CIUDAD DEL VATICANO.- El papa Francisco ha recibido este viernes en audiencia a una
delegación de la Comisión Internacional contra la pena de muerte,
encabezada por su presidente, Federico Mayor Zaragoza, en la que ha
manifestado que la pena de muerte es "inadmisible", ya que representa el
"fracaso" del Estado de Derecho y fomenta la venganza.
"Hoy en día la pena de muerte es inadmisible, por cuanto grave haya
sido el delito del condenado. Es una ofensa a la inviolabilidad de la
vida y a la dignidad de la persona humana que contradice el designio de
Dios sobre el hombre y la sociedad y su justicia misericordiosa, e
impide cumplir con cualquier finalidad justa de las penas. No hace
justicia a las víctimas, sino que fomenta la venganza", afirma Francisco
en una carta entregada a Mayor Zaragoza durante el transcurso de la
audiencia.
A juicio del Papa, para un Estado de derecho "la pena de muerte
representa un fracaso, porque lo obliga a matar en nombre de la
justicia" por lo que "nunca se alcanzará la justicia dando muerte a un
ser humano".
En su misiva, el Pontífice precisa que, "con la aplicación de la pena
capital, se le niega al condenado la posibilidad de la reparación o
enmienda del daño causado; la posibilidad de la confesión, por la que el
hombre expresa su conversión interior; y de la contrición, pórtico del
arrepentimiento y de la expiación, para llegar al encuentro con el amor
misericordioso y sanador de Dios".
El Santo Padre también lamenta que la pena de muerte sea "un recurso
frecuente al que echan mano algunos regímenes totalitarios y grupos de
fanáticos, para el exterminio de disidentes políticos, de minorías, y de
todo sujeto etiquetado como 'peligroso' o que puede ser percibido como
una amenaza para su poder o para la consecución de sus fines".
En cualquier caso, denuncia que "los Estados pueden matar por acción
cuando aplican la pena de muerte, cuando llevan a sus pueblos a la
guerra o cuando realizan ejecuciones extrajudiciales o sumarias. Pueden
matar también por omisión, cuando no garantizan a sus pueblos el acceso a
los medios esenciales para la vida".
Aunque el Papa ve necesario "en algunas ocasiones" repeler
"proporcionadamente una agresión en curso para evitar que un agresor
cause un daño, y la necesidad de neutralizarlo puede conllevar su
eliminación", cree que este es el caso de la legítima defensa.
"Sin embargo --prosigue-- los presupuestos de la legítima defensa
personal no son aplicables al medio social, sin riesgo de
tergiversación" pues "cuando se aplica la pena de muerte, se mata a
personas no por agresiones actuales, sino por daños cometidos en el
pasado" y se actúa sobre "personas cuya capacidad de dañar no es actual
sino que ya ha sido neutralizada, y que se encuentran privadas de su
libertad".
Por todo ello, considera que "la pena de muerte es contraria al
sentido de la humanitas y a la misericordia divina, que debe ser modelo
para la justicia de los hombres" y cuestiona que se debata "en algunos
lugares acerca del modo de matar, como si se tratara de encontrar el
modo de hacerlo bien cuando "no hay forma humana de matar a otra
persona".
Asimismo, arremete contra "la pena de prisión perpetua, así como
aquellas que por su duración conlleven la imposibilidad para el penado
de proyectar un futuro en libertad" pues "pueden ser consideradas penas
de muerte encubiertas" al privar al culpable no sólo de su libertad sino
también de su esperanza.
Por último, el Santo Padre alienta a continuar a la delegación de la
Comisión Internacional contra la pena de muerte con la obra que realizan
ya que, en su opinión, "el mundo necesita testigos de la misericordia y
de la ternura de Dios y que el Señor Jesús les conceda el don de la
sabiduría, para que las acciones que emprendan en pos de la abolición de
esta pena cruel, sean acertadas y fructíferas".
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