JERUSALÉN.- El Papa Francisco ha finalizado hoy su primera peregrinación a Tierra
Santa, un periplo marcado por sus palabras y sus gestos a favor de la
paz en Oriente Próximo, la conciliación entre los cristianos y el
entendimiento interreligioso.
El avión de la aerolínea de bandera israelí 'El Al' despegó en torno a
las 20.15 horas local (17.15 GMT) del aeropuerto Ben Gurion, en Tel
Aviv, a donde el Pontífice llegó procedente de Jerusalén en un
helicóptero militar y donde fue despedido por el presidente del país,
Simón Peres, y el primer ministro, Benjamín Netanyahu. "Rece por
nosotros, nosotros rezaremos por usted", le dijo el primer ministro
israelí al despedirlo en la escalinata del avión tras una breve
ceremonia oficial.
Francisco ha puesto fin así a una peregrinación de tres días que se
inició el sábado en Jordania, siguió el domingo en Belén y terminó este lunes
en Jerusalén con un claro mensaje a favor de la paz en Oriente Próximo
en base a la solución de dos estados. También reforzó el diálogo con la
Iglesia Ortodoxa, con la que estableció nuevos puentes gracias a la
conmemoración del 50º aniversario del encuentro que celebraron en esta
misma ciudad el Papa Pablo VI y el patriarca ecuménico de
Constantinopla, Atenágoras. En esa línea, Francisco se ha reunido en
tres ocasiones con el actual patriarca ortodoxo Bartolomeo desde su
llegada el domingo a Jerusalén.
Durante la jornada, Francisco visitó el muro de las
Lamentaciones, el lugar más sagrado del Judaísmo, situado en el corazón
del casco viejo de Jerusalén, después de acudir a la Explanada de la
Mezquitas, tercer lugar más sagrado del Islam. En un discurso en dicha
Explanada, el Pontífice llamó a la paz y la justicia y pidió a judíos,
cristianos y musulmanes que abran sus corazones y su mente para entender
al otro, y pidió que nadie utilice el nombre de Dios para justificar la
violencia.
"Mi peregrinación no sería completa si no incluyese también el
encuentro con las personas y comunidades que viven en esta Tierra, y por
eso, me alegro de poder estar con Ustedes, Amigos Musulmanes". dijo
Francisco ante el gran muftí de Jerusalén, Mohamad Ahmad Husein, y otras
autoridades islámicas. Francisco subió a la disputada plataforma de la
mano del Custodio de Tierra Santa, Pierbattista Pizzaballa, y del
príncipe Ghazi de Jordania, país que tiene la custodia de este lugar
venerado por los musulmanes por ser el lugar desde donde la tradición
dice que Mahoma subió al cielo.
Escoltado por las fuerzas de Seguridad israelíes, el Pontífice visitó
el Domo de la Roca, bajo cuya cúpula se guarda la piedra que la
tradición sitúa el sacrificio de Isaac, y se reunió con el gran Mufti de
Jerusalén, Mohamad Ahmad Husein. El principal representante del islam
suní en Jerusalén agradeció a Francisco su visita y aprovechó su
intervención para pedir el fin de la ocupación israelí, principal
obstáculo, dijo, para que Jerusalén pueda convertirse en la verdadera
ciudad de la paz en el mundo.
Ahmad Husein recordó la figura del califa Omar ibn al Jatab, uno de
los cuatro califas Rashidum (reconocidos por todos los musulmanes),
"quien permitió a los cristianos mantener sus iglesias en la ciudad
santa".
"Jerusalén debe ser (de nuevo) una ciudad abierta tanto a
cristianos como a musulmanes en la que todos puedan convivir en paz",
subrayó el religioso. El Papa, por su parte, pidió a judíos, cristianos y
musulmanes que abran sus corazones y su mente para entender al otro, ya
que el conocimiento mutuo supera las barreras y los conflictos.
Además, exigió que nadie utilice el nombre de Dios para justificar la
violencia y reclamó la figura de Abraham como ejemplo, pues las tres
religiones monoteístas reconocen como padre de la fe y ejemplo a imitar
"sin bien de manera diferente". Francisco, que concluyó su discurso con
la palabra paz en árabe, aseguró que la peregrinación de Abraham fue
también una llamada de Dios a la justicia, "una llamada a ser agentes de
paz y de justicia". Francisco llegó posteriormente en coche desde la
vecina y disputada Explanada al Muro de las Lamentaciones, y fue
recibido por uno de los rabinos más importantes de la ciudad, que le
introdujo en el recinto reservado para los hombres.
Allí, un joven le explicó al Pontífice en inglés la historia del
monte Moria, lugar donde la tradición judía sitúa el templo edificado
por Salomón para sustituir al Tabernáculo como único centro de culto del
pueblo judío. Considerado por la tradición judía el edificio más bello
del mundo, en su interior se conservaba el arca de la alianza y otros
objetos de culto como el candelabro de los siete brazos, y fue destruido
durante el segundo asedio de Nabucodonosor II a Jerusalén (587 a.C.).
Un segundo Templo, mucho más modesto, fue levantado sesenta años
después, durante el reinado del rey persa Darío I y destruido de nuevo
por las tropas del emperador romano Tito en el año 70 d.C., durante la
revuelta de los zelotes.
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