lunes, 24 de junio de 2013

El Papa Francisco sopesa una reforma en profundidad del desprestigiado IOR, incluso su desaparición

CIUDAD DEL VATICANO.- "Un banco es necesario, pero hasta cierto punto. Una Iglesia rica carece de vida. San Pedro no tenía cuenta en un banco”, afirma el Papa Francisco. “Sin un banco, la Iglesia no sería libre. Es esencial para su misión”, subrayaron Ernest von Freyberg, presidente del Instituto para las Obras de Religión (IOR), el banco del Papa, y Paolo Cipriani, su director. 

Los tres han hablado en los mismos días, mientras jueces romanos concluyen un sumario sobre seis operaciones no transparentes del IOR y se acerca julio, cuando el Moneyval, organismo del Consejo de Europa, someterá al banco vaticano al examen final sobre medidas contra el blanqueo de dinero –la nota, en diciembre–. En apariencia se trata de una pugna entre la voluntad de cambio del Papa y quienes defienden el statu quo de la institución.
El papa Bergoglio explicó lo que dijo en un sermón reservado a los empleados del banco vaticano. Von Freyberg y Cipriani dieron sendas entrevistas a la prensa, en lo que ha parecido una ofensiva mediática, puertas adentro y afuera del Vaticano, frente a posibles reformas radicales del instituto financiero.
Cumplidos esta semana 100 días de pontificado, el Papa sigue y seguirá rehuyendo los apartamentos pontificios e instalado en la residencia de Santa Marta, donde cada mañana dice misa e improvisa un sermón, dirigido a los distintos colectivos vaticanos que asisten a ella. La Santa Sede no los difunde y ha rechazado que se puedan grabar. Se trata de sermones que reflejan aspectos del tipo de Iglesia que tiene el Papa en la cabeza y, probablemente, de las reformas que emprenderá. Hablan de gobierno colegiado, libertad, pobreza, paro juvenil, de poner coto al arribismo...
En los ambientes vaticanos se asegura que antes del verano el Papa nombrará al nuevo secretario de Estado, que sustituirá al cardenal Tarsicio Bertone, considerado extraño al nuevo papado surgido de un cónclave en el que los cardenales electores pidieron cambios profundos. Una de esas transformaciones exigidas es la del banco, que casi desde su creación ha estado regularmente implicado en algún escándalo financiero. 
En octubre, Francisco se reunirá con los ocho cardenales nombrados para reformar el Gobierno central de la Iglesia con los que, a distancia, ya trabaja. “El banco formará parte de los cambios”, adelanta el hondureño Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, que forma parte del grupo.
Fuentes vaticanas explican que las opciones no son muchas: cerrar el IOR –y que la cúpula de la Iglesia pase a operar con una institución externa–, cederlo a otro banco para que lo gestione o reformarlo. Esa reforma se podría separar de la reestructuración general de la curia o incluirla en ella, insertando el IOR en el organigrama del Estado pontificio.
A lo largo de los años, el IOR ha cosechado muy mala prensa, principalmente entre los católicos de las periferias de la Iglesia, por ser a veces un coladero y otras un paraíso fiscal en el centro de Roma. “Es una marca caducada”, dicen en el Vaticano. Tal vez por ello sus directivos multiplican desde mayo las entrevistas con los principales medios internacionales. La ofensiva incluye la reciente decisión del consejo de administración de colgar a final de año los balances en internet y de pasar por el tamiz las 20.000 cuentas.
La criba ha sido confiada a Promontory, una auditora de EEUU. Paralelamente, la alemana CNC (Communications & Network Consulting) cuidará de la imagen de la institución.
Más costes añadidos, que chocan con la “Iglesia pobre” que predica el Papa Francisco.

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