CIUDAD DEL VATICANO.- El banco del Vaticano
(IOR) tendrá que soltar más lastre antes de que la justicia italiana y
la comisión investigadora creada por el Papa saquen a la luz nuevos
comportamientos ilegales en una historia de nunca acabar. La dimisión del director general y el subdirector general, el pasado lunes, es solo una parte de la «limpieza» indispensable.
La justicia italiana enviará a juicio a Paolo Cipriani y Massimo Tulli
–los responsables operativos del IOR- por presuntos delitos de
movimiento ilegal de capitales referidos a transferencias de 23 millones
de euros en el 2010 mientras ultima los preparativos para una acusación
mucho más grave, la de lavado de dinero.
La justicia considera a estos dos caballeros responsables
de las operaciones ilícitas al término de una investigación que afectaba
también al entonces presidente del banco del Vaticano, Ettore Gotti Tedeschi, cesado con muy malos modos en mayo del 2012.
Los fiscales han comprobado que el presidente Ettore Gotti
Tedeschi no estaba enterado de las operaciones ilegales, que sus
inmediatos subordinados le ocultaban ya que el representante del Banco
de Santander en Italia intentaba -por desgracia con poco éxito- hacer
limpieza dentro del IOR. Es muy probable que ese empeño provocara su
cese, según avanza hoy el diario 'Abc', de Madrid.
El nuevo presidente del banco del Vaticano, Ernst von Freyberg,
no sólo no quiso hablar con su predecesor sino que afirmó trabajar
«estrechamente y de modo satisfactorio» con el director y subdirector
general, ahora dimitidos y muy pronto procesados. La ingenuidad de von
Freyberg puede costarle el cargo a menos que reaccione rápido.
Al mismo tiempo, la fiscalía
de Roma ha revelado que los 20 millones de euros cuyo intento de
traslado clandestino de Suiza a Italia en jet privado organizó el jefe
de contabilidad de la Administración del Patrimonio de la Sede
Apostólica (APSA), monseñor Nunzio Scarano,
pertenecen a los hermanos Cesar, Maurizio y Paolo d’Amico, potentes
armadores de buques de origen napolitano, que utilizaban a su amigo de
la infancia bien situado en el Vaticano. Cesare tenía incluso firma con
Nunzio Scarano en una de sus cuentas del IOR.
El sacerdote Nunzio Scarano, arrestado el pasado 28 de junio, era conocido como «Monseñor 500»
por la facilidad con que entregaba fajos de billetes de 500 euros a
cambio de cheques por una cantidad equivalente. Tenía como cómplices,
arrestados ese mismo día, al «carabiniere», Giovanni Maria Zito,
destinado en los servicios secretos, y al broker Giovanni Carenzio,
autor de numerosas estafas en Canarias, Nápoles, Roma y otras ciudades.
Battista Rica, bajo sospecha
El vaticanista italiano Sandro Magister informa que una de
las personas escogidas por el Papa Francisco para hacer limpieza puede
no ser merecedor de confianza. Antes de nombrar la comisión
investigadora que preside el cardenal italiano Renato Farina y coordina
el arzobispo español Juan Ignacio Arrieta, el Santo Padre nombró el
pasado 15 de junio nuevo prelado del IOR al monseñor italiano Battista Ricca, de 57 años y con fama de incorruptible.
Ricca es un diplomático del Vaticano, pero el Papa le
conocía por su cargo de director de la Casa Santa Marta, donde permanece
alojado desde marzo, y también de la residencia sacerdotal cercana a
Piazza Navona en la que vivía antes del comienzo del Cónclave.
Según Sandro Magister, algunos de los nuncios que se
reunieron con el Papa el 21 y 22 de junio le informaron de que Battista
Ricca había protagonizado algunos comportamientos inadecuados entre
1999 y 2001 cuando estaba destinado en la nunciatura del Vaticano en
Montevideo. A raíz de los nuevos datos, el Papa «ha llegado a la
conclusión, gracias a varias fuentes fuera de toda duda, que se ha fiado
de la persona equivocada».
Si la información del vaticanista Sandro Magister es
correcta, el problema es serio pues el prelado del IOR es una especia de
delegado del Papa que trabaja tanto con el Consejo de Supervisión,
formado por cinco banqueros, como con la Comisión Cardenalicia, formada
por cinco cardenales.
El prelado del IOR es el «hombre de confianza» situado en
el puesto clave, donde se cruzan todos los hilos de la supervisión. Si
Battista Ricca no merece esa confianza, los problemas del banco se
multiplican.
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