lunes, 17 de junio de 2013

El papa Francisco también se enfrenta a la rebeldía de las monjas estadounidenses

BOGOTÁ.- El problema del papa Francisco con las monjas también fue heredado de su predecesor. En una audiencia reciente con más de 800 religiosas en representación de 75 países, reunidas en el Vaticano para una conferencia, el Papa les dijo que, en vez de solteronas, deberían ser madres espirituales y mostrar obediencia hacia sus superiores, los obispos y arzobispos, según revela 'El Tiempo'

Ese regaño papal, que provocó encontradas reacciones en todo el mundo, es el más reciente capítulo en una cruzada de la curia romana para someter a las monjas americanas que, según el Vaticano, se preocupan demasiado por el trabajo social y no se oponen de manera suficiente contra el aborto, la anticoncepción y el matrimonio homosexual.
“Trabajando calladamente con los pobres y enfermos”, escribió un destacado columnista en el Huffington Post, “las monjas han decepcionado a los altos jerarcas de la Iglesia, ya que su silencio se interpreta como aprobación”.
Durante el papado de Benedicto XVI, el Vaticano ordenó iniciar investigaciones contra la Conferencia de Mujeres Religiosas (LCWR es su sigla en inglés), que congrega a más de 45.000 monjas en Estados Unidos y es conocida por sus trabajos humanitarios y sociales en pro de los desfavorecidos. 
La Congregación de la Doctrina de la Fe, a cargo de la investigación, concluyó que muchas de las monjas estadounidenses están trabajando “por causas feministas radicales incompatibles con la fe católica”.
Las tensiones se recrudecieron en abril, cuando el nuevo pontífice dio a conocer su respaldo al crítico informe, acusando a las religiosas de rebelión y exhortándolas a la obediencia, lo cual dio lugar a protestas en los medios de comunicación y apoyo a las religiosas de las comunidades con las cuales trabajan, manifestaciones frente a la embajada del Vaticano en Washington y una resolución del Congreso de los Estados Unidos elogiándolas por su servicio al país.
“El clero femenino incorpora verdaderamente las enseñanzas de Cristo con su trabajo desinteresado entre los jóvenes, los pobres y los enfermos”, escribió el influyente columnista Nicholas Kristof en The New York Times.
Las monjas reunidas en el Vaticano en mayo esperaban que el nuevo pontífice suavizara su posición. “En su primera aparición, después de ser ordenado, el papa Francisco habló de comenzar una era de fraternidad, amor y confianza entre nosotros, tanto obispos y arzobispos como el resto de la comunidad. Y eso era lo que esperábamos”, explicó la hermana Florence Deacon, presidenta de la LCWR, durante la reciente visita en Roma.
No solo no hubo ablandamiento sino que se abrieron nuevas brechas dentro del alto clero masculino. El cardenal João Braz de Aviz, prefecto de la congregación que supervisa todas las órdenes religiosas, se hizo oír de inmediato: “Los conceptos de obediencia y autoridad dentro de la Iglesia deben ser revisados”, les dijo a las monjas. La decisión tomada por el Vaticano el año pasado de poner la LCWR bajo la supervisión de los obispos no fue consultada con la oficina del cardenal Braz de Aviz, quien afirmó que esa decisión le había “causado profunda pena”.
“Las monjas hemos estado por siglos al frente, dondequiera que la gente necesita ayuda”, explicó la hermana Mary Lou Wirtz, una franciscana presidenta de la Unión de Superiores Generales en Roma, en una entrevista para Radio Vaticano. “En algunos círculos, ese trabajo es reconocido, pero dentro de los círculos del Vaticano no lo somos”.
Pero no todas las monjas son tan resignadas. La hermana Laurie Brink, una catedrática de la Unión Teológica de Chicago que ha sido acusada por varios cardenales de ser “una seria fuente de escándalo, incompatible con una vida religiosa”, es una de las más radicales portavoces del movimiento.
En el origen de este conflicto, como de tantos otros que afectan a la Iglesia, se encuentran asuntos relacionados con género y sexualidad. Todo comenzó con el libro Simplemente amor: un marco de ética sexual cristiana, escrito por la hermana Margaret Farley, de 77 años, una distinguida catedrática emérita de la Universidad de Yale y expresidenta de la Sociedad Teológica Católica de América, publicado en 2006. El Vaticano se tomó varios años para estudiarlo y en marzo del año pasado lo censuró pública y severamente.
En su tratado, Farley se sale de los preceptos de la Iglesia que prohíben la ordenación de mujeres, la homosexualidad, la contracepción y consagran el celibato. El libro argumenta que la justicia debe ser la fuerza que dirige las relaciones humanas, y en ese marco defiende la masturbación y el derecho a volverse a casar después de un divorcio.
La respuesta del Vaticano fue rotunda. El libro fue declarado un acto deliberado para promover relaciones sexuales fuera del matrimonio y defender el sexo entre homosexuales. Cuando otras religiosas salieron en respaldo de la autora y su libro, la Iglesia en Roma ordenó las investigaciones de conventos y religiosas.
Muchas de las monjas estadounidenses piensan que lo que más preocupa a la jerarquía eclesiástica es que sus mensajes influencien a otras monjas alrededor del mundo. “Por eso los hombres en el Vaticano quieren mantener el control. Lo que ellos ven como mala influencia, nosotros lo vemos como ejemplo”, dijo una de las hermanas durante una rueda de prensa en Roma.

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