MADRID.- Papas, cardenales, basílicas. Desde hace siglos el poder, la influencia y la comunicación acerca de la Santa sede es motivo de atracción en todo el planeta.
La fuerza simbólica del país más pequeño del mundo es, de forma
paradójica, inversamente proporcional a la fuerza de su mensaje: da
igual que sea religioso o geopolítico, según cada ocasión. El
funcionamiento del Vaticano y la acción de los papas, para muchos,
siempre será un misterio. Lo cual se está traduciendo en una enorme
producción audiovisual, vinculada al cine y a la series de televisión. El Vaticano está de moda.
El atractivo moderno y a la vez místico de la serie The New Pope (2020), secuela de The Young Pope (2016), ambas del director de La Gran Belleza, Paolo Sorrentino;
ha fascinado a los seriéfilos de todo el mundo a la hora de contar la
historia de dos pontífices, hipotéticos y muy distintos, como el
comedido Juan Pablo III (John Malkovich) frente a una auténtica estrella
del rock como Pío XIII (Jude Law). A principios de este año 2020, The New Pope se ha convirtió, por ejemplo, en la serie italiana más popular en Estados Unidos. Por delante de Gomorra y Los Médici.
Los Dos Papas (2019) ha sido otro de los grandes fenómenos
cinematográficos recientes en relación a la vida dentro de las murallas
leoninas del Vaticano. En este caso, el film de Fernando Meirelles no
es el resultado de un trabajo de pura ficción, ya que se inspira e
interpreta libremente los hechos relativos a la renuncia de Benedicto
XVI como pontífice de la Iglesia Católica y a la sucesiva toma de
posesión como obispo de Roma de Francisco como primer papa sudamericano
de la historia.
En la película de Meirelles, se ilustró una casi excelente relación
entre Ratzinger y Bergoglio. A lo largo de toda la obra, ambos
pontífices se confiesan mutuamente su perspectiva acerca del futuro del
catolicismo, en un contexto donde los casos de abusos dentro de la
Iglesia era una lacra que impedía a Benedicto XVI seguir al frente del
barco de Pedro. En términos de opinión pública, fueron muy llamativas
las imágenes del cartel del largometraje colgado en la conocidísima Via
de la Conciliación, la avenida que lleva recto a la Basílica de San
Pedro. Una de las curiosidades relativas a ese póster, colocado justo al
lado del Vaticano, es que es propiedad de Propaganda Fide, antiguo nombre de la actual Congregación para la Evangelización de los Pueblos, institución que tiene como objetivo de propagar de la fe católica en todo el mundo, también a través de las misiones.
Paradójicamente, la supuesta buena relación entre los actuales papas
–uno de ellos, Ratzinger, como pontífice emérito– fue puesta en duda tan
sólo unas semanas después de su estreno en Netflix. A mediados de
enero, el Vaticano vivió tres días de fuego cuando Benedicto XVI,
decidió retirar su firma del libro Desde el profundo de nuestro corazón,
que él no había escrito, pero que sí estaba a punto de publicar a
cuatro manos con el cardenal Robert Sarah, líder de los conservadores.
En el libro, Sarah iba a criticar la postura del Papa Francisco en
materia de celibato sacerdotal. En el contenido de la publicación,
adelantado por el diario francés Le Figaro, se iba a leer que Benedicto
XVI "no podía callar" acerca de este tema. Al final, Benedicto XVI pidió
al cardenal conservador Robert Sarah que quitara su nombre como coautor
del libro. El problema, hasta que se aclaró, se vio como una injerencia
contra el Papa Francisco. Algo que, finalmente, no ocurrió. Igualmente,
durante 72 horas, la realidad estuvo a punto de superar la ficción.
Uno de los ejemplos más evidentes relativos a la presencia de lo católico en la televisión italiana es la conocida serie Don Matteo, que lleva ya 12 temporadas y 20 años emitiéndose en prime time de la cadena pública Rai 1,
el principal canal de televisión transalpino. La serie, actual y a la
vez costumbrista, está ambientada en la localidad umbra de Spoleto,
donde el célebre actor italiano Terence Hill interpreta un
apuesto sacerdote de pueblo dispuesto a ayudar –o adelantarse– a los
carabinieri locales para resolver los casos que las fuerzas del orden
tengan que investigar.
Lo realmente sorprendente acerca de esta longeva serie es su éxito,
incluso en sus últimas temporadas. No obstante el gran público esté más
que familiarizado con el personaje eclesiástico, los espectadores
transalpinos siguen premiando dicha serie a través de unas altísimas
audiencias, con más de 7 millones de espectadores, equivalentes en Italia a más del 26% de cuota de pantalla.
Unas cifras realmente excepcionales, teniendo en cuenta la gran
competencia de las plataformas por satélites y los contenidos bajo
demanda a través de Internet. ¿Dónde radica el éxito laico de un cura en la televisión italiana? Recientemente, el periódico transalpino La Repubblica
dio pistas acerca de ello: "Spoleto se propone come la capital moral de
una Italia pacificada, un oasis atemporal, un lugar donde durante dos
horas nadie ofende a nadie. Ni en vivo, ni detrás de los teclados", según crónica de Público.
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