martes, 29 de julio de 2014

El extraño viaje del Papa a Caserta

CIUDAD DEL VATICANO.- Francisco viajó a Caserta de nuevo, y quizá alguien pueda mirar la fecha del periódico pensando que hay un error, porque ya fue allí el sábado. Pero no, es que ha vuelto al mismo sitio a los dos días, y ya esto es una rareza para un pontífice. Que se recuerde, nunca había sucedido. Todo es curioso en este ir y venir de Caserta, y nace del peculiar carácter de Jorge Mario Bergoglio, propenso a la naturalidad. 

En realidad solo quería ir a esta ciudad cercana a Nápoles a ver a un amigo, pero él es el Papa y no puede moverse así como así. Además, es que ese amigo es un pastor protestante. Resultado: el obispo de Caserta se enteró de que iba el Papa y se quedó de piedra porque nadie le había dicho nada y encima se iba a ver a un protestante, de la competencia. Se armó un lío de despachos y al final ha tenido que hacer dos viajes.
El sábado Bergoglio aterrizó en Caserta y cumplió la habitual visita papal, con misa multitudinaria, y luego este lunes volvió a ver a su amigo de forma discreta. Aunque también esto ha sido sonado: es la primera vez que un Papa sale de Roma expresamente a visitar a un pastor protestante, un gesto mal visto por los sectores conservadores del catolicismo, que opinan que un pontífice no se puede rebajar así y cada vez tienen más atravesado a Francisco. 
Para colmo, la visita privada estaba prevista para el sábado 26 de julio, Santa Ana, patrona de Caserta, lo que aumentaba la ofensa. En resumen, en el Vaticano comprendieron pronto que el dichoso viaje podía convertirse en un problema, y de ahí la solución salomónica. De todos modos, el propio Francisco desactivó la tensión el sábado, otra vez con naturalidad, al encontrar al clero local. Les contó que no sabía nada de la fiesta patronal y cuando se enteró pensó: «Al día siguiente en los periódicos pondrá que en la fiesta patronal de Caserta el Papa fue donde los protestantes. ¿Un bonito título, no? Y por eso luego hemos arreglado la cosa».
Pero pasado el sábado, lo de ayer tiene más miga. Este pastor protestante, Giovanni Traettino, amigo del Papa desde que se conocieron en 2006 en Buenos Aires, es un evangélico pentecostal, una rama de esta confesión que frecuentemente desde la Iglesia se desdeña como grupos de sectas y que se ve con aprensión porque en Latinoamérica, con sus misas pachangueras, registran una gran expansión. 
Pero por eso mismo Bergoglio las conoce bien y ayer, con su visita, rompió de forma sorprendente un prejuicio que hasta ayer mismo era casi institucional en el Vaticano: negó que sean sectas. Es un giro radical en la postura oficial de la Iglesia, de implicaciones imprevisibles. Una cosa son las solemnes relaciones con los anglicanos serios de Westminster, y otra con esta galaxia de grupos variopintos guiados en ocasiones por personajes dudosos.
Es otro golpe de efecto de Francisco, que no pierde de vista que se trata de 600 millones de fieles y que tienen puntos de contacto en el catolicismo en los grupos carismáticos. De hecho, el pasado 1 de junio presidió en Roma un encuentro de 50.000 personas del movimiento Renovación del Espíritu y durante ese mes encontró varios líderes evangélicos de Estados Unidos.
«Algunos se sorprenden de que el Papa haya venido a encontrar a los evangélicos. He venido a encontrar a los hermanos. Es una tentación decir: yo soy la Iglesia, tú eres la secta. Jesús ha rezado por la unidad. El Espíritu Santo hace la diversidad en la Iglesia y luego hace la unidad, la Iglesia es una en la diversidad», dijo en un discurso improvisado en un encuentro con unos 300 fieles de esta confesión, que le acogieron con aplausos.
Bergoglio se presentó maletín en mano, como quien va a una reunión de trabajo, y aún tenía una sorpresa más. Deslizó en su discurso una petición de perdón por un episodio histórico italiano, las delaciones de algunos curas durante el fascismo a pentecostales, entonces prohibidos por el régimen: «Entre los que persiguieron y denunciaron pentecostales, como si fueran locos que arruinaban la raza, había también católicos. Yo soy el pastor de los católicos y os pido perdón». 
Su amigo le dio la bienvenida emocionado: «En nombre de todos le digo que le queremos. Ha venido a encontrar al hermano allá donde está y así como es, demostrando una gran valentía».

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