CIUDAD DEL VATICANO.- En la misa en Santa Marta, Francisco dirige hoy sus pensamientos a los que
están pagando las consecuencias de la pandemia del coronavirus,
especialmente quienes no tienen casa.
La antífona de entrada del jueves de la quinta semana de Cuaresma,
que el Papa lee al comienzo de la misa de hoy en Santa Marta, es una
invitación a tenerla mirada fija en Jesús, una esperanza que no
defrauda: "Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los
hombres, a fin de que, habiendo muerto para redención de los pecados
cometidos en la primera Alianza, los que son llamados reciban la
herencia eterna que ha sido prometida". (Heb 9,15). Francisco, al
introducir la celebración, reza especialmente por los sin techo:
Estos días de dolor y tristeza ponen de manifiesto tantos problemas
ocultos.
En el periódico, hoy, hay una foto que golpea el corazón:
tantas personas sin hogar en una ciudad tiradas en un estacionamiento,
bajo observación... hay tantas personas sin hogar hoy. Pidamos a Santa
Teresa de Calcuta que despierte en nosotros un sentido de cercanía a
tantas personas que en la sociedad, en la vida normal, viven escondidas
pero, como los sin techo, en el momento de la crisis, se destacan de
esta manera.
En su homilía, Francisco comenta las lecturas de hoy, tomadas del
libro del Génesis (Gn 17, 3-9) y del Evangelio de Juan (Jn 8, 51-59) que
tienen como centro la figura de Abraham, la alianza con Dios y el nuevo
anuncio de Jesús que viene a "rehacer" la creación perdonando nuestros
pecados. Nosotros somos cristianos", dijo, "porque hemos sido elegidos,
escogidos y hemos recibido una promesa de fecundidad, a la que debemos
responder con fidelidad a la alianza. Nuestros pecados están en contra
de estas tres dimensiones: no aceptar la elección adorando ídolos, no
esperar en la promesa y olvidar la alianza. Que el camino del cristiano,
concluyó, sea aquel de ser consciente de la elección, de la alegría de
ir hacia una promesa y de la fidelidad en el cumplir la alianza".
El texto de la homilía
El Señor siempre ha recordado su alianza. Lo repetimos en el Salmo
Responsorial. El Señor no olvida, nunca olvida. Sí, sólo olvida en un
caso, cuando perdona los pecados. Después de perdonar pierde la memoria,
no recuerda sus pecados. En otros casos Dios no olvida. Su fidelidad es
memoria. Su fidelidad a su pueblo. Su fidelidad a Abraham es el
recuerdo de las promesas que hizo.
Dios eligió a Abraham para hacer un
camino. Abraham es un elegido, era un elegido. Dios lo eligió. Luego en
esa elección le prometió una herencia y hoy, en el pasaje del Libro del
Génesis, hay un paso más. En cuanto a ti, mi alianza es contigo.
La
alianza. Una alianza que le hace ver a lo lejos su fecundidad: te
convertirás en el padre de una multitud de naciones. La elección, la
promesa y la alianza son las tres dimensiones de la vida de fe, las tres
dimensiones de la vida cristiana.
Cada uno de nosotros es un elegido, nadie elige ser cristiano entre
todas las posibilidades que le ofrece el "mercado" religioso. Somos
cristianos porque hemos sido elegidos. En esta elección hay una promesa,
hay una promesa de esperanza, el signo es la fecundidad: "Abraham serás
padre de una multitud de naciones y serás fecundo en la fe".
Tu fe
florecerá en las obras, en las buenas obras, en las obras de fecundidad
también, una fe fecunda. Pero debes - el tercer paso - observar la
alianza conmigo".
Y la alianza es fidelidad, ser fiel. Hemos sido
elegidos, el Señor nos ha dado una promesa, ahora nos pide una alianza.
Una alianza de fidelidad.
Jesús dice que Abraham se regocijó pensando, viendo su día, el día de
la gran fecundidad, aquel hijo suyo - Jesús era el hijo de Abraham -
que vino a rehacer la creación, que es más difícil que hacerla, dice la
liturgia - vino a redimir nuestros pecados, a liberarnos.
El cristiano es cristiano no para que pueda hacer ver la fe del
bautismo: la fe del bautismo es un papel. Tú eres cristiano si dices que
sí a la elección que Dios ha hecho de ti, si vas detrás de las promesas
que el Señor te ha hecho y si vives una alianza con el Señor: esta es
la vida cristiana. Los pecados del camino están siempre en contra de
estas tres dimensiones: no aceptar la elección y nosotros "elegir"
tantos ídolos, tantas cosas que no son de Dios. No aceptar la esperanza
en la promesa, ir, mirar de lejos las promesas, incluso muchas veces,
como dice la Carta a los Hebreos, saludándolas de lejos y hacer que las
promesas estén hoy con los pequeños ídolos que nosotros hacemos, y
olvidar la alianza, vivir sin alianza, como si estuviéramos sin alianza.
La fecundidad es la alegría, esa alegría de Abraham que vio el día de
Jesús y se llenó de alegría. Esta es la revelación que la palabra de
Dios nos da hoy sobre nuestra existencia cristiana. Que sea como aquella
de nuestro Padre: consciente de ser elegido, gozoso de ir hacia una
promesa y fiel en el cumplimento de la alianza.
El Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitando a hacer la comunión espiritual.
La oración recitada por el Papa
“Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el
Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo
vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora
sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si
ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no
permitas que jamás me aparte de Ti. Amén”.
Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la
antigua antífona mariana Ave Regina Caelorum ("Ave Reina del Cielo"):
“Salve, Reina de los cielos, y Señora de los ángeles; salve, raíz;
salve, puerta que dio paso a nuestra luz. Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella; salve, oh hermosa doncella, ruega a Cristo por
nosotros”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario