TARRAGONA.- El cardenal Ricard Maria Carles, arzobispo emérito de
Barcelona, ha fallecido esta madrugada a los 87 años en el Hospital de
la Mare de Déu de la Cinta, de Tortosa, donde se encontraba ingresado
desde el 25 de noviembre, ha informado el Arzobispado de Barcelona.
Nació el 24 de septiembre de 1926 en Valencia y en 1990 fue
nombrado arzobispo de Barcelona, donde creó el Instituto de Teología
Espiritual, y cinco años más tarde el Papa Juan Pablo II lo nombró
miembro del consejo de cardenales para el estudio de los problemas
económicos y organizativos de la Santa Sede. Dejó el Arzobispado de
Barcelona el 15 de junio de 2004, a los 78 años y tras 14 años al frente
del cargo, momento en que fue nombrado Lluís Martínez Sistach. Ya con
este último al frente del Arzobispado, se hizo efectiva la desmembración
de la demarcación religiosa en tres diócesis -Barcelona, Terrassa, Sant
Feliu de Llobregat-, tal y como había planteado Carles en 1993, pese al
rechazo que eso suscitaba en sectores de la Iglesia en Cataluña.
Al principio de su mandato, Carles formó un equipo plural
que agrupaba las distintas sensibilidades de la Iglesia catalana, pero
más adelante hubo polémica con grupos tanto de sacerdotes como de laicos
pertenecientes a colectivos de base que le acusaron de actuar según
posiciones conservadoras y no nacionalistas. Algunos grupos fueron
especialmente críticos con él por proponer nombramientos de nuevos
obispos en Cataluña, aunque el cardenal se despidió de la diócesis con
una misa multitudinaria en la basílica de Santa Maria del Mar.
Ricard Maria Carles i Gordó cursó sus estudios primarios en
la escuela de las Teresianas de Valencia, y los secundarios en la de
San José de los Padres Jesuitas. Hasta los 82 años todavía era capaz de
subir una montaña de mil metros para rezar en la cima, rememoraba en el
libro 'Entrevistas con doce obispos españoles' el entonces director de
la oficina de prensa de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Isidro
Catela.
Se ordenó sacerdote en 1951. Dos años después se licenció
en Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Salamanca y se
convirtió en el párroco y arcipreste de Tabernes de Valldigna
(Valencia). En 1967 le destinaron a la parroquia de San Fernando, de la
ciudad de Valencia.
El 3 de agosto de 1969 fue consagrado obispo de Tortosa
(Tarragona) y pasó a presidir la subcomisión para la Familia y la
Comisión para los Seminarios y las Universidades de la CCE; y el 23 de
marzo de 1990 fue nombrado arzobispo de Barcelona, donde creó el
Instituto de Teología Espiritual.
Juan Pablo II le designó en 1995 miembro del consejo de
cardenales para el estudio de los problemas económicos y organizativos
de la Santa Sede, hasta que en 2001, de acuerdo con el Derecho Canónico,
presentó la dimisión de su cargo arzobispal. Pero la dimisión no se
aceptó hasta 2004 -cuando le sucedió Sistach, también convertido después
en cardenal-, y en 2006, al cumplir 80 años, perdió la condición de
cardenal elector.
Sólo llegó a participar en el cónclave que eligió papa a
Joseph Ratzinger, lo que recordaba como una "experiencia extraordinaria"
que le permitió analizar durante dos semanas junto al resto de
cardenales la situación mundial de la Iglesia.
El libro de Isidro Catela resume su pensamiento en el lema
episcopal 'Ut omnes unum sint': 'Que todos sean una sola cosa',
expresión extraída del Evangelio y que pertenece a la oración ferviente
de Jesús en la vigilia de su muerte. "Solo si nos ven unidos, el mundo
creerá. No hay cuerpo posible si los miembros se odian unos a otros",
defendía.
Además de consagrarse a la fe, era un aficionado al
alpinismo, la espeleología y las fallas valencianas, había jugado a
fútbol, tenía experiencia como actor de teatro y solista de un coro,
declaraba su amor por el Mediterráneo como valenciano, y coleccionaba
fósiles.
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