jueves, 26 de marzo de 2020

Pedro Pierre: “el Papa Francisco está intentando resucitar muchas decisiones del Vaticano II que fueron aparcadas”


SAO PAULO.- Los misioneros, muchas veces, ya no sabemos de donde somos, si del país que nos vio nacer o de aquel que nos adoptó como consecuencia de nuestra misión. Eso es lo que pasa a Pedro Pierre, quien nació en Francia, pero vive en América Latina desde hace 44 años, la mayoría del tiempo en Ecuador. Él mismo afirma que “cuando voy a Francia, me siento más extranjero allá que aquí”.

 Pedro Pierre ha ido “aprendiendo una nueva sabiduría”, sobretodo con los pobres, donde la Iglesia “va a encontrar a Jesucristo, porque los pobres tienen esta capacidad de un conocimiento de Jesucristo mucho más profundo que lo que tenemos nosotros”. Eso es algo que ha vivido en América Latina, “el único continente que ha hecho una aplicación comunitaria del concilio”, el continente de donde procede el Papa Francisco, “que lleva con él una mayor fidelidad al Evangelio” y que “está intentando resucitar, o poner en práctica, muchas decisiones del Concilio Vaticano II que fueron aparcadas, sobretodo en la Iglesia europea”.
El misionero no duda en afirmar que “es la Iglesia de América Latina que aporta una nueva manera de vivir el Evangelio mucho más fiel a lo que dijo e hizo Jesús”, definiendo la crisis que vive la Iglesia católica como “una crisis de la manera de interpretar el Evangelio”. 
Por eso ve necesario un nuevo paradigma, que lleve a la Iglesia a preguntarse “cómo quitamos el sufrimiento de la gente y como volvemos a dar un sentido a la vida de la gente”.
Una Iglesia donde las mujeres, que “tienen otra visión de la fe, otra visión de la vida, otra manera de ser humanas”, tengan un papel destacado en los órganos de decisión. 
Una Iglesia en la que “el sacerdocio bautismal tiene que sustituir el actual sacerdocio ministerial”, con una nueva forma de hacer misión, como nos ha enseñado el Sínodo para la Amazonía, asumiendo que “otras culturas expresen la misma fe y el Reino de maneras muy distintas”, entrando en nuevos ritos y soñando con un mundo nuevo, donde “los pobres se empoderen, que se hagan protagonistas de lo que sienten”.
Es un encuentro que al principio fue difícil, porque uno viene con una mentalidad y esta mentalidad, esta cultura, no cambia, tal vez no cambia nunca, pero con el paso del tiempo uno va descubriendo otra manera de vivir, otra manera de pensar, otra manera de creer, otra manera de hacer las cosas. 
En la medida en que uno entra en la escuela de los pobres, uno va aprendiendo muchas cosas a nivel personal, a nivel de la fe, a nivel social. De tal manera que, ahora, cuando voy a Francia, me siento más extranjero allá que aquí.

¿Qué es lo que uno va aprendiendo?
Pienso que va aprendiendo una nueva sabiduría, los pobres, como decía Monseñor Proaño son nuestros maestros. Los pobres en sus dificultades, en sus luchas, en su manera de creer, nos van a ayudar a aprender una nueva verdad, la verdad de la vida, también la verdad de la fe.

El Papa Francisco, en sus primeros días de pontificado, dijo que quería una Iglesia pobre y para los pobres. ¿Qué es lo que la Iglesia puede encontrar en los pobres?
La Iglesia en los pobres va a encontrar a Jesucristo, porque los pobres tienen esta capacidad de un conocimiento de Jesucristo mucho más profundo que lo que tenemos nosotros. Los pobres tienen este secreto, esta gracia de Dios de estar más cerca de él, de quien fue Jesús, de que espera de nosotros, de cual es el camino que debemos seguir para encontrarlo y ser fiel a su Evangelio.

El Papa Francisco está intentando resucitar, o poner en práctica, muchas decisiones del Concilio Vaticano II que fueron aparcadas, sobretodo en la Iglesia europea. Es verdad que la Iglesia latinoamericana en las conferencias de Medellín, Puebla, Aparecida, intentó llevar adelante esas ideas. ¿Podríamos decir que con la llegada a la Sede de Pedro del Papa Francisco, esa Iglesia latinoamericana, más volcada para el concilio, ha vuelto a tomar protagonismo?
Sí, yo pienso que sí. El concilio es la máxima autoridad de la Iglesia y esta autoridad no ha sido seguida por los papas anteriores, ellos interpretaron el concilio a su manera. Entonces, el Papa Francisco viene de América Latina, que es el único continente que ha hecho una aplicación comunitaria del concilio. Tres años después del concilio se reunió en Medellín para ver como aplicar el concilio a la realidad de aquí.
Lo que dice el padre José Marins, la Iglesia de América Latina ha dejado de ser una Iglesia dependiente y colonizada, para pasar a ser una Iglesia fuente y camino para la Iglesia universal. Por eso, este Papa que viene del fin del mundo, lleva con él una mayor fidelidad al Evangelio. El Papa Francisco también se inspira mucho en la última reunión episcopal latinoamericana, que tuvo lugar en Aparecida, la quinta, él era relator de la reunión. El Documento de Aparecida retoma el Documento de Medellín, se inspira en el concilio a través de una aplicación a América Latina. La gran novedad que aporta el Papa Francisco es la novedad de la Iglesia de los pobres de América Latina.

Las comunidades eclesiales de base, con las que usted ha trabajado durante mucho tiempo, han intentado hacer realidad hacer realidad esa Iglesia. ¿Qué es lo que las comunidades eclesiales de base, que Pedro Casaldáliga definía como la forma de toda la Iglesia ser, podrían aportar a la Iglesia latinoamericana y universal?
La Iglesia europea es una Iglesia que vivió durante muchos siglos la cristiandad, la Iglesia era el poder político, social y moral, la Iglesia acaparó todos los poderes. América Latina obliga de alguna manera a la Iglesia universal a dejar de ser lo que es. Los aportes de los obispos latinoamericanos en el concilio no fueron muy escuchados, porque en Europa había grandes teólogos y tenía que haber una renovación intelectual y pastoral. Pero cuando miramos la realidad, es la Iglesia de América Latina que aporta una nueva manera de vivir el Evangelio mucho más fiel a lo que dijo e hizo Jesús. El aporte de la Iglesia de los pobres de América Latina es una renovación de la Iglesia en este momento.

En ese sentido, podríamos decir que la Iglesia en Europa siempre fue una Iglesia que mandó, en cuanto que ahora el Papa Francisco propone una Iglesia que escucha. ¿Por qué podríamos decir que eso es algo que chirría, que no es fácilmente asumible por la Iglesia europea?
La Iglesia europea se va haciendo cada vez más diminuta. Si uno va a España, Italia, Francia, quienes van renovando las parroquias son muchas veces los migrantes que llegan allá desde América Latina. Llegan con su fe, con su religiosidad, con su solidaridad, aportan a la Iglesia de Europa una sangre nueva, una práctica nueva, una sencillez y, al mismo tiempo, una fidelidad al Evangelio mucho más grande.

El Papa Francisco está intentando, a partir de las propuestas del Vaticano II, hacer realidad una Iglesia sinodal, que vive desde la comunión. ¿Eso es realmente posible dentro de la estructura jerárquica, dominada por el clericalismo, uno de los grandes pecados de la Iglesia, según el Papa Francisco, que tenemos?
Es una gran dificultad en este momento. Durante 16 siglos, desde que, con el emperador Constantino, el Imperio asumió el cristianismo, lo transformó. El cristianismo de la cristiandad no ha sido fiel a Jesucristo, por eso la crisis actual no es solamente una crisis de vocación sacerdotal, es una crisis de la manera de interpretar el Evangelio. Jesucristo no quiso ninguna jerarquía, el Papa Francisco va retomando este camino de la sinodalidad. En la Iglesia católica no hay que hablar de democracia, eso es una palabra prohibida, por eso que se habla ahora de comunión de iguales, de sinodalidad. Es decir, una Iglesia mucho más participativa, mucho más fraterna y mucho más solidaria.
El gran problema del clericalismo de la jerarquía es convertirse. No sé como se va a llegar a eso, es otra forma de Iglesia que está naciendo, especialmente en América Latina y el continente asiático y africano, que puede aportar una renovación. La Iglesia de cristiandad ha insistido mucho en lo espiritual. Jesucristo ha venido para transformar y quitar el dolor a la gente y dar un sentido a la vida. Tenemos que retomar este doble camino, cómo quitamos el sufrimiento de la gente y como volvemos a dar un sentido a la vida de la gente.

¿Qué papel deberían tener las mujeres en esa forma de ser Iglesia?
Las mujeres deberían tener mucho poder en las instancias de decisión, porque han sido apartadas y tenemos una Iglesia machista, patriarcal, clerical. Las mujeres tienen mucho que aportar, en la medida en que ellas tienen otra visión de la fe, otra visión de la vida, otra manera de ser humanas. Las mujeres son muy importantes para encontrar nuevos modos de ser Iglesia que responda a las necesidades de hoy.

Recientemente fue celebrada la asamblea sinodal del Sínodo para la Amazonía. ¿Podemos considerar este sínodo como un momento histórico de la Iglesia pos Vaticano II?
Pienso que sí, que es una nueva manera de enfocar la misión, que es el papel universal de todo cristiano en la Iglesia. La misión parte no de la presencia de la Iglesia, sino de la presencia del Evangelio y la vitalidad del Reino en las comunidades, es un nuevo enfoque. Este Sínodo para la Amazonía va dando un nuevo camino para los misioneros, para la manera de seguir a Jesús, de vivir los sacramentos y de ser una Iglesia mucho más comunitaria y solidaria con el mundo de hoy y con la creación.

Una de las grandes polémicas del Sínodo para la Amazonía ha sido el tema de los viri probati como una nueva forma de sacerdocio. ¿Por qué eso genera polémica y cómo debería ser enfocado el sacerdocio desde su punto de vista en la Iglesia católica?
La exhortación del Papa tiene para mí muchas novedades. Nosotros siempre esperamos del Papa normas, orientaciones, decisiones y, por lo tanto, obediencia. El Papa rompe con esta manera de dirigir la Iglesia, el Papa dice que hay un documento de conclusión y que sigamos este documento de conclusión. Yo lo que voy a decir en mi documento Querida Amazonía es un complemento, vayan leyendo y aplicando lo que dice el documento. Mi sueño son cambios sociales, eclesiales, ecológicos.
En el nivel del sacerdocio, pensamos que las cosas van a venir de arriba, el celibato opcional, las mujeres diaconisas y quizás sacerdotes. No nos damos cuenta que quizás en este momento la forma de ejercer el sacerdocio es un fracaso, y o pienso que el sacerdocio que ejercemos no es el sacerdocio de Jesucristo, hemos vuelto al sacerdocio del Antiguo Testamento. Esta manera de ser sacerdote hoy tiene que ser sustituido por el sacerdocio bautismal. Al haber vivido en las comunidades eclesiales de base nuevas experiencias, yo me doy cuenta que el sacerdocio del bautizado es la manera natural y evangélica de celebrar la Eucaristía y de celebrar los sacramentos.
El sacerdocio bautismal tiene que sustituir el actual sacerdocio ministerial que estamos ejerciendo nosotros los sacerdotes. Es el gran paso y si eso no se da, el clericalismo, la jerarquía, la manera de ejercer el poder va a seguir. Si consideramos el sacerdocio como un servicio más en la comunidad y no como un poder, que en este momento destruye el cuerpo bautismal. El sacerdocio bautismal tiene que sustituir al sacerdocio ministerial en este momento.

Uno de los elementos destacados en ese proceso sinodal es el de la interculturalidad. ¿La Iglesia católica está preparada para dialogar de igual para igual con otras culturas y descubrir en ellas lo que el Vaticano II llamaba las semillas del Verbo?
Es la gran dificultad para todos, entrar en otra cultura, aceptar que otras culturas expresen la misma fe y el Reino de maneras muy distintas. El Documento de Santo Domingo, la reunión de los obispos latinoamericanos en República Dominicana, dice que hay inculturar la fe, la Iglesia, los dogmas, la manera de pensar, de hacer liturgia. Esta inculturación, desde 1992, no ha avanzado mucho. Es en la medida en que se va a dar libertad a las Iglesias en las bases que vamos a tener novedades para reinterpretar y vivir la misma fe de Jesús, pero con expresión muy diferente en las distintas culturas. En la medida en que haya muchas comunidades que viven esta inculturación, la jerarquía la va a tener que seguir.

El Papa Francisco habla, en referencia al Sínodo para la Amazonía, de una Iglesia con rostro amazónico e indígena, y en el Documento Final de la posibilidad de un rito amazónico. ¿Qué puede aportar, no solo a la Amazonía, también a otras regiones, la aparición de diferentes ritos locales?
Eso un enriquecimiento. En la Iglesia católica hay muchos ritos distintos, que ya se viven en la Iglesia, especialmente en la Iglesia del Medio Oriente. Un rito nuevo no tiene que ser una gran novedad, sino que tiene que ser la manera de expresarse de esta gente. Entonces, es una riqueza para la Iglesia católica, que cada uno se sienta mucho más libre para expresar su fe, para celebrarla en la manera de ser cristiano. Es un enriquecimiento que va a venir para el bien de nuestra Iglesia. Los jóvenes y las mujeres van a aportar su parte para expresar la misma fe de maneras muy diferentes.

El Papa Francisco nos ha llevado en Querida Amazonía a soñar. ¿Cuáles son sus sueños para América Latina, para el mundo y para la Iglesia en el futuro?
Mi sueño es que los pobres se empoderen, que se hagan protagonistas de lo que sienten. En este momento, a los pobres se les quita la posibilidad de expresarse de una nueva manera, los pobres tienen mucho que aportar a nivel social, político, económico, hay otras maneras de vivir en el mundo, en la sociedad. Este sistema neoliberal que se nos impone, impide a los pobres expresar una nueva manera de vivir la sociedad, la fe, la familia, la comunidad. En este momento, el sueño es que los pobres puedan tener esta capacidad de cambiar, saliendo de su miseria y poder aportar mucho más a la Iglesia y a la humanidad.



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