lunes, 1 de marzo de 2021

Mujeres en el Vaticano


BARCELONA.- La religiosa francesa Nathalie Becquart, recién nombrada subsecretaria del Sínodo de los Obispos por el papa Francisco, ha ingresado en un grupo aún muy exiguo: el de las mujeres con voz y voto en el Vaticano. Becquart, javeriana de 52 años, trabaja ahora codo con codo con el otro subsecretario, el agustino español Luis Marín, nombrado como ella el pasado 6 de febrero, según recuerda el periódico La Vanguardia

En la frondosa curia romana, el nombre y peso de un cargo en cada dicasterio (órgano equivalente a un ministerio en un gobierno civil) puede variar ligeramente, y eso no ayuda en el recuento. Hecho este aviso, 21 personas tienen cargo de subsecretario, y de ellas solo cinco son mujeres.

Aparte de Becquart, las otras subsecretarias son: la jurista italiana Francesca Di Giovanni, desde el 2020 al frente de la diplomacia multilateral en la sección de Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado; la española Carmen Ros Nortes, religiosa de la Consolación, subsecretaria desde el 2018 en la Congregación de la Vida Consagrada; y las laicas italianas Gabriella Gambino y Linda Ghisoni, que desde el 2017 ejercen de subsecretarias del Dicasterio de Laicos, Familia y Vida.

Un reproche habitual a los análisis sobre dinámicas vaticanas es que acuden a categorías del ámbito secular para asuntos que poseen un componente religioso clave. La dimensión de servicio, por ejemplo, quedaría así oscurecida al subrayarse otros aspectos más políticos , como el poder o la visibilidad pública. 

Tal vez. Pero si Francisco ha lanzado tan sonoras alertas sobre los males del clericalismo, se colige que conceptos terrenales como quién tiene poder y quién participa en la toma de decisiones forman parte de su visión de cómo debería ser la Iglesia católica del siglo XXI. Más mujeres en órganos jurisdiccionales es una vía crucial hacia ese objetivo.

En la curia romana, los subsecretarios ocupan el tercer lugar; los secretarios obviamente el segundo; y los prefectos o presidentes –casi siempre cardenales–, el primero. Algunos dicasterios tienen a más de una persona por subsecretaría. En el hipermasculinizado universo eclesial, ser número tres en un dicasterio siendo mujer supone situaciones como que la subsecretaria Francesca Di Giovanni coordina a nuncios (embajadores), es decir, hombres que son obispos.

En mi época de corresponsal en Roma (2003-2009), un afable monseñor me confesó “qué paradójico” –usó ese adjetivo– había sido para todos ellos ver a la Guardia Suiza cuadrarse ante sor Enrica Rosanna, nombrada subsecretaria de Vida Consagrada en el 2004 por Juan Pablo II. No era en realidad la primera; de 1967 a 1976 la teóloga australiana Rosemary Goldie fue subsecretaria del entonces Consejo de Laicos.

Señal de que nombrar mujeres implica vencer férreas resistencias es que Francisco ha optado por desdoblar tareas en las subsecretarías, como ya hizo Juan Pablo II para nombrar a Rosanna. Así, Becquart, Ros Nortes y Di Giovanni comparten nivel con un subsecretario varón; y Gambino y Ghisoni están juntas en el mismo dicasterio.

Nada parece obligar a que los dos niveles superiores (secretario y prefecto o presidente) sean para sacerdotes. El propio Papa lo mostró en el 2018 al nombrar a un laico, el periodista italiano Paolo Ruffini, prefecto del Dicasterio de la Comunicación. El tiempo dirá si Francisco ahonda en esa línea designando secretarias y prefectas.

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