miércoles, 8 de enero de 2020

Catequesis del Papa: “Salvemos a los náufragos del frío de la indiferencia”


CIUDAD DEL VATICANO.- «Pablo nos enseña a vivir las pruebas abrazando a Cristo, para madurar la convicción de que Dios actúa en cualquier circunstancia, también en medio de las dificultades». El ministerio de Pablo en Malta, tema de la catequesis del Papa Francisco en la Audiencia General de hoy miércoles 8 de enero de 2020. 

Queridos hermanos y hermanas: El libro de los Hechos de los Apóstoles narra, en su parte final, cómo el Evangelio siguió su camino no sólo por tierra sino también por mar. Pablo iba prisionero en una embarcación que lo llevaba de Cesarea a Roma, cumpliéndose así la palabra del Resucitado: Serán mis testigos hasta los confines de la tierra”, lo dijo el Papa Francisco en la Audiencia General del segundo miércoles de enero de 2020, continuando con su ciclo de catequesis sobre la evangelización a partir del Libro de los Hechos de los Apóstoles.

Al inicio de su catequesis, el Santo Padre invitó a leer el Libro de los Hechos de los Apóstoles, para ver cómo el Evangelio, con la fuerza del Espíritu Santo, llega a todos los pueblos, se hace universal. 

En un cierto momento, la navegación se volvió difícil y peligrosa – afirmó el Papa hablando en nuestro idioma – Pablo aconsejó no seguir, pero el centurión no lo escuchó y la nave fue a la deriva. Cuando la desesperación se apoderó de todos, el Apóstol intervino asegurando que Dios le había revelado a través de un ángel que se presentaría ante el César y que no perdería a ninguno de sus compañeros de viaje. Así, ese viaje pasó de ser una situación de desgracia y de muerte a una oportunidad para manifestar el poder salvador de Dios”.

En este contexto, señaló el Papa Francisco, cuando la muerte se aproxima y la desesperación invade a todos, Pablo tranquiliza a sus compañeros diciendo lo que hemos escuchado: “Se me ha presentado […] esta noche un ángel de ese Dios al que pertenezco – al Dios al que pertenezco, ¿por qué? ¿Cada uno tenía su propio Dios?, ¿no? – al Dios al que pertenezco y al que sirvo, y me ha dicho: No temas, Pablo; debes presentarte ante el César, y he aquí que Dios ha querido conservar a todos tus compañeros”. 

Incluso en las pruebas, Pablo no deja de ser el custodio de la vida de los demás y el animador de su esperanza.

Después del naufragio, llegaron a la isla de Malta – continuó el Pontífice hablando en nuestro idioma – donde fueron acogidos por sus habitantes y les encendieron una hoguera para que se calentaran. A Pablo, al echar leña al fuego, le mordió una víbora, pero no sufrió ningún daño. Este beneficio era una gracia del Señor Resucitado que lo asistió siguiendo su promesa dirigida a los creyentes: cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño”. 

Sobre este hecho, el Santo Padre resaltó la actitud de acogida y humildad de los habitantes de Malta. “Dice la historia que a partir de ese momento no hay víboras en Malta: esta es la bendición de Dios para la acogida de este pueblo tan bueno”.

De hecho, señaló el Santo Padre, para Pablo, su estancia en Malta se convierte en una ocasión propicia para dar "carne" a la palabra que anuncia y ejercer así un ministerio de compasión en la curación de los enfermos. 

“Y ésta es una ley del Evangelio: cuando un creyente experimenta la salvación no la retiene para sí mismo, sino que la pone en circulación. ‘El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia de verdad y belleza busca por sí misma su expansión, y toda persona que vive una profunda liberación adquiere una mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás’. Un cristiano ‘probado’ puede ciertamente hacerse cercano a quien sufre porque sabe lo que es el sufrimiento, y hace que su corazón se abra y sea sensible a la solidaridad con los demás”.

Es así, precisó el Santo Padre, cómo Pablo nos enseña a vivir las pruebas aferrándonos a Cristo, para hacer madurar la “convicción de que Dios puede actuar en cualquier circunstancia, incluso en medio de aparentes fracasos” y también nos enseña la “certeza de que los que se ofrecen y se dan a Dios por amor serán seguramente fecundos”. 

El amor, concluyó el Pontífice, es siempre fecundo, el amor a Dios es siempre fecundo, y si te dejas llevar por el Señor y recibes los dones del Señor, esto te hará que los des a los demás”. Pidamos hoy al Señor, invocó el Papa, que nos ayude a vivir cada prueba sostenida por la energía de la fe; y a ser sensibles a los numerosos náufragos de la historia que llegan a nuestras costas exhaustos, porque también nosotros sepamos acogerlos con ese amor fraterno que proviene del encuentro con Jesús. Esto es lo que nos salva del frío de la indiferencia y la inhumanidad.

Antes de concluir su catequesis, el Papa Francisco saludó cordialmente a los peregrinos de lengua española, venidos de España y de Latinoamérica. “Los animo a seguir el ejemplo de san Pablo para que, sostenidos por la fe – exhortó el Pontífice – podamos ser sensibles ante las personas que viven en dificultad alrededor nuestro, pudiendo salir a su encuentro con amor fraterno”.

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