JERUSALÉN.- Miles de cristianos de todo el mundo rememoraron este Viernes Santo el "viacrucis"
de Jesucristo en la Vía Dolorosa de Jerusalén, un recorrido establecido
por Santa Helena en el siglo IV en el que este viernes de Pasión se
podían observar tantas cruces como armas.
Desde primera hora de la mañana, efectivos de la Policía y del Ejército de Israel
tomaron los principales accesos a la ciudad vieja y cerraron al paso
múltiples calles, en particular aquellas en las que se cruzaban los
accesos a los lugares santos islámicos y judíos con la devota arteria
cristiana.
"Han cortado mucho, y aunque hoy estamos pasando muy
bien, han cortado muchas calles, y mucha gente que quería venir no ha
podido", explicó el padre Artemio, uno de los clérigos más
veteranos en Tierra Santa.
Rodeado de los frailes de su orden, y seguidos todos ellos por fieles peregrinos llegados desde lugares como España, Colombia, Rusia o Filipinas, el franciscano aprovechó la oración de la Quinta Estación -Jesús encuentra al Cirineo- para establecer un paralelismo entre los acontecimientos de entonces y la actualidad.
"Una
ciudad de la paz que estamos siempre en guerra. Una ciudad de la paz
donde hay tensión. Y en esto yo creo que hay que hacer ver que, a pesar
de todo, aquí nos juntamos todos, judíos, cristianos, musulmanes, unos
que van a rezar, otros que vienen a rezar y se puede convivir en paz",
afirmó.
"En esta ciudad, que es la ciudad de la paz, basta con que
pongamos algo de nuestra parte", agregó el padre Artemio, quien deseó
que la visita del papa Francisco, prevista para finales de mayo, sirva
para traer también unidad a las diversas corrientes e iglesias del cristianismo.
El
recorrido entre la Cuarta Estación -Jesús habla con su madre- y la
Quinta es uno de los puntos más conflictivos del "viacrucis", ya que
transcurre por un sector de la ciudad que musulmanes y judíos recorren
igualmente los viernes, los unos para llegar a la mezquita de Al Aqsa y
los otros al muro de las Lamentaciones.
Allí, se vivieron este
Viernes de Dolores momentos de tensión y fervor, con colisiones entre
los soldados israelíes que trataban de evitar aglomeraciones y
peregrinos que se agolpaban sobre las paredes para que las cruces
compradas metros antes se bendijeran en el trozo desgastado de pared
que, según la fe, tocó Cristo.
"Es una vergüenza, han venido desde muy lejos para rezar a nuestro señor.
Apartaos", gritaba una monja rusa ortodoxa a dos soldados que obligaban
a los fieles a circular y les impedían detenerse unos instantes en el
mismo lugar en el que la tradición cristiana fija el diálogo con Simón
el Cirineo.
Apenas cien metros más arriba, ajeno a las discusiones
y a las voces, Juan, un colombiano, observaba con fervor como los
padres franciscanos rezaban frente a la Iglesia que recuerda el paño de
la Verónica sobre el rostro de Jesús ensangrentado.
Llegados a la iglesia del Santo Sepulcro, el
fervor -y el dispositivo de seguridad- cobraban este viernes un grado
inusitado, con miles de peregrinos luchando contra el calor, los
empujones, los soldados y la estrechez de la puerta que conduce a la
plaza del calvario.
"Nada que la fe que nos acompaña no pueda
derribar. Sufrimos, pero más sufrió el Señor y le acompañamos así en su
agonía", explicaba sin un átomo de malestar una monja etíope llegada
desde el cuerno de África para rezar en Jerusalén.
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