RÍO DE JANEIRO.- Un espectacular Via Crucis, muy estético y de
contenido social, ha sorprendido a los peregrinos de la Jornada Mundial
de la Juventud (JMJ) en Río de Janeiro, en un acto presidido por el Papa
Francisco en la playa de Copacabana, al anochecer. Fuentes de la
organización cifran en más de un millón los asistentes, una cifra algo
superior a la registrada el jueves en el mismo recinto.
El escenario resultaba particularmente atractivo, con luces
cambiantes que iluminaban la avenida Atlántica que bordea la playa de
Copacabana. El acto dio comienzo este viernes en torno a las 18.00 horas
(23.00 horas en España). Como ayer, el Papa hizo su llegada en
helicóptero al Forte de Copacabana, en medio de unas severas medidas de
seguridad que se volvieron a mostrar inútiles cuando el Santo Padre
montó en el papamóvil para recorrer la avenida hasta el escenario
principal.
En el trayecto, como el jueves, el Papa bendijo una y otra vez a
los niños que veía en el camino y recibió continuas muestras de cariño
por parte de unos fieles enfervorizados, que de forma casi continua
arrojaban al vehículo papal gorras, bufandas, banderas y diversos
objetos. Alguna persona incluso logró entregar en mano una carta al
Pontífice o chocar la palma de su mano con la del Santo padre.
Tras bendecir en medio del trayecto una imagen de San Francisco,
el Papa accedió al escenario desde donde atendió la representación de
las catorce estaciones del Via Crucis, repartidas a lo largo de la
avenida Atlántica. Una procesión de la peregrinación de la Cruz de los
Jóvenes, con 30 monaguillos, 36 oficiales de la Marina, cien voluntarios
con las banderas de los países que participan en la Jornada Mundial de
la Juventud, 40 voluntarios, y la guardia de honor de la cruz fue
avanzando a lo largo de las estaciones.
Cada paso abordaba un tema relacionado con desafíos que se
presentan a la juventud contemporánea: se representaba un joven
misionero que ve ataques a personas inocentes; un converso; otro que
trabaja con drogodependientes; otro que ve los ataques a la vida no
nacida; un seminarista: una consagrada que contempla mujeres víctimas de
la prostitución y otros excluidos; una pareja de enamorados; una mujer
joven hablando por las mujeres que sufren; un joven estudiante a quien
la ciencia no le sacia; una joven que ve los peligros de la adicción a
las redes sociales; un preso; un joven discapacitado; y un grupo de
jóvenes de cada continente.
Cada oración y meditación de los 14 pasos del Via Crucis fue
sucedida por una seleccionada y vistosa representación artística, llena
de color y de simbología, para ayudar a los peregrinos en su
contemplación. Así por ejemplo, en la primera ('Jesús es condenado a
muerte'), es un castillo romano con una rampa que lleva al escenario
donde Poncio Pilato se lava las manos; en la segunda ('Jesús con la cruz
a cuestas') ocho personas andaban con cruces negras con nombres
escritos sobre ellas. En otra, ('Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar
la cruz') veinte niños de entre 7 y 10 años, vestidos como ángeles,
abren un relicario en el que aparece esta escena; en la novena ("Jesús
cae por tercera vez") aparecían veinte `motoboys* (conductores de
mototaxis) y en la trece ('Jesús es bajado de la cruz') varios sordos se
comunicaban con el lenguaje de signos mientras en el escenario podía
contemplarse una representación de la Piedad.
En el acto, han tomado parte trescientas personas, entre ellos,
actores brasileños de prestigio como Cassia Maria Kis, Ana Maria Braga,
Livian Arago, Murilo Rosa y Eriberto Leo. La parte musical del Via
Crucis estaba inspirada en Beethoven, el compositor favorito del Papa.
Tras el Via Crucis, los cientos de miles de peregrinos
desperdigados por la playa de Copacabana y la avenida Atlántica
atendieron el discurso, de contenido social, del Papa, que concluyó con
el padrenuestro, cantado en latín.
En la despedida, la emotiva canción
"Hope Among Us", interpretada por cantantes jóvenes católicos de todo el
mundo. Las horas de espera, y lo prolongado del acto, no hicieron mella
en los peregrinos, que al acabar el acto, cerca de las 20.00 horas
(00.01 horas en España), permanecieron en la playa e inmediaciones,
siguiendo la programación musical que se ofrecía. Mientras, el Papa
regresó en coche a la residencia de Sumaré.
Este sábado volverá al mismo
recinto para presidir la vigilia con los jóvenes.
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