Casi desde el primer día, aquel 11 de marzo de 2013 en que
Jorge Mario Bergoglio fue elegido Papa, se utiliza la palabra
'revolución'. De entrada era americano y jesuita, y se llamó Francisco,
un nombre con unas connotaciones tan enormes de pobreza y austeridad que
hasta ahora todos los pontífices lo habían rehuido: el término ya era
adecuado. Luego, asociado a su figura, se ha convertido en un concepto
de uso común. Se da por hecho que ha cambiado, está cambiando o va a
cambiar radicalmente la Iglesia católica. Él no niega que aspira a
renovarla, a limpiarla, pero está atento a no transmitir una imagen de
ruptura con la tradición y parece incómodo con las grandes expectativas
depositadas sobre él. Además, mientras desagrada a sectores
conservadores, en el otro extremo hay quien teme que todo esto se quede
en mucho ruido y pocas nueces. En realidad este ha sido un año de
profundas transformaciones, sobre todo de estilo, tono y mensaje. La
base para apuntalar lo que vendrá. Poco a poco.
1º Estilo
Sin Mercedes, con reloj de plástico y zapatos viejos
Cuando apareció en el balcón de San Pedro, Bergoglio se
arrodilló para que fueran los fieles los que le bendijeran, no al revés,
y no se llamó 'Papa', sino 'obispo de Roma'. Esto cambió de inmediato
la percepción de su figura, sin ningún pedestal, y abrió el corazón de
los ortodoxos, peleados desde hace mil años con la Iglesia de Roma
porque el Papa se cree una autoridad absoluta, y no un patriarca más. Al
día siguiente rechazó el Mercedes oficial y usó un Volkswagen de la
Gendarmería. Pasó por la residencia donde se había alojado y pagó la
cuenta. Enseguida trascendió que llamaba por teléfono a los amigos. Se
impuso en cuestión de horas una imagen de normalidad, cercanía y
sobriedad que no ha hecho más que crecer. Rehusó el apartamento
pontificio y se instaló en la residencia de Santa Marta, en una simple
habitación con estudio. Desayuna en el comedor con los demás. Sus misas
diarias se han abierto a la gente. Luego renunció a las vacaciones.
Recuperó el 'papamóvil' abierto, sin cristales blindados. Llevaba unos
viejos zapatones negros y un reloj de plástico.
En su primer viaje internacional, a Brasil, subió al avión
maletín en mano. En el vuelo de vuelta dio su primera rueda de prensa,
hora y veinte de preguntas libres, sin filtros ni censuras, una gran
novedad. Luego ha dado entrevistas a los dos principales diarios
italianos y a la revista de los jesuitas hablando de todo. En junio dio
plantón en un concierto de música clásica con la flor y nata de la
sociedad romana porque tenía mucho trabajo. Fue un 'shock' para la pompa
pontificia.
2º Pobreza
«¡Cómo querría una Iglesia pobre y para los pobres!»
Bergoglio lanzó la frase que hasta hoy mejor resume el
objetivo de su papado en su primer encuentro con la prensa. Dijo con un
suspiro: «¡Cómo querría una Iglesia pobre y para los pobres!». El
nombre, Francisco, ya era un programa, pero poco más hay que añadir
después. De ahí arranca todo lo demás. Su forma de predicar con el
ejemplo y su gran operación de limpieza. Un cura en un coche caro le da
«asco», un banco «es necesario hasta cierto punto» para la Iglesia, y se
queja de los conventos vacíos que en vez de transformarse en hoteles
deberían abrirse a los refugiados.
Por primera vez ha cobrado protagonismo el limosnero papal,
dedicado a gestionar las donaciones del pontífice. Le dijo que no
quería verle sentado en una mesa, sino pateando las calles. En esta
clave se inserta el primer viaje de Francisco, que fue a la isla de
Lampedusa, punto de llegada de miles de inmigrantes. Luego fue a Brasil,
ya programado de antes, pero los próximos serán, después de Tierra
Santa en mayo, a Asia y África. Pasa de Europa.
Fue precisamente en Río de Janeiro, en julio, donde sacó a
relucir la carga subversiva de su mensaje, al ponerse del lado de los
jóvenes que protestaban contra la corrupción y los despilfarros del
Mundial: «Jesús se une a los jóvenes que han perdido su confianza en las
instituciones políticas porque ven egoísmo y corrupción». Y también:
«¡Lo que yo quiero es lío! ¡La civilización se pasó de rosca! ¡Es tal el
culto al dinero que quieren excluir a los dos polos de los pueblos de
la vida, los ancianos y los jóvenes, a una generación que no conoce la
dignidad del trabajo! ¡Los jóvenes tienen que salir y hacerse valer! ¡No
se dejen excluir!».
Estas proclamas culminaron luego en otra frase sonada:
«Jamás he sido de derechas». Fue lo que faltaba a quienes ya criticaban
su «pauperismo» y, en EE UU, desembocó abiertamente en acusaciones de
«marxismo». Bergoglio no ha cesado en sus ataques al capitalismo actual:
«Tenemos que decir no a una economía de la exclusión, esta economía
mata».
3º Misericordia
«¡Es inútil preguntar a un herido si tiene colesterol!»
Su lema episcopal es «Miserando atque eligendo», una frase
del Evangelio que describe la escena de Jesús con un pecador: «Lo miró
con misericordia y lo eligió». Para el Papa la Iglesia tiene que tener
las puertas abiertas, privilegiar la ternura y no andar poniendo pegas
ni recordando preceptos. La caída de las barreras con el mundo laico se
vio en aquel primer encuentro con la prensa, al despedirse así: «Como
muchos de ustedes no pertenecen a la Iglesia católica, y otros no son
creyentes, de corazón doy esta bendición en silencio, a cada uno de
ustedes, respetando la conciencia de cada uno, pero sabiendo que cada
uno de ustedes es hijo de Dios».
Meses después dijo incluso que «no existe un Dios católico,
existe Dios». Este planteamiento se resume en una frase que ha repetido
mucho: quiere «una Iglesia facilitadora de la fe y no controladora de
la fe», «no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada
uno con su vida a cuestas». Pide abandonar las posturas «disciplinarias
que privilegian los principios, las conductas, los procedimientos
organizativos». «No podemos seguir insistiendo solo en cuestiones
referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de
anticonceptivos», ha repetido. En su opinión, la crisis de valores y de
la propia Iglesia es tal que su misión debe reducirse a ser «un hospital
de campaña»: «¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene alto el
colesterol! Hay que curarle las heridas, ya hablaremos luego del resto».
4º Autocrítica y cambio
Curas que huelan «a oveja» y los preceptos de Cristo
Lo anterior lleva a una radical exigencia de transformación
en la propia Iglesia. «Sueño con una opción misionera capaz de
transformarlo todo», escribió en noviembre en su primer documento
oficial de peso, 'Evangelii Gaudium'. Según confesó, tenía «sentido
programático». Ya había dicho que los obispos no deben tener «psicología
de príncipes», que los sacerdotes deben «oler a oveja», mezclarse con
el pueblo, que «no hay nada más feo que un cura triste» y que las monjas
no tienen que ser «solteronas». Ha hecho una llamada a salir de los
despachos e ir «a las periferias», una de sus palabras clave.
En este texto se puso el primero en la lista de cambios:
anunció «una conversión del papado», para que sea «más fiel al sentido
que Cristo quiso darle». Aún debe concretarse, pero ya se ha empezado a
traducir en un gobierno más compartido. Adelantó «una saludable
descentralización», más «autoridad doctrinal» a los obispos de cada país
y que «no debe esperarse del magisterio papal una palabra definitiva
sobre todo».
También marcó el rumbo de forma vertiginosa con una frase
muy desestabilizadora, que invita a replantearse casi todo: «La Iglesia
puede llegar a reconocer costumbres propias no directamente ligadas al
núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia,
que hoy ya no son interpretadas de la misma manera. Pueden ser bellas,
pero ahora no prestan el mismo servicio. No tengamos miedo de
revisarlas. Santo Tomás destacaba que los preceptos dados por Cristo son
poquísimos». Salvo cuatro cosas de los Evangelios, lo demás es
discutible. Este es el punto de partida para posibles grandes reformas.
Último detalle: al anunciar la canonización de Juan Pablo
II, aprobó también la de Juan XXIII, impulsor de las reformas del
Concilio Vaticano II, que llevaba cincuenta años esperando para ser
santo, cuando Wojtyla lo iba conseguir en ocho. No tenía milagro
reconocido, como mandan los cánones, pero Francisco le dispensó.
5º La curia
«La corte es la lepra del papado»
El más evidente de los cambios esperados era el de la Curia
y las estructuras de poder de la Santa Sede. Su degeneración en guerras
internas hizo posible el escándalo 'Vatileaks' por la filtración de
documentos. Bergoglio se ha ido rodeando de prelados ajenos a los
pasillos vaticanos. También lo ha hecho en los nombramientos de sus
primeros 19 cardenales, en su mayoría de países del Sur del mundo.
Al mes de llegar ya anunció la formación de un consejo de
ocho cardenales que le ayudarán en el gobierno de la Iglesia, una
absoluta novedad, que deberán reformar la Curia. Aún estudian cómo
hacerlo. El poder del secretario de Estado, el 'número dos' del
Vaticano, empezó a menguar, y más aún cuando el mes pasado creó un
'ministerio de Economía' que asume toda la gestión financiera. Además,
lo dirigirá un australiano, el cardenal George Pell. Es la primera vez
que el control del dinero no está en manos de un italiano. A Tarcisio
Bertone, todopoderosa y polémica mano derecha de Ratzinger, le ha
sustituido Pietro Parolin.
Francisco quiere que el Vaticano deje de ser una corte:
«Los jefes de la Iglesia han sido a menudo narcisistas, adulados y
malamente excitados por sus cortesanos. La corte es la lepra del papado.
En la Curia hay una visión 'Vaticanocéntrica' que descuida el mundo que
la rodea. Haré de todo para cambiarla». Ya se ha cargado la polvorienta
figura del 'gentiluomo' del Papa, cargo honorífico del séquito
pontificio integrado por nobles y gente bien. En julio modernizó y
endureció incluso el código penal.
6º Finanzas vaticanas
«San Pedro no tenía cuenta en un banco»
La limpieza de los dineros es tal vez el frente más
ejemplar y vistoso de la acción de Bergoglio. También porque el banco
vaticano, el IOR, era un símbolo nefasto. Francisco confesó que no
pensaba tocarlo hasta más tarde, pero los escándalos le obligaron a
hacerlo. Enseguida dijo que «San Pedro no tenía cuenta en un banco» y se
barruntaban cambios, pero fue el caso de monseñor Nunzio Scarano el que
precipitó la limpieza. Scarano, contable del APSA, órgano de gestión de
patrimonio, fue arrestado en junio tras intentar meter en Italia 20
millones en negro con un jet desde Suiza. Después dimitieron el director
general de IOR, Paolo Cipriani, y su vicedirector, Massimo Tulli,
protagonistas de una gran investigación de la Fiscalía de Roma por
blanqueo de dinero. Mientras el IOR se ponía las pilas en una gran
operación de transparencia -por primera vez ha publicado sus balances-,
el Papa creó una comisión para auditarlo y otra para vigilar toda la
gestión económica del Vaticano. El destino del IOR aún está en el aire.
7º La familia
Un insólito cuestionario de 38 preguntas a los fieles
La familia y todo lo que gravita en torno a ella -parejas
de hecho, homosexuales, divorcio, anticoncepción...- es el primer gran
campo de reflexión abierto por Francisco. De aquí a dos años será objeto
de debate en un par de sínodos seguidos, en 2014 y 2015, algo inédito
en la Historia de la Iglesia. Para el Papa es la célula básica de la
sociedad y el punto de partida. El debate ya empezó el mes pasado y fue
agitado, algo que para Bergoglio es un buen síntoma: «Los cardenales
sabían que podían decir lo que quisieran. La confrontación fraterna y
abierta hace crecer el pensamiento teológico y pastoral. De esto no
tengo miedo; es más, lo busco». Un primer paso ha sido mandar un
insólito cuestionario de 38 preguntas a las conferencias episcopales
para que lo hagan circular entre los fieles. Tiene preguntas así: «¿Qué
atención pastoral es posible desarrollar con personas que han elegido
vivir en uniones del mismo sexo?». Francisco siente que la Iglesia se
está quedando atrás. No habrá cambios de doctrina, y por supuesto no
sobre el aborto, pero llegarán aperturas.
8º La mujer
«No nos podemos limitar a que sean monaguillos»
Mención aparte merece la atención del Papa a la mujer.
Sobre el papel, habrá grandes cambios en su participación en la Iglesia,
pero aún están por ver. Basta oír lo que piensa Francisco: «No nos
podemos limitar a que sean monaguillo, catequista, presidenta de
Cáritas... hay que hacer una profunda teología de la mujer». Más tarde
insistió: «En los lugares donde se toman las decisiones importantes es
necesario el genio femenino. Afrontamos hoy este desafío: reflexionar
sobre el puesto específico de la mujer, incluso allí donde se ejercita
la autoridad». En todo caso ha aclarado que «la puerta está cerrada» al
sacerdocio femenino.
Otra intervención muy novedosa del Papa, por el tono, fue
su sorprendente 'mea culpa' en los casos más dramáticos de aborto: «Es
verdad que hemos hecho poco para acompañar adecuadamente a las mujeres
que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les
presenta como solución a profundas angustias, particularmente tras una
violación o en extrema pobreza. ¿Quién puede dejar de comprender esas
situaciones de tanto dolor?».
9º Homosexualidad
«¿Si es gay, quién soy yo para juzgarlo?»
Es un tema muy específico, pero debe destacarse porque ha
dado uno de los grandes titulares de este año: «Si una persona es gay y
busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?».
También lo afirmó en la histórica rueda de prensa del avión de regreso
de Brasil y, más allá de la frase, revela un cambio de actitud radical,
por mucho que el catecismo ya fuera respetuoso hacia los homosexuales.
Otra cosa es que lo diga el Papa con toda naturalidad. Además ha sido la
primera vez que un pontífice pronuncia la palabra 'gay'. Bergoglio dijo
esto al hablar del polémico 'lobby gay' en el Vaticano, cuya existencia
admitió en una conversación privada que trascendió. Así, además, rompía
un tabú que hasta solo meses antes, en pleno escándalo 'Vatileaks', se
negaba. Luego varios prelados han reconocido sin rodeos que hay
homosexuales en la Curia. Es un camino resbaladizo, pero ya está
abierto.
10º Los dos papas
«Es como tener al abuelo en casa»
El cambio por excelencia este año ha sido la convivencia de
dos pontífices. Ratzinger decidió, sabiamente, dejar el campo libre.
Pero la química con Francisco ha sido buena y entre los dos han
gestionado bien la situación, creando un precedente para el futuro.
Porque a partir de ahora dimitir será natural. Bergoglio lo explicó así:
«Algunos me dicen: '¿Pero no te molesta, él no te hace la revolución en
contra?' Yo encontré una frase para esto: es como tener al abuelo en
casa». Se han ido dosificando las apariciones de Ratzinger y, según ha
revelado esta semana, han pactado que deje su retiro y salga más.
En fin, el primer año de un Papa modesto que considera «ofensivo ser retratado como un supermán».
No hay comentarios:
Publicar un comentario