CIUDAD DEL VATICANO.- En una larga reflexión sobre la pandemia, publicada este sábado, el papa Francisco
advierte que «este momento que estamos viviendo ha puesto en crisis
muchas certezas. Nos sentimos más pobres y débiles porque hemos
experimentado el sentido del límite y la restricción de la libertad», según recoge Abc de Madrid.
Según Francisco, la pandemia de coronavirus «llegó de repente y nos
pilló desprevenidos, dejando una gran sensación de desorientación e
impotencia».
Como
consecuencia positiva, en cambio, el Papa menciona que «hemos madurado
la exigencia de una nueva fraternidad, capaz de ayuda recíproca y estima
mutua. Este es un tiempo favorable para volver a sentir que nos
necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y
por el mundo».
En su mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres,
que se celebrará el 15 de noviembre, Francisco repite su alerta de 2013
frente a «la globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos
volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya
no lloramos ante el drama de los demás».
Según
el Papa, en estos momentos «las malas noticias son tan abundantes en
las páginas de los periódicos, los sitios de internet y las pantallas de
televisión, que nos convencen que el mal reina soberano», pero en
realidad «no es así», pues podemos observar mucho bien.
El Santo Padre cita «la mano tendida del médico que
se preocupa por cada paciente tratando de encontrar el remedio
adecuado» o «la mano tendida de la enfermera y del enfermero que, mucho
más allá́ de sus horas de trabajo, permanecen para cuidar a los
enfermos».
También «la mano tendida del farmacéutico,
expuesto a tantas peticiones en un contacto arriesgado con la gente. La
mano tendida del sacerdote que bendice con el corazón desgarrado. La
mano tendida del voluntario que socorre a los que viven en la calle y a
los que, a pesar de tener un techo, no tienen comida».
Igualmente, «la mano tendida de hombres y mujeres
que trabajan para proporcionar servicios esenciales y seguridad. Y
otras manos tendidas que podríamos describir hasta componer una letanía
de buenas obras. Todas estas manos han desafiado el contagio y el miedo
para dar apoyo y consuelo».
Por
desgracia, al mismo tiempo «hay manos tendidas para acumular dinero con
la venta de armas» y «manos tendidas que en las sombras intercambian
dosis de muerte para enriquecerse. Hay manos tendidas que intercambian favores ilegales por ganancias fáciles y corruptas. Y también hay manos tendidas que, en el puritanismo hipócrita, establecen leyes que ellos mismos no observan».
El
Papa invita a «reconocer que toda persona, incluso la más indigente y
despreciada, lleva impresa en sí la imagen de Dios» y asegura que
prestar ayuda trae consigo «el don de la bendición divina, atraída por
la generosidad que se practica hacia el pobre».
Francisco
advierte que «el tiempo que se dedica a la oración nunca puede
convertirse en una coartada para descuidar al prójimo necesitado. La
bendición del Señor desciende sobre nosotros y la oración logra su
propósito cuando va acompañada del servicio a los pobres».
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