miércoles, 12 de marzo de 2014

Los diez mandamientos de Francisco / Iñigo Domínguez

Casi desde el primer día, aquel 11 de marzo de 2013 en que Jorge Mario Bergoglio fue elegido Papa, se utiliza la palabra 'revolución'. De entrada era americano y jesuita, y se llamó Francisco, un nombre con unas connotaciones tan enormes de pobreza y austeridad que hasta ahora todos los pontífices lo habían rehuido: el término ya era adecuado. Luego, asociado a su figura, se ha convertido en un concepto de uso común. Se da por hecho que ha cambiado, está cambiando o va a cambiar radicalmente la Iglesia católica. Él no niega que aspira a renovarla, a limpiarla, pero está atento a no transmitir una imagen de ruptura con la tradición y parece incómodo con las grandes expectativas depositadas sobre él. Además, mientras desagrada a sectores conservadores, en el otro extremo hay quien teme que todo esto se quede en mucho ruido y pocas nueces. En realidad este ha sido un año de profundas transformaciones, sobre todo de estilo, tono y mensaje. La base para apuntalar lo que vendrá. Poco a poco.

1º Estilo
Sin Mercedes, con reloj de plástico y zapatos viejos
Cuando apareció en el balcón de San Pedro, Bergoglio se arrodilló para que fueran los fieles los que le bendijeran, no al revés, y no se llamó 'Papa', sino 'obispo de Roma'. Esto cambió de inmediato la percepción de su figura, sin ningún pedestal, y abrió el corazón de los ortodoxos, peleados desde hace mil años con la Iglesia de Roma porque el Papa se cree una autoridad absoluta, y no un patriarca más. Al día siguiente rechazó el Mercedes oficial y usó un Volkswagen de la Gendarmería. Pasó por la residencia donde se había alojado y pagó la cuenta. Enseguida trascendió que llamaba por teléfono a los amigos. Se impuso en cuestión de horas una imagen de normalidad, cercanía y sobriedad que no ha hecho más que crecer. Rehusó el apartamento pontificio y se instaló en la residencia de Santa Marta, en una simple habitación con estudio. Desayuna en el comedor con los demás. Sus misas diarias se han abierto a la gente. Luego renunció a las vacaciones. Recuperó el 'papamóvil' abierto, sin cristales blindados. Llevaba unos viejos zapatones negros y un reloj de plástico.
En su primer viaje internacional, a Brasil, subió al avión maletín en mano. En el vuelo de vuelta dio su primera rueda de prensa, hora y veinte de preguntas libres, sin filtros ni censuras, una gran novedad. Luego ha dado entrevistas a los dos principales diarios italianos y a la revista de los jesuitas hablando de todo. En junio dio plantón en un concierto de música clásica con la flor y nata de la sociedad romana porque tenía mucho trabajo. Fue un 'shock' para la pompa pontificia.

2º Pobreza
«¡Cómo querría una Iglesia pobre y para los pobres!»
Bergoglio lanzó la frase que hasta hoy mejor resume el objetivo de su papado en su primer encuentro con la prensa. Dijo con un suspiro: «¡Cómo querría una Iglesia pobre y para los pobres!». El nombre, Francisco, ya era un programa, pero poco más hay que añadir después. De ahí arranca todo lo demás. Su forma de predicar con el ejemplo y su gran operación de limpieza. Un cura en un coche caro le da «asco», un banco «es necesario hasta cierto punto» para la Iglesia, y se queja de los conventos vacíos que en vez de transformarse en hoteles deberían abrirse a los refugiados.
Por primera vez ha cobrado protagonismo el limosnero papal, dedicado a gestionar las donaciones del pontífice. Le dijo que no quería verle sentado en una mesa, sino pateando las calles. En esta clave se inserta el primer viaje de Francisco, que fue a la isla de Lampedusa, punto de llegada de miles de inmigrantes. Luego fue a Brasil, ya programado de antes, pero los próximos serán, después de Tierra Santa en mayo, a Asia y África. Pasa de Europa.
Fue precisamente en Río de Janeiro, en julio, donde sacó a relucir la carga subversiva de su mensaje, al ponerse del lado de los jóvenes que protestaban contra la corrupción y los despilfarros del Mundial: «Jesús se une a los jóvenes que han perdido su confianza en las instituciones políticas porque ven egoísmo y corrupción». Y también: «¡Lo que yo quiero es lío! ¡La civilización se pasó de rosca! ¡Es tal el culto al dinero que quieren excluir a los dos polos de los pueblos de la vida, los ancianos y los jóvenes, a una generación que no conoce la dignidad del trabajo! ¡Los jóvenes tienen que salir y hacerse valer! ¡No se dejen excluir!».
Estas proclamas culminaron luego en otra frase sonada: «Jamás he sido de derechas». Fue lo que faltaba a quienes ya criticaban su «pauperismo» y, en EE UU, desembocó abiertamente en acusaciones de «marxismo». Bergoglio no ha cesado en sus ataques al capitalismo actual: «Tenemos que decir no a una economía de la exclusión, esta economía mata».

3º Misericordia
«¡Es inútil preguntar a un herido si tiene colesterol!»
Su lema episcopal es «Miserando atque eligendo», una frase del Evangelio que describe la escena de Jesús con un pecador: «Lo miró con misericordia y lo eligió». Para el Papa la Iglesia tiene que tener las puertas abiertas, privilegiar la ternura y no andar poniendo pegas ni recordando preceptos. La caída de las barreras con el mundo laico se vio en aquel primer encuentro con la prensa, al despedirse así: «Como muchos de ustedes no pertenecen a la Iglesia católica, y otros no son creyentes, de corazón doy esta bendición en silencio, a cada uno de ustedes, respetando la conciencia de cada uno, pero sabiendo que cada uno de ustedes es hijo de Dios».
Meses después dijo incluso que «no existe un Dios católico, existe Dios». Este planteamiento se resume en una frase que ha repetido mucho: quiere «una Iglesia facilitadora de la fe y no controladora de la fe», «no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas». Pide abandonar las posturas «disciplinarias que privilegian los principios, las conductas, los procedimientos organizativos». «No podemos seguir insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos», ha repetido. En su opinión, la crisis de valores y de la propia Iglesia es tal que su misión debe reducirse a ser «un hospital de campaña»: «¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene alto el colesterol! Hay que curarle las heridas, ya hablaremos luego del resto».

4º Autocrítica y cambio
Curas que huelan «a oveja» y los preceptos de Cristo
Lo anterior lleva a una radical exigencia de transformación en la propia Iglesia. «Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo», escribió en noviembre en su primer documento oficial de peso, 'Evangelii Gaudium'. Según confesó, tenía «sentido programático». Ya había dicho que los obispos no deben tener «psicología de príncipes», que los sacerdotes deben «oler a oveja», mezclarse con el pueblo, que «no hay nada más feo que un cura triste» y que las monjas no tienen que ser «solteronas». Ha hecho una llamada a salir de los despachos e ir «a las periferias», una de sus palabras clave.
En este texto se puso el primero en la lista de cambios: anunció «una conversión del papado», para que sea «más fiel al sentido que Cristo quiso darle». Aún debe concretarse, pero ya se ha empezado a traducir en un gobierno más compartido. Adelantó «una saludable descentralización», más «autoridad doctrinal» a los obispos de cada país y que «no debe esperarse del magisterio papal una palabra definitiva sobre todo».
También marcó el rumbo de forma vertiginosa con una frase muy desestabilizadora, que invita a replantearse casi todo: «La Iglesia puede llegar a reconocer costumbres propias no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia, que hoy ya no son interpretadas de la misma manera. Pueden ser bellas, pero ahora no prestan el mismo servicio. No tengamos miedo de revisarlas. Santo Tomás destacaba que los preceptos dados por Cristo son poquísimos». Salvo cuatro cosas de los Evangelios, lo demás es discutible. Este es el punto de partida para posibles grandes reformas.
Último detalle: al anunciar la canonización de Juan Pablo II, aprobó también la de Juan XXIII, impulsor de las reformas del Concilio Vaticano II, que llevaba cincuenta años esperando para ser santo, cuando Wojtyla lo iba conseguir en ocho. No tenía milagro reconocido, como mandan los cánones, pero Francisco le dispensó.

5º La curia
«La corte es la lepra del papado»
El más evidente de los cambios esperados era el de la Curia y las estructuras de poder de la Santa Sede. Su degeneración en guerras internas hizo posible el escándalo 'Vatileaks' por la filtración de documentos. Bergoglio se ha ido rodeando de prelados ajenos a los pasillos vaticanos. También lo ha hecho en los nombramientos de sus primeros 19 cardenales, en su mayoría de países del Sur del mundo.
Al mes de llegar ya anunció la formación de un consejo de ocho cardenales que le ayudarán en el gobierno de la Iglesia, una absoluta novedad, que deberán reformar la Curia. Aún estudian cómo hacerlo. El poder del secretario de Estado, el 'número dos' del Vaticano, empezó a menguar, y más aún cuando el mes pasado creó un 'ministerio de Economía' que asume toda la gestión financiera. Además, lo dirigirá un australiano, el cardenal George Pell. Es la primera vez que el control del dinero no está en manos de un italiano. A Tarcisio Bertone, todopoderosa y polémica mano derecha de Ratzinger, le ha sustituido Pietro Parolin.
Francisco quiere que el Vaticano deje de ser una corte: «Los jefes de la Iglesia han sido a menudo narcisistas, adulados y malamente excitados por sus cortesanos. La corte es la lepra del papado. En la Curia hay una visión 'Vaticanocéntrica' que descuida el mundo que la rodea. Haré de todo para cambiarla». Ya se ha cargado la polvorienta figura del 'gentiluomo' del Papa, cargo honorífico del séquito pontificio integrado por nobles y gente bien. En julio modernizó y endureció incluso el código penal.

6º Finanzas vaticanas
«San Pedro no tenía cuenta en un banco»
La limpieza de los dineros es tal vez el frente más ejemplar y vistoso de la acción de Bergoglio. También porque el banco vaticano, el IOR, era un símbolo nefasto. Francisco confesó que no pensaba tocarlo hasta más tarde, pero los escándalos le obligaron a hacerlo. Enseguida dijo que «San Pedro no tenía cuenta en un banco» y se barruntaban cambios, pero fue el caso de monseñor Nunzio Scarano el que precipitó la limpieza. Scarano, contable del APSA, órgano de gestión de patrimonio, fue arrestado en junio tras intentar meter en Italia 20 millones en negro con un jet desde Suiza. Después dimitieron el director general de IOR, Paolo Cipriani, y su vicedirector, Massimo Tulli, protagonistas de una gran investigación de la Fiscalía de Roma por blanqueo de dinero. Mientras el IOR se ponía las pilas en una gran operación de transparencia -por primera vez ha publicado sus balances-, el Papa creó una comisión para auditarlo y otra para vigilar toda la gestión económica del Vaticano. El destino del IOR aún está en el aire.

7º La familia
Un insólito cuestionario de 38 preguntas a los fieles
La familia y todo lo que gravita en torno a ella -parejas de hecho, homosexuales, divorcio, anticoncepción...- es el primer gran campo de reflexión abierto por Francisco. De aquí a dos años será objeto de debate en un par de sínodos seguidos, en 2014 y 2015, algo inédito en la Historia de la Iglesia. Para el Papa es la célula básica de la sociedad y el punto de partida. El debate ya empezó el mes pasado y fue agitado, algo que para Bergoglio es un buen síntoma: «Los cardenales sabían que podían decir lo que quisieran. La confrontación fraterna y abierta hace crecer el pensamiento teológico y pastoral. De esto no tengo miedo; es más, lo busco». Un primer paso ha sido mandar un insólito cuestionario de 38 preguntas a las conferencias episcopales para que lo hagan circular entre los fieles. Tiene preguntas así: «¿Qué atención pastoral es posible desarrollar con personas que han elegido vivir en uniones del mismo sexo?». Francisco siente que la Iglesia se está quedando atrás. No habrá cambios de doctrina, y por supuesto no sobre el aborto, pero llegarán aperturas.

8º La mujer
«No nos podemos limitar a que sean monaguillos»
Mención aparte merece la atención del Papa a la mujer. Sobre el papel, habrá grandes cambios en su participación en la Iglesia, pero aún están por ver. Basta oír lo que piensa Francisco: «No nos podemos limitar a que sean monaguillo, catequista, presidenta de Cáritas... hay que hacer una profunda teología de la mujer». Más tarde insistió: «En los lugares donde se toman las decisiones importantes es necesario el genio femenino. Afrontamos hoy este desafío: reflexionar sobre el puesto específico de la mujer, incluso allí donde se ejercita la autoridad». En todo caso ha aclarado que «la puerta está cerrada» al sacerdocio femenino.
Otra intervención muy novedosa del Papa, por el tono, fue su sorprendente 'mea culpa' en los casos más dramáticos de aborto: «Es verdad que hemos hecho poco para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como solución a profundas angustias, particularmente tras una violación o en extrema pobreza. ¿Quién puede dejar de comprender esas situaciones de tanto dolor?».

9º Homosexualidad
«¿Si es gay, quién soy yo para juzgarlo?»
Es un tema muy específico, pero debe destacarse porque ha dado uno de los grandes titulares de este año: «Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?». También lo afirmó en la histórica rueda de prensa del avión de regreso de Brasil y, más allá de la frase, revela un cambio de actitud radical, por mucho que el catecismo ya fuera respetuoso hacia los homosexuales. Otra cosa es que lo diga el Papa con toda naturalidad. Además ha sido la primera vez que un pontífice pronuncia la palabra 'gay'. Bergoglio dijo esto al hablar del polémico 'lobby gay' en el Vaticano, cuya existencia admitió en una conversación privada que trascendió. Así, además, rompía un tabú que hasta solo meses antes, en pleno escándalo 'Vatileaks', se negaba. Luego varios prelados han reconocido sin rodeos que hay homosexuales en la Curia. Es un camino resbaladizo, pero ya está abierto.

10º Los dos papas
«Es como tener al abuelo en casa»
El cambio por excelencia este año ha sido la convivencia de dos pontífices. Ratzinger decidió, sabiamente, dejar el campo libre. Pero la química con Francisco ha sido buena y entre los dos han gestionado bien la situación, creando un precedente para el futuro. Porque a partir de ahora dimitir será natural. Bergoglio lo explicó así: «Algunos me dicen: '¿Pero no te molesta, él no te hace la revolución en contra?' Yo encontré una frase para esto: es como tener al abuelo en casa». Se han ido dosificando las apariciones de Ratzinger y, según ha revelado esta semana, han pactado que deje su retiro y salga más.
En fin, el primer año de un Papa modesto que considera «ofensivo ser retratado como un supermán».

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