miércoles, 26 de junio de 2013

Hermana de Francisco I: "Jorge será un Papa que cambiará nuestra Iglesia"


BUENOS AIRES.- La casa es como todas las otras casas. En Ituzaingó -un barrio trabajador ubicado en el conurbano bonaerense-, lo que se ve es una construcción baja y austera a la que se accede por una puerta de madera gastada. La abre un muchacho delgado y con mirada beatífica. Tiene una barba rala, un gorro de lana, pantalones de jeans.

-Por favor, pase -dice y sonríe-, y agacha la cabeza en un gesto cordial pero también sumiso.
Jorge -hijo de María Elena Bergoglio y sobrino de Jorge Mario Bergoglio, hoy el Papa Francisco- es un varón de modos delicados. Y es el encargado de atender el aluvión de prensa que hace sonar el teléfono y el timbre desde el 13 de marzo de 2013, cuando se supo que Jorge Bergoglio era el Papa y que el familiar más cercano era María Elena: su única hermana viva.
--Ahí está ella, tome asiento. Póngase cómoda.
María Elena tiene 64 años, es separada y tiene dos hijos, pero sólo uno -Jorge, el mayor, de 38 años que parecen menos- vive con ella. Esta cercanía, que es posible porque Jorge trabaja de modo independiente, le permite al hombre asistir a su madre en el trato con los medios. Su presencia es útil y discreta. Apenas cierra la puerta Jorge desaparece y lo que queda es este living frío y penumbroso con algunas sillas, una mesa y una mujer sentada que intenta ponerse de pie.
-A ver... Me cuesta pararme.
María Elena tiene carnes abundantes, cabello blanco, piel pálida. Saluda con un beso.
-Estoy tan cansada.
Su voz es áspera. Es el resultado de toda una vida de cigarro, pero es también, dice ella, la consecuencia de llevar tres meses de diálogo imparable con los medios.
-Yo casi había dejado de fumar. Pero el 13 de marzo agarré el cigarrillo a lo loco. Igual esta voz que tengo es de hablar tanto. No paro de hablar. No imaginé que iba a ser tan agotador.
Un relevo de los últimos tres meses de publicaciones en diarios y revistas permite entender por qué María Elena está así de cansada. "Tener un hermano Papa es una bendición de Dios", "Francisco no dejó de ser Jorge", "Francisco decía `palabrotas` y nunca tuvo novia", "Jorge será un Papa que cambiará nuestra Iglesia". María Elena lleva casi noventa días diciendo estas cosas sin parar, y no solo a los medios gráficos sino también a los televisivos y radiales. La maratón empezó el 13 de marzo, cuando se dio la noticia de que el hasta entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio era el nuevo Papa. En ese momento María Elena se permitió un llanto breve, pero luego tuvo que mostrarse entera y salir a dar la cara.
-Entre que lo anunciaron y salió al balcón pasaron cuarenta minutos. En ese momento empezaron a tocar timbre los vecinos y empezó a sonar el teléfono y lentamente empezó a crecer un murmullo. El murmullo era cada vez más fuerte. Yo no sabía qué hacer. No me animaba ni a mirar por la ventana. Hasta que al día siguiente, cuando el ruido ya era ensordecedor, me dije "tengo que enfrentar la situación", me puse en manos del Espíritu Santo y salí. Toda la vereda de enfrente estaba llena de cámaras y de golpe venían todos como hormigas a hablar conmigo. ¿Pero cómo decirles que no? Era una noticia histórica y yo no tenía derecho a guardarme nada.
Desde entonces, María Elena -quien alguna vez fue empleada administrativa y consejera escolar, y quien desde hace años lleva una vida de ama de casa- dedica sus días a dar entrevistas. En los momentos de mayor demanda -como la jornada del anuncio y la de la coronación- llegó a estar diecisiete horas corridas en diálogo con la prensa. Se levantaba a las seis -con las entrevistas radiales- y terminaba a las once de la noche. A veces no tenía fuerzas ni para hacer algo de comer. El 14 de marzo, ella y Jorge -su hijo mayor- cayeron rendidos a la medianoche y cenaron fideos con manteca. Luego una vecina empezó a llevarles comida todos los días. Quería cuidar la salud de María Elena y mantenerla fuerte para que llevara a cabo lo que María Elena veía que era una obligación: pararse en la puerta de su casa y hablar con los medios. Calmar esa sed.
A lo largo de noventa días, María Elena se empeñó en contar una y mil veces la misma historia a cada periodista: que Francisco había tenido un llamado profundo de su vocación a los dieciocho años, que Francisco es un hombre que le da gran importancia a la familia, y que por el momento ella no tiene planeado ir al Vaticano.
-Por ahora no voy a viajar. No viajé ni siquiera a la asunción. ¿Para qué? Esas ceremonias tienen todo un protocolo y yo no iba a poder ver a mi hermano. Si hubiera querido saludarlo habría tenido que entrar junto con toda la gente que entraba a saludarlo, darle un beso, un abrazo, sacarme una foto y nada más. Así que no. Preferí ver todo tranquila con mis hijos, mis sobrinos y mis sobrinos nietos.
-¿Cómo reaccionaron los más chicos de la familia?
-No terminaban de entender. Un día mi sobrina nieta de cuatro años le dijo a su mamá que estaba triste porque "el tío Jorge se murió". "¿Por qué?" dijo la mamá. "Y -dijo la chiquita-, ¿no ves que ahora es Francisco?".
-¿Y usted siente que Jorge murió?
-No, la pérdida del hermano no la sentí nunca. Mi hermano sigue siendo mi hermano, es solo que tengo que compartirlo con el mundo.
-¿Cómo fue la primera charla con su hermano en rol de Papa?
-Rara. Las cosas eran como más tensas, ¿no? Recién ahora, de a poquito, las charlas se van normalizando. Pero al principio había algo dentro de mí que...
-María Elena fuma, vacila, reconstruye- Yo no sabía cómo hablarle. Esas cosas tontas que uno tiene. Porque él siempre fue el hermano y... la verdad que yo pensaba que él iba a volver. Y de golpe, no sé, yo me decía: ¿Y ahora cómo hablo con él? ¿Estoy hablando con el Papa? ¿Estoy hablando con mi hermano? ¡Cuernos!, dije un día. ¡Estoy hablando con mi hermano! Y de a poco me empecé a relajar. Yo incluso un día se lo dije a él: "Yo todavía no te puedo ver Papa". Y él se reía. ¿Qué voy a hacer? ¿Decirle "Su Santidad"? ¡Por favor!
María Elena piensa en el Papa solo cuando reza a diario y ora por él y por su investidura. Pero después, el Papa es Jorge, el mayor de cinco hermanos, el que posa de pie en una foto familiar que ahora María Elena dispone sobre la mesa. La foto fue publicada por una revista de actualidad argentina. En ella se ve un padre serio, una madre sonriente, dos mujeres de cabello acomodado -las hermanas- y tres varones de los cuales uno, joven, lleva el alzacuellos de la ropa sacerdotal.
-Supongo que esta foto se las di yo... No me acuerdo. A veces me preocupa porque se me están haciendo lagunas de tanto que hablé. Igualmente, la verdad que no puedo quejarme con lo que publicó el periodismo. El trato fue siempre excelente, salvo cuando tocan la vida privada de mi hermano. Ahí confunden todo.
Hubo tres temas que molestaron a María Elena. Que se ensuciara la historia de Francisco, insinuando una complicidad -no probada- con la última dictadura militar argentina. Que le inventaran una novia de la infancia. Y que mencionaran y exageraran el disgusto de la madre -la de María Elena y Francisco- cuando supo que su hijo seguiría la carrera sacerdotal.
-De la dictadura no da ni para hablar. Tengo la tranquilidad de saber que mi hermano no actuó en la dictadura, punto. En el resto no me engancho. Después, le dieron espacio a una señora que dice que a los doce años fue novia de mi hermano. Pero ella no vivía en el barrio y nadie la conocía, el suyo es un relato lleno de incongruencias. Sí sé que él estuvo enamorado, pero nunca supimos de quién. Jamás. Suponemos que era una chica del grupo juvenil en el que él estaba, pero siempre la preservó. El Día de la Primavera iban a ir de picnic y él se le iba a declarar, pero pasó por la iglesia a saludar a la Virgen y vio un cura confesando, y se acercó a hablar con el cura y sintió el llamado de su vocación. Así que no fue al picnic.
Y después estuvo el otro tema, dice María Elena. El tema de su mamá.
-El periodismo dice que mi mamá se enojó al saber que Jorge quería ser cura, a tal punto que no le dirigió la palabra hasta unos meses antes de ordenarse sacerdote. ¡Mentiras totales!
La madre de María Elena y Jorge Bergoglio se llamaba Regina María Sivori y era ama de casa. El padre se llamaba Mario José Bergoglio, era contable de una fábrica de medias y murió a los 51 años de problemas cardíacos. Ambos se conocieron en una actividad de la iglesia y formaron una familia en la que se vivió siempre con dinero suficiente, pero sin abundancia.
-No éramos pobres, pero no sobraba -dice María Elena, replegada bajo una chalina de lana.
-¿Cómo cree que impactará su austeridad dentro del Vaticano?
-No sé qué medidas tomará, pero ya dijo que hay cosas del Vaticano que van a vender. Qué será, no sé. Y espero que lo dejen. Igual él tiene carácter suficiente para hacerlo. Y razones también. Ahí hay demasiado lujo cuando hay gente que se está muriendo de hambre. Y eso no va con mi hermano. Me acuerdo que una vez que estábamos reunidos, cuando él era cardenal, salió el tema de los zapatos rojos del Papa y él dijo "es algo que tiene que desaparecer, porque ese zapato remite al estilo de la realeza". Después, ya Papa, cuando entró a conocer el departamento del Papa sus palabras fueron "qué grande que es esto, acá vivirían trescientas personas". No quiso vivir en el Vaticano. Se quedó en Santa Marta, eligió llevar una vida comunitaria, no aislarse. Ver al otro. Él no podría vivir de otro modo, creo que le haría mal.
Suena el teléfono. Es la cuarta vez que suena a lo largo de la charla. Las tres primeras fueron periodistas -uno italiano, uno boliviano y uno danés- y la cuarta es un misterio. María Elena dice cosas como "veremos", "después", "vamos viendo". Luego corta.
-Quieren convencerme -dice- no voy a viajar.
-Siente que si fuera a ver a su hermano, lo vería al Papa.
-Exacto. No podríamos sentarnos a tomar un mate. Por eso prefiero quedarme. No me hace mal, porque yo sé que en el momento en que Dios disponga nos vamos a poder encontrar más distendidos.

María Elena Bergoglio

 

Es la única hermana viva de Francisco. Y, sin buscarlo, se ha transformado en la principal vocera de prensa del Sumo Pontífice. Desde su casa sencilla, ubicada en el conurbano bonaerense, María Elena habla de una sorpresa y un asedio que todavía no cesan. Del problema de la distancia familiar. Y del futuro de una Iglesia que, ahora en manos de un jesuita, parece estar llena de buenos presagios. Hoy se cumplen tres meses desde que Jorge Bergoglio asumió como el Papa Francisco. "Tener un hermano Papa es una bendición de Dios", "Francisco no dejó de ser Jorge", "Francisco decía `palabrotas` y nunca tuvo novia", "Jorge será un Papa que cambiará nuestra Iglesia", son algunas de las frases que María Elena repite desde entonces.

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