CIUDAD DEL VATICANO.- Este domingo 28 de junio el Papa Francisco ha rezado la oración del
Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico que da a la Plaza de San
Pedro. “Jesús pide a sus discípulos que tomen en serio las exigencias
del Evangelio, incluso cuando esto requiere sacrificio y esfuerzo” ha
dicho el Obispo de Roma.
El verano ya se ha instalado en la ciudad de Roma. El Papa Francisco
se ha dirigido a varios centeneras de personas diseminadas por la amplia
Plaza de San Pedro, respetando así la normativa sanitaria para
enfrentar el Covid-19.
El Papa Francisco retomando el Evangelio de Mateo 10, 37-42 afirmó
que “Jesús pide a sus discípulos que tomen en serio las exigencias del
Evangelio, incluso cuando esto requiere sacrificio y esfuerzo”.
De esta
afirmación se desprenden tres planteamientos para aquellos que quieren
seguirle: situar el amor a Jesús por encima del amor familiar; seguir a Jesús implica cargar con la propia cruz y la libertad que surge la renuncia a sí mismo, permite experimentar la generosidad y gratitud de Dios.
El amor a Jesús por encima del amor familiar
El Papa al referirse al texto del versículo 37, «El que ama a su
padre o a su madre, […] a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno
de mí», explica que “Jesús ciertamente no pretende subestimar el amor a los padres y a los hijos,
pero sabe que los lazos de parentesco, si se ponen en primer lugar,
pueden desviarse del verdadero bien. Lo vemos: algunas corrupciones en
los gobiernos, vienen precisamente porque el amor al parentesco es mayor
que el amor al país y ponen a los familiares a cargo.
El Papa plantea una posible situación de contraste e insiste:
“Cuando, por el contrario, el amor a los padres y a los hijos está
animado y purificado por el amor del Señor, entonces se hace plenamente
fecundo y produce frutos de bien en la propia familia y mucho más allá
de ella”.
En este contexto, el Papa nos invita a tener presente un detalle
importante que ya aparece en el Evangelio: “Recordemos también cómo
Jesús reprocha a los doctores de la ley que hacen que a los padres les
falte lo que necesitan con el pretexto de darlo al altar, de darlo a la
Iglesia. ¡Él les reprocha! [...] El verdadero amor a Jesús requiere el
verdadero amor a los padres, a los hijos, pero si desde el principio
buscamos el interés de la familia, esto siempre nos lleva por el camino
equivocado”.
No hay amor verdadero sin una cruz
En segundo lugar, Francisco, citando el versículo 38, «El que no toma
su cruz y me sigue no es digno de mí» afirma: “Se trata de seguirlo por
el camino que Él mismo ha recorrido, sin buscar atajos. No hay amor verdadero sin una cruz, es decir, sin un precio a pagar en persona.
Llevada con Jesús, la cruz no da miedo, porque Él siempre está a
nuestro lado para apoyarnos en la hora de la prueba más dura”.
El Papa nos advierte de las posibles actitudes temerosas y egoístas
que buscan preservar la vida propia por sobre todas las cosas y cita el
verso 39: «El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida
por mí, la encontrará». Seguidamente plantea: “La plenitud de la
vida y la alegría se encuentra al entregarse por el Evangelio y por los
hermanos, con apertura, aceptación y benevolencia”.
La generosidad y gratitud de Dios
En este momento, el Papa cita los versículos 40 y 42: «Quien a
vosotros recibe, a mí me recibe, […]. Y todo aquel que dé de beber tan
sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños […] no perderá su
recompensa». Dios es generoso: La generosa gratitud de Dios Padre tiene
en cuenta hasta el más pequeño gesto de amor y servicio a nuestros
hermanos y hermanas. Es una gratitud contagiosa que nos ayuda a cada uno
de nosotros a mostrar gratitud hacia aquellos que se preocupan por
nuestras necesidades”.
El Papa enfatizó la donación generosa de sí mismo afirmando: “Muchos
servicios se hacen gratis. Piensa en el voluntariado, que es una de las
cosas más grandes que tiene la sociedad italiana. Los voluntarios... Y
cuántos de ellos han dejado sus vidas en esta pandemia. Se hace por
amor, simplemente por servicio”.
El Obispo de Roma concluyó la reflexión afirmando: “La gratitud, el reconocimiento, es en primer lugar un signo de buenos modales, pero también es una insignia del cristiano. Es un simple pero genuino signo del reino de Dios, que es el reino del amor gratuito y generoso”.
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