CIUDAD DEL VATICANO.- El papa Francisco insiste en que el viaje que comenzará este fin de
semana en Oriente Medio es "estrictamente religioso" para conmemorar un
giro clave en las relaciones entre católicos y ortodoxos. Sin embargo,
el delicado viaje de tres días pondrá a prueba sus dotes diplomáticas
por las tensiones entre israelíes y palestinos y el fracaso de las
negociaciones de paz, y las consecuencias de la guerra civil en Siria.
Para
un papa que exuda espontaneidad y rehúye del protocolo y la seguridad
papal, los potenciales peligros son obvios, sin mencionar el hecho de
que la razón oficial del viaje a Jordania, Israel y Cisjordania poco
tiene que ver con las noticias recientes.
Francisco dijo que su
peregrinación tiene como fin observar el 50º aniversario de la
histórica reunión en Jerusalén entre el papa Pablo VI y el líder
espiritual de la cristiandad ortodoxa, el patriarca Atenágoras.
Su
legendario abrazo en 1964 —con el delgado Pablo casi empequeñecido por
el barbudo patriarca de Constantinopla, que medía 1,90 metros— puso fin a 900 años de excomunión mutua y divisiones entre
católicos y ortodoxos producto del Gran Cisma de 1054, que dividió a la Cristiandad. Fue el primer encuentro entre un papa y un patriarca
ecuménico desde 1437, cuando el patriarca José II tuvo que besar los
pies del papa Eugenio IV como muestra de sometimiento.
"Este
encuentro posibilitó el sendero hacia la reconciliación", dijo el
patriarca griego ortodoxo de Jerusalén, Teófilo III en su oficina de la ciudad antigua de
Jerusalén.
El punto culminante del viaje que comienza mañana sábado
será un servicio religioso encabezado por Francisco y el sucesor de
Atenágoras, Bartolomeo I, en la iglesia del Santo Sepulcro, donde los
devotos creen que fue crucificado y resucitó Jesús.
El servicio
tendrá un significado histórico, dado que las tres comunidades
cristianas más destacadas que comparten la iglesia —los griegos
ortodoxos, los armenios y los católicos— rezarán juntas al mismo tiempo.
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