martes, 22 de abril de 2014

Grupos de fieles cuestionan la canonización del papa Juan Pablo II

CIUDAD DEL VATICANO.- La canonización de Juan Pablo II refleja el fervor que aún despierta entre los fieles el papa fallecido en 2005, aunque hay quienes cuestionan la celeridad del proceso y le reprochan sus posiciones conservadoras y su silencio ante las denuncias de abusos sexuales a niños.

Entre las mayores críticas al pontífice polaco, figuran también la severa condena a la teología de la liberación en América Latina y su excesivo poder personal acumulado en 27 años de reinado, según varios expertos.
Si bien era un papa que gozaba de una enorme popularidad en América Latina, la región con más católicos en el mundo, y que recorrió a lo largo y lo ancho, importantes sectores no le perdonan haber tratado con mano dura a los obispos y teólogos comprometidos con los sectores más pobres de la sociedad.
Muchos de ellos fueron obligados a dejar la docencia o fueron reemplazados por ultraconservadores, poco sensibles a las injusticias sociales y muy rígidos en asuntos morales.
“Era un adversario del comunismo por haberlo vivido en persona”, comentó el cardenal francés Georges Cottier, al explicar las razones de su oposición a la teología de la liberación, influida por el marxismo.
Un grupo de teólogos contestatarios deploró, en abril del 2011, que la beatificación del arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero, asesinado en 1980 por un comando de extrema derecha, permaneciera “bloqueada” en el Vaticano y que, en cambio, fuera beatificado el papa Juan Pablo II.
El teólogo italiano Giovanni Franzoni, quien fue clérigo de la basílica de San Pablo Extramuros, testimonió en el 2007 en el Vaticano contra la beatificación de Juan Pablo II, a quien no le perdona “el doloroso aislamiento” del obispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero, asesinado mientras oficiaba misa.
“Romero, de regreso en 1979 del Vaticano, quedó destruido, afligido tras la audiencia con el Papa. Decía que nunca se había sentido tan solo como después de ese encuentro”, contó hace tres años Franzoni.
El teólogo recordó que el Pontífice instó a Romero a “llegar a un acuerdo con el Gobierno”, algo impensable, ya que el obispo salvadoreño denunciaba en sus homilías dominicales las numerosas violaciones de los derechos humanos y manifestaba públicamente su solidaridad hacia las víctimas de la violencia política de su país.
En esos años, en pleno 1987, el papa polaco se asomó al balcón del palacio presidencial al lado del dictador chileno Augusto Pinochet, lo que fue considerado como una suerte de bendición a la dictadura.
Sin embargo, una de las críticas más fuerte es por no haber sabido o querido alejar de la Iglesia a los curas acusados e inclusive condenados por pederastia.
Para sus detractores, no tomó suficientes medidas, claras y firmes, cuando en el 2000 estalló el escándalo en Estados Unidos.
El hecho de no haber sancionado a eclesiásticos acusados de pederastia, como el cardenal austríaco Hans-Hermann Gröer y sobre todo al influyente religioso mexicano Marcial Maciel , fundador de los Legionarios de Cristo , figuran entre las grandes manchas de su pontificado.
Maciel, quien llevaba una doble vida, tuvo varios hijos y fue condenado por abusar sexualmente de varios jóvenes y hasta de sus propios hijos, fue recibido en el 2004 por el Pontífice, cuatro años antes de su muerte.
Para varios vaticanistas, el Papa estimaba que esas acusaciones eran calumnias, ya que Karol Wojtyla fue personalmente víctima de los sistemas empleados por el régimen comunista polaco para denigrar a la Iglesia.

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