Estado, circula ya el nombre del cardenal Giuseppe Bertello, miembro también del flamante Consejo nombrado por Francisco para que lo asesore en
su pontificado. Se menciona también, como posibles elementos de una
reforma, una reducción de la planta vaticana y del número de dicasterios
(ministerios) y una mayor colegialidad, o sinodialidad (en referencia al sínodo de obispos).
En resumen, el Papa parece concentrado en predicar, en anunciar el
Evangelio día a día, al tiempo que prepara una reforma administrativa y
es inminente la designación de su “gabinete”.
En palabras del padre Laurent Fabre, fundador de la comunidad del Camino Nuevo (carismática,
pero de origen jesuita), un papa “realmente decidido y capaz de llevar
adelante dos cuestiones capitales para el provenir de la Iglesia: la conversión del centro y la apertura a las periferias”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario