CIUDAD DEL VATICANO.- "Un banco es necesario, pero hasta cierto punto. Una Iglesia rica
carece de vida. San Pedro no tenía cuenta en un banco”, afirma el Papa
Francisco. “Sin un banco, la Iglesia no sería libre. Es esencial para su
misión”, subrayaron Ernest von Freyberg, presidente del Instituto para
las Obras de Religión (IOR), el banco del Papa, y Paolo Cipriani, su
director.
Los tres han hablado en los mismos días, mientras jueces
romanos concluyen un sumario sobre seis operaciones no transparentes del
IOR y se acerca julio, cuando el Moneyval, organismo del Consejo de
Europa, someterá al banco vaticano al examen final sobre medidas contra
el blanqueo de dinero –la nota, en diciembre–. En apariencia se trata de
una pugna entre la voluntad de cambio del Papa y quienes defienden el
statu quo de la institución.
El papa Bergoglio explicó lo que dijo
en un sermón reservado a los empleados del banco vaticano. Von Freyberg
y Cipriani dieron sendas entrevistas a la prensa, en lo que ha parecido
una ofensiva mediática, puertas adentro y afuera del Vaticano, frente a
posibles reformas radicales del instituto financiero.
Cumplidos esta semana 100 días de pontificado, el Papa
sigue y seguirá rehuyendo los apartamentos pontificios e instalado en la
residencia de Santa Marta, donde cada mañana dice misa e improvisa un
sermón, dirigido a los distintos colectivos vaticanos que asisten a
ella. La Santa Sede no los difunde y ha rechazado que se puedan grabar.
Se trata de sermones que reflejan aspectos del tipo de Iglesia que tiene
el Papa en la cabeza y, probablemente, de las reformas que emprenderá.
Hablan de gobierno colegiado, libertad, pobreza, paro juvenil, de poner
coto al arribismo...
En los ambientes vaticanos se asegura que
antes del verano el Papa nombrará al nuevo secretario de Estado, que
sustituirá al cardenal Tarsicio Bertone, considerado extraño al nuevo
papado surgido de un cónclave en el que los cardenales electores
pidieron cambios profundos. Una de esas transformaciones exigidas es la
del banco, que casi desde su creación ha estado regularmente implicado
en algún escándalo financiero.
En octubre, Francisco se reunirá con los
ocho cardenales nombrados para reformar el Gobierno central de la
Iglesia con los que, a distancia, ya trabaja. “El banco formará parte de
los cambios”, adelanta el hondureño Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga,
que forma parte del grupo.
Fuentes vaticanas explican que las
opciones no son muchas: cerrar el IOR –y que la cúpula de la Iglesia
pase a operar con una institución externa–, cederlo a otro banco para
que lo gestione o reformarlo. Esa reforma se podría separar de la
reestructuración general de la curia o incluirla en ella, insertando el
IOR en el organigrama del Estado pontificio.
A lo largo de los años, el IOR ha cosechado muy mala
prensa, principalmente entre los católicos de las periferias de la
Iglesia, por ser a veces un coladero y otras un paraíso fiscal en el
centro de Roma. “Es una marca caducada”, dicen en el Vaticano. Tal vez
por ello sus directivos multiplican desde mayo las entrevistas con los
principales medios internacionales. La ofensiva incluye la reciente
decisión del consejo de administración de colgar a final de año los
balances en internet y de pasar por el tamiz las 20.000 cuentas.
La
criba ha sido confiada a Promontory, una auditora de EEUU.
Paralelamente, la alemana CNC (Communications & Network Consulting)
cuidará de la imagen de la institución.
Más costes añadidos, que chocan con la “Iglesia pobre” que predica el Papa Francisco.
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