ASÍS.- Familia a resguardo de la cultura de lo provisional y Evangelio “que hay
que anunciar, si es necesario, también con las palabras”. Son los
últimos mensajes que deja en Asís el Papa Francisco. Los entrega a
cuarenta mil personas en Santa María de los Ángeles, todos jóvenes, que
llegados de las ocho diócesis umbras -pero seguramente había algún
“infiltrado”, dado que había pancartas hasta en inglés-, le esperaron
desde las primeras luces del alba, acampados en los prados ante la
basílica.
El encuentro tuvo lugar cuando anochecía una jornada exigente,
condensada en doce intensísimas horas. Los acontecimientos se sucedieron
sin solución de continuidad. El Papa no escatimó. Estuvo siempre entre
la gente, en el sentido literal de la palabra. Y tal vez fueron muchos
más los que consiguieron al menos rozarle que quien no pudo hacerlo.
Dieciséis los lugares más significativos ligados a la memoria de san
Francisco y de santa Clara visitados o ante los cuales el Papa se detuvo
en oración; cientos y cientos las personas que pasaron ante él en un
imprescindible, nunca apresurado, “besamanos”; difícil además
cuantificar las personas a las que el Pontífice se acercó
espontáneamente, abrazándolas, besándolas o simplemente para
acariciarlas. Un número seguramente de tres cifras. Seis los discursos
pronunciados, algunos radicalmente nuevos respecto a los preparados;
otros enriquecidos con muchas improvisaciones; uno, el de las clarisas,
pronunciado directamente con palabras espontáneas. Todos extremadamente
ricos, densos de significado, destinados a permanecer en la memoria
también gracias a bromistas, pero siempre apropiadas expresiones. El
rostro del Papa Francisco, constantemente abierto a la sonrisa, fue el
espejo de una alegría interior profundamente vivida. Una jornada que
verdaderamente tuvo su síntesis en las palabras de una pancarta expuesta
en el campo deportivo de Rivotorto, desde donde el Papa regresó al caer
la tarde. Estaba escrito: “Francisco, has hecho gol en nuestros
corazones”.
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