CIUDAD DEL VATICANO.- La Teología de la Liberación o Comunidades Cristianas de Base es una
corriente teológica que nació en la Iglesia Católica latinoamericana
luego del Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín (Colombia,
1968). Sus representantes más destacados fueron los sacerdotes Gustavo
Gutiérrez Merino (peruano), quien en 1971 editó el primer libro sobre el
tema; Leonardo Boff (brasileño), Jon Sobrino (español), Camilo Torres
Restrepo (colombiano), Manuel Pérez Martínez (español), Juan Luis
Segundo (uruguayo) y Gaspar García Laviana, (español).
Sin embargo, en
el Vaticano siempre se consideró que algunas interpretaciones de la
Teología de la Liberación tenían orígenes marxistas y, por lo tanto, "no
son compatibles con el Evangelio". El ex Santo Oficio ha modificado un
punto de vista, evidentemente una señal del papa Francisco antes de su
visita a Brasil en 40 días (país donde la Teología de la Liberación ha
tenido muchos simpatizantes). El anticipo lo realizó Vatican Insider,
que cubre las cuestiones vaticanas en el diario La Stampa, del Grupo
Fiat.
«El movimiento eclesial teológico de América Latina, conocido
como “Teología de la Liberación”, que después del Vaticano II encontró
eco en todo el mundo, debe ser considerado, según mi parecer, entre las
corrientes más significativas de la teología católica del siglo XX». Quien
consagra la Teología de la Liberación con esta halagadora y perentoria
evaluación histórica no es algún representante sudamericano de las
estaciones eclesiales del pasado.
El “certificado" de validez llega directamente del arzobispo Gerhard Ludwig Müller (en la imagen),
actual Prefecto del mismo dicasterio vaticano -la Congregación para la
Doctrina de la Fe (CdF)- que durante los años '80, siguiendo el impulso
del Papa polaco (Juan Pablo II) y bajo la guía del entonces cardenal Joseph Ratzinger, intervino con dos instrucciones para indicar
las desviaciones pastorales y doctrinales que también incluían los
caminos que habían tomado las teologías latinoamericanas.
La evaluación sobre la teología de la liberación no es una
declaración que se le escapó accidentalmente al actual custodio de la
ortodoxia católica. El mismo juicio, meditado, aparece en las densas
páginas del volumen del que proviene la cita: una antología de ensayos
escrita a cuatro manos, impresa en Alemania en 2004, y que ahora está
por ser publicada en Italia con el título “De la parte de los pobres,
Teología de la Liberación, Teología de la Iglesia” (Ediciones
Messaggero, Padua, Emi).
El libro hoy irrumpe casi como un acto para clausurar las guerras
teológicas del pasado y los residuos bélicos que de tanto en tanto
brillan para esparcir alarmas que representan ya intereses ya pretextos.
El volumen lleva las firmas del actual responsable del ex Santo Oficio y
del teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, padre de la
teología de la liberación e inventor de la misma fórmula usada para
definir esa corriente teológica, cuyas obras fueron sometidas a exámenes
rigurosos durante bastante tiempo por parte de la CdF en su larga
estación ratzingeriana, aunque nunca se le haya atribuido ninguna
condena.
El libro representa el resultado de un largo camino común. Müller
nunca ha ocultado su cercanía a Gustavo Gutiérrez, a quien conoció en
1998 en Lima durante el curso de un seminario de estudios. En 2008,
durante la ceremonia para el doctorado honoris causa concedido al
teólogo Müller por la Pontificia Universidad Católica del Perú, el
entonces obispo de Ratisbona definió como absolutamente ortodoxa la
teología de su maestro y amigo peruano. En los meses anteriores al
nombramiento de Müller como guía del Dicasterio doctrinal, justamente su
relación Gutiérrez fue evocada por algunos como prueba de la no
idoneidad del obispo teólogo alemán para el puesto que ocupó (durante
24 años) el entonces cardenal Ratzinger.
En los ensayos de la antología, los dos autores-amigos se
complementan recíprocamente. Según Müller, los méritos de la teología de
la liberación van más allá del ámbito del catolicismo latinoamericano.
El Prefecto indica en que la teología de la liberación ha expresado en
el contexto real de la América Latina de las últimas décadas la
orientación hacia Jesucristo redentor y liberador que marca cualquier
teología auténticamente cristiana, justamente a partir de la insistente
predilección evangélica por los pobres. «En este continente», reconoce Müller «la pobreza oprime a los niños, a los ancianos y a los enfermos», e induce a muchos a «considerar la muerte como una escapatoria».
Desde sus primeras manifestaciones, la Teología de la Liberación “obligaba”
a las teologías de otras partes a no crear abstracciones sobre las
condiciones reales de la vida de los pueblos o de los individuos. Y
reconocía en los pobres la «carne misma de Cristo», como ahora repite papa Francisco.
Justamente con la llegada del primer Papa latinoamericano surge con
mayor fuerza la oportunidad para considerar esos años y esas
experiencias sin los condicionamientos de los furores y las polémicas de
entonces. Aún alejándose de los ritualismos del “mea culpa” postizos o de las “rehabilitaciones” aparentes,
hoy es mucho más fácil reconocer que ciertas vehementes movilizaciones
de algunos sectores eclesiales en contra de la teología de la liberación
estaban motivadas por ciertas preferencias de orientación política más
que por el deseo de custodiar y afirmar la fe de los apóstoles.
Opiniones desde dentro
“Me atrevo a decir que no importa que la Teología de la
Liberación muera, en tanto que no sigan muriendo los pobres, pero que
mientras haya pobres, habrá teología de la liberación”.
Pablo Richard
“La pobreza entendida como opresión revela muchos rostros: el
de los indígenas que desde su sabiduría ancestral concibieron una
fecunda teología de la liberación indígena; la teología negra de la
liberación que resiente las marcas dolorosas dejadas en las naciones que
fueron esclavistas; el de las mujeres sometidas desde la era neolítica a
la dominación patriarcal; la de los obreros utilizados como combustible
de la maquinaria productiva. A cada opresión concreta corresponde una
liberación concreta”.
Leonardo Boff
"El punto de partida de la Teología de la Liberación es la
experiencia humana que, ante el atroz espectáculo de la maldad humana,
que pone a la mayoría de la Humanidad a la orilla de la muerte y de la
desesperación, se rebela y busca corregirla. Y la experiencia cristiana
que, basada en la misma realidad, ve, desde el Dios cristiano revelado
en Jesús, que esa atroz situación de maldad e injusticia es la negación
misma de la salvación anunciada y prometida por Jesús, una situación que
ha hecho, de lo que debiera ser reino de gracia, reino de pecado”,
Ignacio Ellacuría
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