Dos municipios tsotsiles de Chiapas, Chenalhó y Chalchihuitán, desde hace muchos años están confrontados por límites territoriales. Ambos pueblos sostienen ser los dueños legítimos de tierras limítrofes que bordean un río, que era la división milenaria entre los dos municipios. Un documento hecho en las oficinas de la entonces llamada Reforma Agraria, sin tener en cuenta la historia, la geografía y la cultura, le quitó hectáreas a Chalchihuitán y se las dio a Chenalhó.
Por ello, ha habido asesinatos, despojos, invasiones, diálogos, estudios, decisiones parciales de las autoridades, y el problema no se ha resuelto. Son pueblos hermanos por cultura y vecinos geográficamente, pero distanciados entre sí. No es un conflicto religioso. La diócesis promovió caminos de reconciliación, pero sin resultado satisfactorio.
Chenalhó tiene problemas semejantes con comunidades vecinas de otro municipio por la misma razón: la posesión de las tierras. Son conflictos muy preocupantes. ¡Cómo se anhela la fraternidad entre ellos!
En pasados procesos electorales, hubo graves divisiones en Oxchuc, población tseltal, entre dos mujeres indígenas, que luchaban por posiciones políticas en el Ayuntamiento. Ambas tenían sus seguidores, lo cual provocó asesinatos, quema de casas, desplazamientos y mucha violencia. La diócesis y la parroquia intentaron ayudar mucho para la paz social, pero los intereses son muy confrontativos. ¡Cuánto se sufre por la división!
Es la misma división que ahora se manifiesta en la lucha de los partidos políticos por designar candidatos a presidencias municipales en el país, a diputaciones y gubernaturas. La mala política divide mucho a los pueblos, con heridas morales que muchas veces llegan a ser heridas mortales.
El demonio de la división y la mentira trabaja en todas partes. Tuvimos experiencias muy dolorosas por divisiones internas en comunidades creyentes, por las diferentes maneras de concebir y vivir la fe, unas más de tipo piadoso, otras más de tipo social.
Intentamos construir puentes de entendimiento, de respeto, diálogo y trabajo pastoral conjunto, pero no siempre lo logramos. Es una lucha permanente por la unidad que Cristo quiere para sus seguidores: amarnos como hermanos, con nuestras legítimas diferencias.
Hace casi treinta años, fundamos el Consejo Interreligioso de Chiapas, entre los Obispos y los líderes de varias denominaciones protestantes. Su objetivo no es discutir asuntos doctrinales, sino unirnos para procurar la reconciliación y la paz en las comunidades afectadas por conflictos, trabajar juntos por la juventud, la familia y la vida. Es una experiencia muy fecunda de fraternidad, más allá de nuestras divergencias religiosas.
Pensar
El Papa Francisco, junto con el Gran Imán Ahmed el Tayeb y su Alteza el Sheikh Mohammed bin Zayed, musulmanes, está promoviendo un gran movimiento de fraternidad universal. No se hace a un lado nuestra fe católica, ni se la relativiza; al contrario, pues el mandato supremo es el amor. Es la fe la que promueve que las religiones no sean semillas de enfrentamiento, sino de aportación al bien de la humanidad, para acelerar la presencia del Reino de Dios, que es verdad y vida, santidad y gracia, justicia, amor y paz.
El 4 de febrero, declarado por la ONU como Día de la Fraternidad Universal, en un encuentro virtual para celebrar ese acontecimiento, el Papa expresó:
“Gracias a todos por apostar por la fraternidad, porque hoy la fraternidad es la nueva frontera de la humanidad. O somos hermanos, o nos destruimos mutuamente.
Hoy no hay tiempo para la indiferencia. No nos podemos lavar las manos. Con la distancia, con la prescindencia, con el menosprecio. O somos hermanos, o se viene todo abajo. Es la frontera. La frontera sobre la cual tenemos que construir; es el desafío de nuestro siglo, es el desafío de nuestros tiempos.
Fraternidad quiere decir mano tendida, fraternidad quiere decir respeto. Fraternidad quiere decir escuchar con el corazón abierto. Fraternidad quiere decir firmeza en las propias convicciones. Porque no hay verdadera fraternidad si se negocian las propias convicciones.
Somos hermanos, nacidos de un mismo Padre. Con culturas, tradiciones diferentes, pero todos hermanos. Y respetando nuestras culturas y tradiciones diferentes, nuestras ciudadanías diferentes, hay que construir esta fraternidad. No negociándola.
Es el momento de la escucha. Es el momento de la aceptación sincera. Es el momento de la certeza que un mundo sin hermanos es un mundo de enemigos. Quiero subrayar esto. No podemos decir: o hermanos o no hermanos. Digámoslo bien: o hermanos, o enemigos. Porque la prescindencia es una forma muy sutil de la enemistad.
No sólo hace falta una guerra para hacer enemigos. Basta con prescindir. Basta con esa técnica —se ha transformado en técnica—, esa actitud de mirar para otra parte, prescindiendo del otro, como si no existiera.
Querido hermano Gran Imán: gracias por su ayuda, gracias por su testimonio, gracias por este camino que hemos hecho juntos”.
Actuar
Eduquémonos para respetarnos entre religiones, entre tendencias ideológicas o políticas, entre grupos o partidos, entre pueblos y naciones, para construir juntos la paz y la fraternidad, pues Dios quiere que todos vivamos como hermanos, ya que somos hijos del mismo Padre del cielo.
(*) Obispo Emérito de San Cristobal de Las Casas, México
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