CIUDAD DEL VATICANO.- El Papa Francisco animó a los cristianos a que, “en los momentos de
oscuridad y de gran tribulación”, cuando el demonio sale a la luz,
“resistirlo en silencio, manteniendo la posición”, dejando actuar a
Dios, protegidos bajo el manto de María.
El Santo Padre hizo esta afirmación en su homilía de la Misa celebrada
este domingo 14 de abril en la Plaza de San Pedro del Vaticano con
motivo del Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor.
“En los momentos de oscuridad y de gran tribulación hay que callar,
tener el valor de callar, siempre que sea un callar manso y no
rencoroso. La mansedumbre del silencio hará que parezcamos aún más
débiles, más humillados, y entonces el demonio, animándose, saldrá a la
luz. Será necesario resistirlo en silencio, manteniendo la posición,
pero con la misma actitud que Jesús”, fueron las palabras del Pontífice.
Francisco explicó que Jesús “sabe que la guerra es entre Dios y el
Príncipe de este mundo, y que no se trata de poner la mano en la espada,
sino de mantener la calma, firmes en la fe. Es la hora de Dios. Y en la
hora en que Dios baja a la batalla, hay que dejarlo hacer”.
“Nuestro puesto seguro estará bajo el manto de la Santa Madre de Dios. Y
mientras esperamos que el Señor venga y calme la tormenta, con nuestro
silencioso testimonio en oración, nos damos a nosotros mismos, y a los
demás, razón de nuestra esperanza. Esto nos ayudará a vivir en la santa
tensión entre la memoria de las promesas, la realidad del ensañamiento
presente en la cruz y la esperanza de la resurrección”.
En su homilía, el Obispo de Roma señaló que durante la Semana Santa se
trata de “acompañar con fe a nuestro Salvador en su camino y tener
siempre presente la gran enseñanza de su Pasión como modelo de vida y de
victoria contra el espíritu del mal”.
“Jesús nos muestra cómo hemos de afrontar los momentos difíciles y las
tentaciones más insidiosas, cultivando en nuestros corazones una paz que
no es distanciamiento, no es impasividad o creerse un superhombre, sino
que es un abandono confiado en el Padre y en su voluntad de salvación,
de vida, de misericordia”.
Señaló que, en la entrada de Jerusalén, Jesús hace frente a la
tentación del triunfalismo y, en cambio, opta por “el camino de la
humildad”.
“El triunfalismo trata de llegar a la meta mediante atajos, compromisos
falsos. Busca subirse al carro del ganador. El triunfalismo vive de
gestos y palabras que, sin embargo, no han pasado por el crisol de la
cruz; se alimenta de la comparación con los demás, juzgándolos siempre
como peores, con defectos, fracasados...”.
En cambio, “Jesús destruyó el triunfalismo con su Pasión”. Al mismo
tiempo, Jesús no niega las afirmaciones del pueblo de Jerusalén que lo
recibió con entusiasmo aclamándolo como Rey y Mesías. “Humildad no
significa negar la realidad, y Jesús es realmente el Mesías, el Rey”,
señaló el Papa.
El Papa también llamó la atención sobre el hecho de que, en medio del
recibimiento triunfal en la ciudad santa, “el corazón de Cristo está en
otro camino, en el camino santo que solo él y el Padre conocen: el que
va de la condición de Dios a la condición de esclavo, el camino de la
humillación en la obediencia hasta la muerte, y una muerte de cruz”.
“Él sabe que para lograr el verdadero triunfo debe dejar espacio a
Dios; y para dejar espacio a Dios solo hay un modo: el despojarse, el
vaciarse de sí mismo. Callar, rezar, humillarse. Con la cruz no se puede
negociar, o se abraza o se rechaza. Y con su humillación, Jesús quiso
abrirnos el camino de la fe y precedernos en Él”.
Así, Francisco también quiso destacar la contraposición de las
aclamaciones de fiesta a la llegada de Jesús a Jerusalén con la “furia
feroz” durante su ascenso al Calvario. “El silencio de Jesús en su
Pasión es impresionante. Vence también a la tentación de responder, de
ser mediático”.
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