CIUDAD DEL VATICANO.- Este 3 de mayo, IV
Domingo de Pascua, Domingo del Buen Pastor, en la Misa en la Casa Santa
Marta, el Santo Padre pidió por los sacerdotes y médicos que han
perdido la vida por cuidar a las personas contagiadas en este tiempo
caracterizado por la pandemia. En su homilía, el Papa recordó que Jesús
es el Buen Pastor que escucha al rebaño, lo guía, lo cuida, y la grey
sabe distinguir entre los pastores y los bandidos, por ello, el rebaño
confía en el Buen Pastor, Jesús.
En la Misa matutina celebrada – y transmitida en vivo – en la Capilla
de la Casa Santa Marta, este IV Domingo de Pascua, Domingo del Buen
Pastor y Día Mundial de Oración por las Vocaciones, el Papa Francisco
pidió por los sacerdotes y médicos:
“Tres semanas después de la Resurrección del Señor, la Iglesia hoy
en el Cuarto Domingo de Pascua celebra el Domingo del Buen Pastor,
Jesús el Buen Pastor. Esto me hace pensar en tantos pastores que en el
mundo dan su vida por los fieles, incluso en esta pandemia, muchos, más
de 100 aquí en Italia han fallecido. También pienso en otros pastores
que se preocupan por el bien de la gente, los médicos. Se habla de los
médicos, de lo que hacen, pero hay que tener en cuenta que, sólo en
Italia, han fallecido 154 médicos, en un acto de servicio. Que el
ejemplo de estos pastores, sacerdotes y pastores médicos, nos ayude a
cuidar del santo pueblo fiel de Dios”.
La acción de gracias – que llega a la 50ª celebración Eucarística en
directo desde la Capilla de la Casa Santa Marta, desde el 9 de marzo –
es un signo de la cercanía del Papa Francisco al pueblo de Dios que en
muchas partes del mundo no puede asistir a Misa debido a la emergencia
del coronavirus.
En su homilía, el Pontífice comentó la Primera carta de
San Pedro (2, 20b-25) en la que el apóstol dice que por las llagas de
Jesús fuimos sanados. Jesús es el pastor que viene a salvar a las ovejas
perdidas. El Evangelio de hoy (Jn 10,1-10) habla de la puerta por la
que se entra en el rebaño.
En la historia de la Iglesia – afirmó el Papa
– han habido muchos falsos pastores que explotaron el rebaño porque
querían dinero, carrera. Pero la grey los conoce y busca a Dios por sus
caminos. El buen pastor escucha al rebaño, lo guía, lo cuida, y el
rebaño sabe distinguir entre los pastores, no se equivoca, el rebaño
confía en el Buen Pastor, Jesús. Por ello, el estilo de Jesús debe ser
el estilo del pastor.
El buen pastor es gentil y tierno, no se defiende,
tiene esa ternura de la cercanía, conoce a las ovejas por su nombre y
cuida de cada una de ellas como si fuera la única. Este domingo es un
hermoso domingo, de paz y ternura porque el buen pastor nos cuida, como
dice el Salmo 22: "El Señor es mi pastor, nada me faltará".
Homilía íntegra
La Primera carta del apóstol Pedro, que hemos escuchado, es un
paso de serenidad. Habla de Jesús. Dice: “Él llevó nuestros pecados en
su cuerpo sobre la madera de la cruz, para que, no viviendo ya para el
pecado, vivamos para la justicia; gracias a sus llagas hemos sido
sanados. Ustedes andaban como ovejas perdidas, pero ahora han vuelto al
pastor y guardián de sus almas”. Jesús es el pastor – así lo ve Pedro –
que viene a salvar, a salvar a las ovejas descarriadas: eso éramos
nosotros. Y en el Salmo 22 que leímos después de esta lectura,
repetimos: "El Señor es mi pastor, nada me faltará". La presencia del
Señor como pastor, como pastor del rebaño. Y Jesús, en el capítulo 10 de
Juan, que hemos leído, se presenta como el pastor. En efecto, no sólo
el pastor, sino la "puerta" por la que se entra en el rebaño. Todos los
que vinieron y no entraron por esa puerta eran ladrones o bandidos o
querían aprovecharse del rebaño: los falsos pastores. Y en la historia
de la Iglesia ha habido muchos de estos que explotaron el rebaño. No les
interesaba la grey, sino sólo hacer una carrera o la política o el
dinero. Pero el rebaño los conocía, siempre los conoció e iba a buscar a
Dios en sus caminos.
Pero cuando hay un buen pastor, hay un rebaño que sigue adelante,
que continúa. El buen pastor escucha al rebaño, conduce al rebaño, cura
al rebaño. Y la grey sabe distinguir entre los pastores, no está mal: el
rebaño confía en el buen pastor, confía en Jesús. Sólo el pastor que se
parece a Jesús da confianza al rebaño, porque Él es la puerta. El
estilo de Jesús debe ser el estilo del pastor, no hay otro. Pero también
Jesús, el buen pastor, como dice Pedro en la primera lectura: "Sufrió
por ti, dejándote un ejemplo, para que sigas sus pasos: no cometió
pecado y no encontró engaño en su boca; fue insultado, no respondió con
insultos, fue manso, no amenazó con la venganza".
Uno de los signos del buen pastor es la mansedumbre, es la
mansedumbre. El buen pastor es manso. Un pastor que no es manso no es un
buen pastor. Tiene algo escondido, porque la mansedumbre se muestra tal
cual es, sin defenderse. Por el contrario, el pastor es tierno, tiene
esa ternura de la cercanía, conoce a las ovejas una a una por su nombre y
cuida de cada una como si fuera la única, hasta el punto de que cuando
llegan a casa después de un día de trabajo, cansados, se da cuenta de
que le falta una, sale a trabajar otra vez para buscarla y... la lleva
consigo, la lleva sobre sus hombros. Este es el buen pastor, este es
Jesús, este es quien nos acompaña en el camino de la vida, a todos. Y
esta idea del pastor, y esta idea del rebaño y las ovejas, es una idea
pascual. La Iglesia en la primera semana de Pascua canta ese hermoso
himno para los recién bautizados: "Estos son los nuevos corderos", el
himno que escuchamos al comienzo de la Misa. Es una idea de comunidad,
de ternura, de bondad, de mansedumbre. Es la Iglesia que quiere a Jesús y
Él cuida esta Iglesia.
Este domingo es un hermoso domingo, es un domingo de paz, es un
domingo de ternura, de mansedumbre, porque nuestro pastor nos cuida. "El
Señor es mi pastor, nada me faltará"..
La comunión espiritual, adoración y bendición Eucarística
Finalmente, el Papa terminó la celebración con la adoración y la
bendición Eucarística, invitando a todos a realizar la comunión
espiritual con esta oración:
“Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo
Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en
mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven al
menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te
abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de
Ti. Amén”.
Antes de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona mariana que se canta en el tiempo pascual, el Regina Coeli.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.
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