CIUDAD DEL VATICANO.- Alejandra Mendoza, voluntaria paraguaya del proyecto Corazón Libre, que busca ir al encuentro de las personas privadas de libertad. “Esta iniciativa nace por un gran movimiento que teníamos en nuestros corazones de ir al encuentro de los otros, como lo dice el Papa Francisco. Así comenzamos a responder a lo que nos inquietaba”.
La vida en las cárceles para mujeres en América Latina no cambia mucho de un país a otro. Hacinamiento, escasos programas para recuperar vidas golpeadas y que a su vez han golpeado a otros y otras, pocos recursos para atender a los hijos de las privadas de libertad, en suma, lo que debería ser un proceso para recuperar vidas, se convierte en una larga estancia donde el castigo está omnipresente.
“Corazón Libre” nace con el propósito de dar apoyo a las olvidadas
En este ambiente, Alejandra Mendoza, voluntaria del proyecto “Corazón libre” cuenta a Vatican News su experiencia vital. Su compromiso nace como respuesta a movimientos internos, al hecho de ir discerniendo, de ir escuchando la voz de Dios que con el pasar del tiempo se constituyó en compromiso: “No sabíamos a dónde iríamos a parar, qué iba a pasar con nosotros al entrar en una cárcel, éramos más jóvenes (…) era como un llamado a cambiar una realidad en la que no estaba todo bien”.
“Corazón Libre nace en 2016, en Asunción, capital de Paraguay, para ir al encuentro de las personas que están privadas de libertad”, afirma Alejandra, específicamente, el proyecto busca ir al encuentro de las mujeres del centro penitenciario El Buen Pastor para propiciar su rehabilitación y reinserción. “El primer año fuimos unas pocas chicas voluntarias y fuimos con la idea de dar amor, pero nos dimos cuenta que al final recibimos mucho más de lo que dábamos”.
“Alas de libertad” o la inclusión del lector
El proyecto ahora cuenta con varias áreas de trabajo y realizamos muchas actividades dentro del penal, afirma Alejandra. “Tenemos grupos terapéuticos, clubes de lectura, recientemente lanzamos un libro que se llama ‘Alas de libertad. Historias del Buen Pastor’, donde nosotros como voluntarios contamos nuestras experiencias de lo que significa para nosotros el trabajo y los procesos de transformación de cada una de las mujeres que hoy están privadas de libertad. Desde el inicio el proyecto lo soñamos a lo grande”.
El libro, “a través de las historias contadas, busca que el lector pueda entender que detrás de las rejas hay personas, hay seres humanos que sufren, que aman, que odian, que sueñan y que, a pesar de estar presas, mantienen viva la esperanza de tiempos mejores. Las historias también ayudan al lector a ver cuán parecidos somos, muestran las cosas que tenemos en común”.
Un proyecto rompe esquemas
Para Alejandra, el proyecto, que fue un sueño en su momento, “hoy ya rompió esquemas, creó un montón de puentes, acercó a la sociedad civil la realidad penitenciaria, que estaba olvidada y marginada”.
La voluntaria continúa: “Hacemos realidad lo que dice nuestro Papa Francisco, que tenemos que ir a las periferias, no sólo a las periferias físicas, sino a aquellas existenciales (…) Esto es lo que intentamos todos los días con Corazón Libre, esta es la causa que nos mueve, que nos da mucha ilusión, que nos da esperanza, porque nosotros vemos ese proceso, el cambio, las ganas que tienen esas mujeres de salir adelante”.
Corazón Libre también trabaja con los niños que viven con sus madres en El Buen Pastor, añade Alejandra, “los acompañamos y damos atención para que puedan, al salir, tener herramientas que permitan integrarse a la sociedad”.
Quizá, la primera ruptura la vivió primero Alejandra, quien afirma: “mi vida no fue la misma desde el día en que pisé ese lugar. No sólo fue un proceso de transformación para ellas, las privadas de libertad, sino que también para mí. Nuestras vidas no son las mismas (…) queríamos compartirles que Jesús estaba allí, para cada una de ellas”.
Nuestros sueños: un país, una sociedad, un mundo menos indiferente
Para Alejandra y sus compañeros, el camino recorrido encarna y concretiza sueños: “también decíamos que queremos un mundo, un país y una sociedad menos indiferente ante las necesidades y la realidad de las personas, especialmente de las privadas de libertad. Así que soñamos que podamos tener una sociedad más cercana, más humana, más fraterna, que pueda acercarse poco a poco a la historia del otro”.
Alejandra Mendoza insiste en que el hecho de salir al encuentro con las mujeres privadas de libertad requiere de una actitud de humildad y respeto para con la otra. “Consideramos que el compartir es enriquecedor, por eso salimos fortalecidos y ricos de muchas experiencias”.
“Deseamos que la sociedad se involucre desde lo que cada uno pueda hacer, insiste Alejandra, ya sea desde la sociedad civil, los movimientos cristianos, católicos, desde la profesión personal o desde las empresas. Hay mucho por hacer y creemos que Corazón libre es esa semilla para que esta sociedad sea inclusiva y el mundo se atreva a conocer la realidad que hay detrás de las rejas y así empecemos a cambiarla”.
Una segunda oportunidad sin haber tenido la primera
Alejandra recuerda la frase que dice: todos se merecen una segunda oportunidad, sin embargo, rápidamente contrasta: “muchas de ellas nunca tuvieron una primera oportunidad”. En esa primera oportunidad apenas la están teniendo. Algunas están aprendiendo a leer y a escribir, a tener un poco de salud, subrayó.
Finalmente, la joven voluntaria lanza la invitación a todos: “que podamos seguir generando esas redes de apoyo y de contacto para compartir experiencias, para construir una sociedad más humana, que es lo que buscamos todos”.
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