Siempre tuvo claro su programa reformista, que pasa esencialmente por
descongelar el Concilio Vaticano II. Por eso, 2014 será, a mi juicio,
el año en el que el papa Francisco concrete su hoja de ruta. Con
cambios profundos y radicales, con aperturas inusitadas, con decisiones
llamativas, con pasos firmes y seguros. Un año de la verdad. El año en
que se van a poner en marcha los mecanismos con los que Francisco quiere
llevar a cabo su revolución tranquila.
El Papa "del fin del mundo" se ha ganado el corazón de la opinión
pública y publicada desde su primera aparición en la logia pontificia. Apoyado en el escudo protector de la gente, que acude en masa a escucharlo todos los miércoles y domingos del año, se protege del "fuego amigo" de los sectores más conservadores de la Curia y del catolicismo mundial.
Sin provocarlos innecesariamente, pero tampoco sin dejarse paralizar
por sus críticas (implícitas o explícitas, pero siempre a la contra), el
Papa está activando un tsunami interno y externo, una nueva primavera de la Iglesia. Una primavera llamada a florecer en todas las estructuras y a todos los niveles eclesiales. Desde la cúpula a las bases.
Amén de sus gestos llamativos y de sus palabras que calan y llegan al
alma de la gente, Francisco comenzará a aplicar a la Iglesia, sin que
le tiemble el pulso, una hoja de ruta reformista, cuyo plan
detallado anunció el pasado 26 de noviembre, con la exhortación
apostólica "Evangelii Gaudium" (La alegría del Evangelio).
Aquel documento es el programa del "repara mi Iglesia en ruinas" del
santo de Asís retomado y concretado por el Papa Francisco. Una
revolución tranquila, pero revolución. Una clara ruptura. Un cambio de ciclo expresado en aquella célebre máxima bergogliana: "Primero el Evangelio y, después, la doctrina".
Es el paso de la tristeza a la sonrisa, de las normas a la libertad,
del rigorismo a la familiaridad, de la Iglesia-aduana a la Iglesia-casa.
Con flores en el porche, siempre abierta para todos y con una especial
predilección por los tirados en las cunetas del mundo y del sistema.
Francisco va a encarnar, durante el 2014, la vuelta al Concilio congelado durante más de 30 años,
para activar todas sus potencialidades. El regreso a la Iglesia
mosaico, más bella cuanto más plural. Un "aggiornamento" que recordará
mucho al del Papa Juan XXIII en los años 60 del siglo pasado.
De hecho, Francisco, al que muchos llaman ya el nuevo Papa Bueno, comenzó la renovación de la Iglesia por el propio papado.
Dando ejemplo. Haciendo lo que después pedirá a todos los demás.
Ejemplo de coherencia entre lo que predica y lo que vive. Por eso, no
volverá al Palacio apostólico, seguirá viviendo en la residencia de
Santa Marta. Y seguirá dedicando la mayor parte de su tiempo no a los
poderosos y al alto clero, sino al pueblo fiel, especialmente a los
niños, a los enfermos, a los desgraciados, a las causas nobles y justas.
2014 será el año para romperle el espinazo a la Curia como centro de poder.
Para eso convocó ya a todos los cardenales en Roma el próximo mes de
febrero. Arropado por ellos, les presentará el plan de reforma
consensuado previamente con el G8, el grupo de ocho cardenales de su
Consejo consultivo, dirigidos por el hondureño Maradiaga. Una reforma
que buscará sobre todo internacionalizar la Curia, descentralizarla,
redimensionar sus competencias y comenzar a construir una Iglesia mucho
más sinodal desde la cúpula. De hecho convirtirá el Sínodo de Obispos en
un organismo deliberativo y potenciará las conferencias episcopales,
como organismos colegiados de los obispos.
Algunos otros cambios
· Los laicos (la inmensa mayoría de fieles) comenzarán a
entrar en la Curia, para ocupar puestos de responsabilidad en todos los
escalafones eclesiásticos. Varios llegarán a presidentes de dicasterios,
especialmente de los más técnicos del campo económico, financiero y
social.
· El colegio cardenalicio dejará de ser de "príncipes de la
Iglesia", para transformarse en un senado de hombres sabios y de
reconocida espiritualidad, para ayudarle a gobernar la Iglesia. En
febrero, cuando se conozca la lista de los nuevos cardenales, podremos
encontrar en ella no sólo los arzobispos de las grandes urbes mundiales,
sino también teólogos y simples sacerdotes de reconocido prestigio
espiritual.
· Las mujeres (que no serán cardenales, por ahora) entrarán a
formar parte de los cargos más elevados de la Curia. Incluso podría
designar a alguna como presidenta de algún dicasterio romano.
· En 2014, Francisco podría reactivar el sueño de la unidad de los
cristianos, con un viaje histórico y significativo: la visita a Moscú, la tercera Roma, y su abrazo con Kiril, el Patriarca de todas las Rusias.
Quizás sea todavía demasiado pronto para conseguir el otro sueño de derribar el telón de bambú de la China comunista,
para convertirse en el primer Papa de la historia en pisar Pekín. Pero
esa visita está en su horizonte más cercano. Porque Asia será uno de los
pocos destinos de Francisco el próximo año. El futuro del mundo pasa
por ese gran continente y la Iglesia quiere hacerse cada vez más
presente en él. Sin competir apologéticamente con las grandes
tradiciones religiosas orientales, pero sumando esfuerzos para ofrecer
una fuente espiritual más que calme la sed de Dios, tan presente allí.
· Impondrá en la Santa Sede una transparencia económica total. Tanta que el Banco vaticano (IOR) podría convertirse en una banca ética.
· Cambio radical en el política de nombramientos episcopales.
Los elegidos dejarán de ser, como hasta ahora, grises, rígidos y sin
dotes pastorales, para pasar a buscarlos entre los curas con ilusión,
dedicación y entrega total. Los nuevos obispos se "casarán" con sus
diócesis y el Papa les aceptará la renuncia automáticamente a los 75
años, sin excepciones ni agravios comparativos.
· Se aprobará el acceso a los sacramentos para los divorciados vueltos a casar.
Y la primavera de Francisco seguirá floreciendo.
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