MADRID.- La renuncia, en 2006, de Benedicto XVI al título de ‘Patriarca
de Occidente’, anticipado por un periódico local de Venecia, fue visto
como una gran gesto de sensibilidad ecuménica por todos en cuanto vio la
luz la correspondiente edición del Anuario Pontificio. Ahora, un nuevo cambio no ha pasado desapercibido en la guía que elabora el equipo estadístico de la Santa Sede para la Secretaría de Estado, a juicio de Vida Nueva.
En el Anuario Pontificio de 2020, el papa Francisco ha relegado a una nueva sección llamada ‘Títulos históricos’ algunas denominaciones como la de “Vicario de Jesucristo, sucesor
del príncipe de los apóstoles, sumo pontífice de la Iglesia universal,
primado de Italia, arzobispo y metropolitano de la provincia romana,
soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano y siervo de los siervos de
Dios”, según se lee en una de las primeras de sus más de 2.300 páginas.
Mientras, en un breve texto con alguna de las fechas
principales de su itinerario vital se habla de su “elección al
Pontificado” y su ministerio se presenta como “Pastor universal de la Iglesia”. En la referencia a la diócesis de Roma es, además, presentado como obispo de esta Iglesia local.
“Barbaridad teológica” es el calificativo que aparece en el
titular de la valoración escrita que el cardenal Gerhard Müller ha
publicado en el diario alemán ‘Die Tagespost’. Aunque reconoce que el anuario no es fuente magisterial de primer orden y que “todos los títulos esenciales del Papado han crecido en la Iglesia, y aún más los insignificantes”, detalles
como este, a su juicio, hacen que “los elementos esenciales de la
doctrina católica de la primacía se devalúan como accesorios
históricos”, aunque se asegure manteniendo la lista de sucesores de
Pedro.
“Es una barbaridad teológica devaluar los títulos del Papa
‘Sucesor de Pedro, Vicario de Cristo y Cabeza visible de toda la
Iglesia’ como mero lastre histórico”, asegura Müller tirando de la
eclesiología del Vaticano II.
“Los católicos tienen el derecho,
enraizado en la fe divina y católica, de entender el papado en general y
hoy en día el pontificado del papa Francisco a la luz del Concilio
Vaticano II. Solo con mucho humor e ironía se puede soportar el diletantismo teológico de los estadísticos, aunque vuelva a ser alabado por los interesados llenos de hipocresía como signo de gran humildad”, concluye.
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