domingo, 2 de septiembre de 2018

Juegos de poder en el Vaticano


CIUDAD DEL VATICANO.- Una bomba de relojería en el peor de los momentos. En forma de una carta de once páginas, escrita con el lenguaje más punzante posible, por un oscuro personaje conocido por sus artimañas en el interior de la curia, de la corriente más tradicionalista de la Iglesia y al que el mismo Papa apartó hace dos años poniendo fin a sus ambiciones de convertirse en cardenal, comenta hoy el diario La Vanguardia, de Barcelona.

La historia rocambolesca tras el documento enviado hace una semana por el ex nuncio apostólico en EE.UU. Carlo Maria Viganò (en la imagen) tiene todos los ingredientes para una película sobre intrigas vaticanas. Pero no es ninguna ficción: por primera vez en la Iglesia moderna un arzobispo declara la guerra abierta al Pontífice y pide públicamente su dimisión. Denuncia, sin aportar pruebas, que Bergoglio conocía desde el 2013 los abusos cometidos por el excardenal estadounidense Theodore McCarrick y que existe todo un sistema en el Vaticano para promover a homosexuales.
“Nunca había sucedido algo tan grave”, comenta un sacerdote dentro de la Santa Sede. “Que un ex alto cargo utilice supuestas informaciones a las que tenía acceso por su puesto para atacar al Papa… es algo inaudito”, señala con pesar.
Francisco es retratado por los periodistas que cubren a diario las informaciones vaticanas como un pontífice dispuesto a abordar incluso los temas más espinosos en las ruedas de prensa que ofrece a bordo del avión papal. Cuando le preguntaron por la carta, en plena vuelta del difícil viaje a Dublín de la semana pasada, fue una de las primeras veces que decidió no responder. “No diré una palabra sobre esto”, advirtió a los periodistas. “Leedla y juzgadla vosotros”, pidió.
Descubrir la verdad tras un documento de este calibre es comparable periodísticamente con la investigación del Boston Globe que arrojó luz sobre el sistema de encubrimientos sexuales en la iglesia de Massachusetts. Quizá por esto, unos cuantos ojos ya se han puesto a leer los hechos y omisiones en el documento de Viganò. En sólo una semana han aflorado algunas contradicciones.
La primera, que no es nuevo que este arzobispo mienta. Después de entrar en la diplomacia vaticana, uno de los órganos más poderosos dentro de la Iglesia, Viganò fue promovido en el 2009 a secretario general del Governorato de la Ciudad del Vaticano, en otras palabras, su ayuntamiento. 
Desde allí manejaba una gran cantidad información privilegiada y de poder. Dos años después el entonces secretario de Estado, Tarcisio Bertone –a quien ahora acusa de favorecer a homosexuales– le promovió a nuncio en EE.UU., algo que en teoría era un ascenso, pero que postergaba sus aspiraciones a cardenal. 
Para intentar evitar ser desplazado, el arzobispo italiano mandó una carta a Benedicto XVI en la que avisaba de diversos casos de corrupción y le rogaba que no fuese transferido porque debía quedarse en Roma para cuidar de su hermano Lorenzo, jesuita, también sacerdote. 
La carta fue una de las revelaciones del escándalo Vatileaks que ensombrecieron la última etapa de Ratzinger. Lorenzo ha revelado que esto no era verdad: no sólo no estaba enfermo, sino que no se hablaban desde hacía años por una disputa de una millonaria herencia.
“Es una maniobra política y mediática”, ha avisado el veteranísimo y respetado vaticanista de La Stampa Andrea Tornielli, que ha publicado un detallado análisis en que apunta entre otras cosas que mientras el cardenal McCarrick, ahora de 88 años, fue promovido a cardenal en la última etapa de Juan Pablo II y aparecido junto a Ratzinger en varias ocasiones, ha sido Francisco quien le cesó, el pasado julio, después de que llegaran acusaciones creíbles de que había abusado de un menor. 
El cardenal McCarrick hasta se reunió con el papa Benedicto después de que este supuestamente le amonestara por los abusos. Estos últimos días también ha salido a la luz un vídeo del 2012 en que Viganò rendía homenaje público a McCarrick, meses después de saber que supuestamente estaba sancionado.
Viganò, además, no escribió solo la carta. Le ayudó uno de los periodistas ultraconservadores que quieren marcar la agenda mediática del Vaticano. Se trata de Marco Tosatti, que tiene uno de los blogs más críticos con el Papa y que forma parte del ecosistema de vaticanistas que han dado apoyo externo a las reivindicaciones tradicionalistas de la oposición. 
“Viganò me contó que se publicaron artículos que ensombrecían el trabajo de Benedicto XVI y los dos nuncios en EE.UU. precedentes a él, Gabriel Montalvo y Pietro Sambi. Cuando vio que salían a la luz cosas que no eran justas sintió la necesidad de decir la verdad ante la Iglesia y ante Dios”, cuenta Tosatti a este diario. 
Según su versión, fue Viganò –que dice que sólo le había visto en un par de eventos sociales– quien se puso en contacto con él para pedirle una entrevista después del cese de McCarrick. 
Al final cambió de opinión y, en su casa, los dos redactaron en términos periodísticos la carta final que hicieron coincidir con el segundo día del viaje de Irlanda. Lo publicaron en medios ultraconservadores católicos en inglés, italiano y español como Catholic News Register, Infovaticana o Life Site News.
Después, Viganò, a quien Tosatti insistió en besarle el anillo como señal de respeto, ha desaparecido del mapa. Tosatti, como Viganò y el resto de este sector ultraconservador, suele asociar la supuesta homosexualidad de muchos sacerdotes con el escándalo que ha hecho temblar a la Iglesia católica.
El documento ha servido para demostrar el cambio de estrategia que están llevando a cabo los detractores de Francisco. Desde que el Papa argentino fue elegido en el 2013, una corriente ultraconservadora ligada al cardenal estadounidense Raymond Burke, que goza de una cierta popularidad en Italia y es muy influyente en su país, empezó una campaña de declaraciones inquietantes en estos medios conservadores. 
Estas plataformas durante esta semana también han apoyado una de las fake news que más ha resonado en Roma: que durante la audiencia del miércoles, un grupo de fieles de Lucca gritaban “Viganò”, en apoyo al arzobispo. En realidad estaban aplaudiendo a Italo Castellani, su arzobispo.
Se trata de un grupo minoritario, pero muy motivado, de cardenales y altos cargos. La guerra no fue declarada formalmente hasta el 2016, cuando Francisco hizo pública su exhortación Amoris Laetitia, uno de los mayores documentos de su pontificado. 
Entonces Burke y otros tres cardenales, los alemanes Walter Brandmüller y Joachim Meisner, y el italiano Carlo Caffarra enviaron la famosa carta de las dubia (dudas) para pedir al Papa que corrigiese el episodio en que abría la puerta a que los algunos divorciados vueltos a casar pudiesen volver a comulgar. 
Bergoglio, como ahora, optó por no recibirles, algo que atizó su ira. Los dos últimos han muerto –y propiciado bromas dentro del Vaticano que dicen que el Espíritu Santo está de parte de Francisco– pero el alma contestataria sigue muy activa. Hasta el punto de que una serie de altos cargos vaticanos se reunió la pasada primavera en un hotel de las afueras de Roma para cuestionar la visión moral de Francisco como una herejía.
“Ahora es evidente que ha habido un cambio de estrategia”, explica John L. Allen, el editor de Crux Now. “Antes querían atacar al Papa a través de su ideología. Es evidente que no ha funcionado, así que ahora los críticos buscan acusarlo de corrupto personalmente”. 
Según Allen, los cardenales críticos representaran entre el 30 y el 35% del total. Entre el 30 y el 35% son favorables al Papa, y el resto no están posicionados. “Pero también es evidente que este último ataque con la carta de Viganò no viene principalmente del Vaticano, sino de gente muy influyente en EE.UU. Es un ataque político”, subraya.
Y es que en algunos sectores de la jerarquía católica estadounidense discrepan mucho con la visión poco ideológica de Francisco. El Papa argentino ha apostado por una Iglesia que no esté tan interesada en marcar líneas rojas con asuntos como el aborto o la homosexualidad. Tampoco gusta que haya condenado la pena de muerte. 
Esto es algo que no han pasado muchos obispos en este país, a menudo asociados con el Tea Party o la cadena de televisión Fox News. También se les vincula con Steve Bannon, el ex consejero supremacista de Donald Trump y un católico integrista declarado.
Como nuncio en EE.UU., Viganò estuvo muy cerca de esta corriente. Fue jubilado después de casi arruinar la visita apostólica del Papa al organizar un encuentro cara a cara con una funcionaria de Kentucky que se negaba a entregar licencias matrimoniales a homosexuales. El conservador arzobispo de Pensilvania, Charles Chaput, ha sido uno de los que ha defendido la integridad de Viganò, así como su número dos durante la nunciatura, monseñor Lantheaume, quien aseguró que había dicho “la verdad”. 
Otros obispos ultraconservadores, como el de Madison (Kentucky), Tyler (Texas), Tulsa (Oklahoma), o Phoenix (Arizona) han dado credibilidad a la carta y pedido una investigación para esclarecer la verdad.
En el Vaticano, el principal apoyo de Francisco sigue siendo su hombre fuerte, el secretario de Estado Pietro Parolin. Es uno de los pocos que ha salido públicamente en su defensa –el silencio se ha impuesto entre la mayoría de cardenales– para decir que el Papa se mantiene “sereno” y que la situación “no es en absoluto preocupante”. 
Pero también admite que en el Vaticano hay “amargura e inquietud”. Como leía Jason Horowitz, de The New York Times, aunque sea muy difícil que los detractores del Papa consigan su objetivo de hacerle renunciar al pontificado, pueden intentar aprovechar este revuelo para debilitarle e impedir que prosiga su reforma inacabada. 
“Los delitos de abuso deben abordarse ahora. Pero personas como Viganò se aprovechan para meter su propia agenda retrógrada, dañar al Papa y donde los sobrevivientes no cuentan”, avisa una de las voces de las víctimas de los abusos en Chile, Juan Carlos Cruz.

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