CIUDAD DEL VATICANO.- “Queridos hermanos y hermanas: seguimos con nuestra catequesis sobre
la quinta petición del Padrenuestro que dice: «como nosotros perdonamos a
los que nos ofenden». Dios ama infinitamente a cada uno de nosotros.
Dependemos totalmente de Él, de quien recibimos todo, la vida del cuerpo
y la de la gracia. Y porque sabemos que nos ama, tenemos también la
seguridad de que nos perdona, pues somos pecadores y con necesidad de
pedirle siempre perdón”, lo dijo el Papa Francisco en la Audiencia
General del último miércoles de abril de 2019, continuando con su ciclo
de catequesis dedicadas a la oración del Padre Nuestro, según crónica de www.vaticannews.va.
En la Iglesia no hay hombres ‘auto-constituidos’
En su catequesis, el Santo Padre recordó que, es el propio hombre el
que está en deuda con Dios, nuestra vida no sólo fue querida, sino
también amada. “En la Iglesia no hay hombres ‘auto-constituidos’ –
precisó el Pontífice – hombres que se hayan hecho a sí mismos. Todos
estamos en deuda con Dios y con muchas personas que nos han dado
condiciones de vida favorables. Nuestra identidad se construye a partir
del bien recibido”.
Quien ora aprende a decir gracias
Por ello, el Papa Francisco dijo que, quien ora aprende a decir
"gracias" y pide a Dios que sea benevolente con él o ella. Por mucho que
nos esforcemos, queda siempre una deuda insuperable ante Dios, que
nunca podremos devolver: Él nos ama infinitamente más de lo que nosotros
le amamos a Él. Además, el Pontífice señaló que, por mucho que nos
comprometamos a vivir según las enseñanzas cristianas, en nuestras vidas
siempre habrá algo de que pedir perdón: pensemos en los días que
pasamos perezosamente, en los momentos en que el resentimiento ha
ocupado nuestros corazones. Son estas experiencias, lamentablemente no
raras, las que nos hacen implorar: "Perdona nuestras deudas, pidamos
perdón a Dios".
Una nueva relación con nuestros hermanos
En este sentido, el Santo Padre explicó que, la invocación podría
haberse limitado a esta primera parte (Perdona nuestras deudas); en
cambio, Jesús la estableció con una segunda expresión que hace una con
la primera. La relación de benevolencia vertical por parte de Dios se
refracta y está llamada a traducirse en una nueva relación que vivimos
con nuestros hermanos. El Dios bueno nos invita a ser a todos buenos.
Las dos partes de la invocación están unidas por una conjunción
despiadada: ‘cómo’. Todo cristiano sabe que el perdón de los pecados
existe para él, precisó el Papa, nada en los Evangelios nos hace
sospechar que Dios no perdona los pecados de quien está bien dispuesto y
pide ser abrazados de nuevo.
La gracia de Dios, es siempre exigente
El Papa Francisco explicando la fuerza de la gracia divina recordó
que, la gracia de Dios, tan abundante, es siempre exigente. Los que han
recibido tanto deben aprender a dar tanto, es por ello que en el
Evangelio de Mateo, inmediatamente después de darnos el texto del "Padre
nuestro", el evangelista se detiene en la expresión del perdón
fraterno. “Pero esto es fuerte dijo el Papa hablando espontáneamente, a
veces he oído a la gente decir: ¡Nunca perdonaré a esa persona! Lo que
me hicieron nunca lo perdonaré. Pero Dios, si tú no perdonas, Dios no te
perdonará. Tú cierras la puerta. Pensamos, si somos capaces de
perdonar, si no perdonamos”. Narrando la historia de un sacerdote y la
confesión una anciana mujer que estaba a punto de morir, el Papa contó
que la mujer estaba arrepentida de sus pecados, pero no perdonaba a los
demás y el sacerdote se quedaba muy angustiado porque esta mujer cerró
las puertas a Dios. “Aquí – precisó el Pontífice – encontramos de nuevo
el vínculo entre el amor a Dios y el amor al prójimo. El amor llama al
amor, el perdón llama al perdón”.
Si no perdonamos, no seremos perdonados
Asimismo, el Santo Padre presentó otra parábola del Evangelio de
Mateo dedicada al perdón fraterno, la parábola del “siervo malvado” que
había contraído una enorme deuda con su rey, que le fue condonado
completamente. “Una gracia inesperada – afirmó el Papa – pero fue este
mismo siervo, inmediatamente después, quien se enojó con uno de sus
hermanos que le debía cien denarios y, aunque esta cifra era accesible,
no aceptó excusas ni peticiones. Así que, al final, el Amo lo llama y lo
condena. Porque si no se esfuerzan en perdonar, no serán perdonados; si
no te esfuerzas en amar, ni siquiera serás amado”.
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