CIUDAD DEL VATICANO.- Cuando Benedicto XVI se convirtió en el 2013 en el primer Pontífice en
renunciar, una de las mayores cuestiones era cómo iban a coexistir dos
papas y sobre todo cuál iba a ser la relación entre ellos. En estos
años, las preocupaciones se han disipado por la decisión de Joseph Ratzinger de
mantener un discreto perfil desde su residencia entre los muros
vaticanos. Sus apariciones públicas son contadísimas, y todavía más los
momentos en que decide alzar la voz. Francisco siempre le ha animado a
colaborar, y, según algunos trabajadores de la Santa Sede, ambos se ven
con más frecuencia de lo que hacen público, revela hoy el diario español La Vanguardia, de Barcelona.
Por eso, la carta que escribió el papa emérito para la publicación bávara
Klerusblatt
, y que salió a la luz este jueves, ha abierto de nuevo el debate sobre su función en el Vaticano.
Al fin y al cabo, ambos papas han mantenido visiones dispares del
liderazgo de la Iglesia. Mientras Benedicto es considerado un erudito
concentrado en teología, Francisco está más preocupado por las
cuestiones prácticas del día a día, desde implicarse en conflictos
geopolíticos o la lucha para defender a los más desfavorecidos.
El texto de Ratzinger, que entre otras cosas situaba el
origen de los abusos sexuales en la revolución del 68 y en una
interpretación errada del Concilio Vaticano II, ha despertado las
críticas de muchos expertos que creen que puede hacer daño y
deslegitimar a Francisco. “Un papa emérito no debería publicar artículos
o dar entrevistas”, opina el historiador Christopher Bellitto en National Catholic Reporter.
“Tenemos una situación en que un papa emérito ofrece un juicio pastoral
y teológico diferente y una agenda que no ayuda sino que es vista como
una alternativa al liderazgo del actual y único obispo de Roma”, dice el teólogo Richard Gaillardetz. “Debería haber elegido el silencio”, estima el vaticanista Marco Politi, que agrega que “en los momentos más graves, debe haber una sola voz, sino se genera confusión”.
Por otro lado, los sectores más conservadores en
el Vaticano, que forman una reducida pero dura oposición al papa
argentino, han utilizado su documento como una arma contra Bergoglio. Uno de ellos es el cardenal ultraconservador Robert Sarah,
quien ha agradecido a Ratzinger “el coraje de hablar”. También ha
habido hasta rumores de que Benedicto no ha escrito solo la carta, sino
que ha sido manipulado por este grupo, algo desmentido por su secretario
personal durante muchos años, Georg Gänswein.
Fuentes del Vaticano cuentan que han llegado a la
conclusión de que no es una lectura contrapuesta a la visión de
tolerancia cero de Francisco contra los abusos, sino que la complementa
con una explicación de su pontificado, considerado crucial en la lucha
contra los abusos. “De lo contrario, el Papa no hubiese dejado que se
publicase”, subrayan. Benedicto, en el preámbulo de su escrito, hace
notar que cuenta con el visto bueno tanto del Pontífice como del
secretario de Estado, Pietro Parolin. A sus casi 92 años, el papa alemán está débil físicamente, pero mantiene la mente lúcida, aseguran en la Santa Sede.
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