WASHINGTON.- El Papa Francisco ha encandilado a Estados Unidos, el cuarto país con más
católicos del mundo, y su popularidad empieza a trascender el ámbito de
la religión cuando se va a cumplir el primer aniversario de su elección,
el 13 de marzo.
Sus intenciones gustan, sus palabras convencen y sus reformas se
aplauden: el discurso del primer pontífice latinoamericano de la
historia ha calado entre los católicos estadounidenses, pero también
entre los que no lo son.
"Es fascinante su capacidad para
involucrar y atraer a un amplio espectro de gente", asegura Thomas
Groome, presidente del Departamento de Educación Religiosa y Ministerio Pastoral y profesor de Teología del Boston College.
Groome
explica que Francisco le ha dado "un toque hispano" al papado, que ha
supuesto una "bocanada de aire fresco" y ha cambiado el estado de ánimo
de la Iglesia, pese a que subraya que su ámbito de influencia no se
limita a esta confesión.
Empezando por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que visitará el Vaticano el próximo 27 de marzo, muchos políticos han citado las ideas del papa para aprovechar su tirón.
Le han tomado como modelo congresistas tan dispares como el líder de la mayoría demócrata en el Senado,
Harry Reid, que se declara mormón; el congresista republicano Paul
Ryan, católico, o el senador independiente Bernard Sanders, judío.
El
85 % de los católicos de Estados Unidos tienen una visión favorable del
papa y en la población general su aprobación se sitúa en el 65 %, según
una encuesta que acaba de publicar el Centro de Investigaciones Pew.
La
valoración de los católicos estadounidenses de Francisco es ya superior
a la máxima que tuvo Benedicto XVI -un 83 % en 2008, tras su visita a
Washington y Nueva York-, pero no llega a los niveles de Juan Pablo II, que superó en varios momentos el 90 %.
Sin
embargo, el estilo de Francisco, con un discurso humilde y centrado en
la pobreza que combina con las reformas en el Vaticano, gana adeptos en
un país donde se calcula que hay algo más de 77 millones de católicos,
aproximadamente una cuarta parte de la población.
Y la admiración
por el pontífice en Estados Unidos aún podría crecer más si, como tiene
previsto, finalmente acude el año que viene al Encuentro Mundial de las
Familias que se celebra en Filadelfia.
"El
mensaje del papa Francisco es muy simple: es un hombre que habla de
compasión, de clemencia, que cuida de los oprimidos (...). Está menos
preocupado por la doctrina y más por la evangelización", apunta Groome.
El
presidente de la Red Católica Nacional de Pastoral Juvenil Hispana,
Alejandro López-Cardinale, afirma que muchos jóvenes perciben que
el papa se refiere a su realidad "no solamente con palabras, también con
el ejemplo", como cuando recién instalado como obispo de Roma lavó los pies a jóvenes presos.
"Esta
acción, quizá no bien vista entre los litúrgicos y canonistas, fue
absolutamente bien recibida por la gente, máxime entre los jóvenes",
incide López-Cardinale.
"Sus ejemplos hablan mucho más que sus
palabras. Y para la mentalidad pragmática de los norteamericanos, esos
ejemplos dicen mucho", consideró el presidente de la Pastoral Juvenil
Hispana.
La cuestión, para el profesor de Teología y director del
Instituto de Estudios Latinos de la Universidad de Notre Dame, Timothy
Matovina, es si gracias al papa habrá un mayor compromiso hacia la fe
católica.
"No lo conseguirá con todos, pero renovará la fe de muchos", pronosticó Matovina.
A
pesar de que en Estados Unidos se ha especulado en las últimas semanas
sobre un "efecto Francisco", la encuesta de Pew muestra que su enorme
popularidad no se ha traducido de forma clara en la forma en que los
estadounidenses viven su fe.
Ni ha aumentado el número de
católicos, ni hay más practicantes de esta confesión, pero un 26 % de
católicos reconoce estar más emocionado sobre su fe que el año pasado,
un 40 % ha rezado más y un 21 % ha leído más la Biblia.
Michael
Lee, profesor asociado de Teología en la Universidad de Fordham y
vicepresidente de la Academia de Teólogos Hispanos de los Estados
Unidos, piensa que la clave para que los cambios introducidos por el
papa arraiguen es que los líderes religiosos locales (obispos,
sacerdotes...) los sigan.
"Si no -reflexiona Lee-, el 'efecto
Francisco' será una fase pasajera o, peor, una especie de adoración de
la celebridad de Francisco sin tomarse en serio su mensaje y su
ejemplo".
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