viernes, 21 de junio de 2013

El milagro obrado en una costarricense, clave de la canonización de Juan Pablo II

SAN JOSÉ DE COSTA RICA.- Autoridades del Vaticano analizan el caso de una costarricense, cuya curación no pudo ser explicada por la ciencia médica, como prueba en el proceso de canonización del papa Juan Pablo II.

La mujer, una vecina de La Unión de Cartago (su catedral en la imagen), ingresó al Hospital Calderón Guardia en abril de 2011 con una dolencia en su cabeza y tras una serie de diagnósticos, el Laboratorio de Hemodinamia determinó que tenía un aneurisma.
Sin embargo, tal como confirmó al diario La Nación el médico que atendió a esa paciente, el neurocirujano Alejandro Vargas Román, el aneurisma desapareció en exámenes posteriores, sin que exista una explicación científica.
A raíz de este hecho y tomando en cuenta que la familia de la costarricense había orado solicitando la intercesión del extinto papa Karol Wojtyla –murió el 2 de abril del 2005–, el Vaticano estudia su curación para determinar si lo declara como milagro del ya beato Juan Pablo II.
La mujer se trasladó a Ciudad del Vaticano para cumplir con los procedimientos internos de la Iglesia católica en estos casos. Estos indican que el proceso debe realizarse en la ciudad donde murió la persona que será canonizada.
Ahí la señora se hizo otro examen que ratificó la ausencia del aneurisma cerebral. El médico Vargas reveló que fue entrevistado por funcionarios del Vaticano que se desplazaron hasta Costa Rica.
El diario italiano Il Giornale publicó que la curación de una mujer costarricense que tenía una “grave enfermedad cerebral” estaba siendo considerada como evidencia para la canonización de Juan Pablo II.
La publicación comentó que un alto prelado de la Iglesia informó hace dos meses que “el milagro elegido para la canonización tuvo lugar el 1.° de mayo y cuando se haga público, el tipo de curación sorprenderá a muchos”.
En una publicación en Internet, la costarricense relató que en una procesión, en compañía del párroco local, le pidió al fallecido Pontífice que interviniera ante Dios por su estado de salud.
  El diario costarricense se reserva la identidad de la paciente para no poner en riesgo el proceso de canonización.
“Médicamente, en teoría, nunca le va a desaparecer un aneurisma a las personas porque es una dilatación. Científicamente yo no le tengo ninguna explicación del por qué desapareció”, explicó el médico.
En su casa (también se mantiene en reserva su localización exacta), la mujer tiene un pequeño altar en honor a Juan Pablo II.
Allí exhibe el informe de laboratorio que muestra la presencia del aneurisma. El documento está fechado 14 de abril de 2011.
El canciller de la Curia Metropolitana, Daniel Blanco, enfatizó que de momento no existe confirmación de la Santa Sede.
“En el momento en que la persona se acerca a brindar las declaraciones se compromete a guardar silencio, como en cualquier proceso canónico”, comentó Blanco.
Sobre el caso, se limitó a decir que en su momento se hablará del tema.
Durante una misa el domingo 26 de mayo, un párroco de una comunidad de La Unión comentó a sus feligreses que estaba contento porque el milagro por el cual sería canonizado Juan Pablo II había sido obrado en una vecina.
El cura confirmó que un allegado a él había sido entrevistado por el Vaticano como parte de la investigación. Juan Pablo II fue beatificado el 1.° de mayo de 2011.
A la familia de la costarricense que afirma haber recibido un milagro de Juan Pablo II le asiste el deber de guardar silencio en torno al caso, según un acuerdo de confidencialidad establecido al inicio del proceso con la Santa Sede. Algunos parientes consultados por La Nación declinaron referirse a las gestiones llevadas a cabo en el Vaticano.
Pero el caso ha comenzado atraer la atención. Feligreses del templo de la Virgen de Ujarrás, en Paraíso, escucharon a algunos feligreses decir que la señora estuvo allí para agradecer a Juan Pablo II por su salud.
En ese sitio hay una gota de sangre del beato. Otras gotas están en Polonia, su país natal.
La donación de la reliquia se originó por la amistad del cura párroco actual, Dónald Solano, con monseñor Derek Raas, secretario del cardenal Stanislaw Dziwisz, de Cracovia, Polonia, quien fue secretario particular de Juan Pablo II durante casi 40 años.

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