CIUDAD DEL VATICANO.- A pocos días de cumplirse el segundo aniversario de la elección de
Jorge Mario Bergoglio como Papa, la reforma a las estructuras del
Vaticano avanza con paso firme, pero lento, coincidieron varios cardenales.
Tras la sorpresiva renuncia de Benedicto XVI, que entró en vigor el 28 de febrero de 2013, los purpurados de todo el mundo fueron convocados a Roma para discutir sobre el futuro de la Iglesia católica antes de encerrarse en la Capilla Sixtina para elegir al futuro pontífice.
En las “congregaciones generales”, los encuentros a puerta cerrada previos al Cónclave, que comenzó el 12 de marzo de ese año, los cardenales alcanzaron un acuerdo: Fuese cual fuese el elegido, debía impulsar una reforma a fondo de la Curia Romana, el entramado de organismos que auxilian al Papa en el gobierno de la Iglesia universal.
Apenas poco más de 24 horas después del inicio de la votaciones en la Sixtina, el arzobispo de Buenos Aires Bergoglio fue presentado al mundo tras el “Habemus papam” con el nombre de Francisco.
Un mes después, el flamante Papa anunció la creación de un consejo de cardenales que lo ayudaría en la reforma del Vaticano. Originalmente el grupo estaba compuesto por ocho miembros, pero después se extendió a nueve.
Conocido coloquialmente como el “C-9”, el consejo fue convocado a reuniones periódicas (cada dos o tres meses) con el obispo de Roma, para avanzar en un nuevo diseño institucional para la Curia.
"Tras un comienzo acelerado y la recopilación de numerosas propuestas (más de 100 documentos provenientes de diversas partes del mundo), sólo unas semanas atrás se presentó un primer borrador de los cambios a realizar ante más de 150 cardenales.
“Todavía eso está muy en pañales, por ahora se ha avanzado en una mínima parte de lo que realmente se quiere. Hay un consenso mayoritario entre los cardenales de que lo hecho, hasta ahora, está bien”, dijo José Luis Lacunza Maestrojuán.
El obispo de la diócesis de David y el primer cardenal en la historia de Panamá estableció que el objetivo es una reducción de los organismos de la Curia y un “enflaquecimiento” de la estructura, pero advirtió que es necesario “ir más allá”.
"El objetivo no debería ser realizar sólo una reforma cosmética, sino ir al fondo y llevar a cabo una conversión pastoral, que pasa por entender la Iglesia no como un fin en sí misma sino como un instrumento para hacer el evangelio creíble y aceptable”, añadió.
“Claro que es difícil, porque la fe no es un barniz exterior, no es un maquillaje. La fe es un estilo de vida, debe llegar al corazón, tiene que llegar al modo de ser profundo y después traducirse en el modo de ser de cada día. Eso requiere una conversión radical”, agregó.
Al final de todas las discusiones en curso se espera que el Papa Francisco promulgue una nueva constitución apostólica que sustituya a la “Pastor Bonus” (Pastor bueno), promulgada en 1988 por Juan Pablo II y la cual estableció la conformación actual de la Curia vaticana.
Más de 25 años después, el escándalos del robo y la filtración a la prensa de documentos confidenciales del Papa Benedicto XVI, conocido como el “vatileaks”, demostró todas las limitaciones de la estructura y la necesidad de reformarla.
En parte ese escándalo derivó en la inédita renuncia de Joseph Ratzinger y empujó la elección como su sucesor de un hombre que se había mantenido al margen de las intrigas palaciegas que debió afrontar el pontífice alemán.
Jorge Mario Bergoglio aprovechó la sorpresa de su elección y una positiva imagen mediática para poner sobre la mesa la necesidad de una reforma, que ya dio sus primeros resultados.
Por lo pronto, el fruto más concreto ha correspondido a una reconfiguración de las oficinas económicas de la Santa Sede, antes dispersas. Para asegurar la vigilancia y el control en este campo el Papa creó dos organismos: El Consejo y la Secretaría de Economía.
El primero está compuesto por ocho cardenales y siete especialistas no religiosos. Su objetivo principal es establecer las políticas financieras que deben respetarse en todos los organismos del Vaticano.
La segunda pone en práctica esas grandes líneas y, sobre todo, fiscaliza inversiones y manejo de capitales. La meta de estas nuevas oficinas es mantener una línea de transparencia y rendición de cuentas, para dejar atrás tiempos de mala imagen por escándalos de corrupción.
No obstante el Papa haya dado ya pasos adelante en materia económica, él mismo ha dejado en claro –varias veces- que su principal preocupación no es la reforma estructural sino “la reforma de los corazones”, un cambio cultural y encaminado a la congruencia entre los católicos.
“Me parece clave este mensaje”, señaló –también en entrevista- el cardenal Daniel Fernando Sturla Berhouet, arzobispo de Montevideo en Uruguay.
"Uno ante todo uno es un cristiano y cuando tiene más responsabilidades en la Iglesia, está llamado a vivir más intensamente la vida cristiana. Eso supone una vida de desprendimiento, de austeridad, de amor hacia el que más necesita”, indicó.
“Me siento totalmente identificado y ojalá nos ayude a todos los que tenemos un servicio de responsabilidad en la Iglesia ante todo a ser cristianos”, agregó.
Aunque en el entorno del Vaticano las reformas que ha emprendido Francisco han generado turbulencias e incluso resistencias, con filtraciones de documentos en la prensa italiana, Sturla aseguró que esa actitud no se advierte en otras latitudes.
“En Uruguay no he visto resistencias a la propuesta del Papa, más bien veo una aceptación cordial. Sí creo que es natural y parte de nuestro ser cristiano, que haya Papas que sintonicen más con ciertos grupos eclesiales y Papas que sintonicen con otros”, explicó.
“Esto no debe escandalizarnos. Es natural. Dentro de la Iglesia hay grupos muy diversos. El Papa a nivel general y los obispos a nivel local son centros de unidad en la diversidad”, apuntó.
Tras la sorpresiva renuncia de Benedicto XVI, que entró en vigor el 28 de febrero de 2013, los purpurados de todo el mundo fueron convocados a Roma para discutir sobre el futuro de la Iglesia católica antes de encerrarse en la Capilla Sixtina para elegir al futuro pontífice.
En las “congregaciones generales”, los encuentros a puerta cerrada previos al Cónclave, que comenzó el 12 de marzo de ese año, los cardenales alcanzaron un acuerdo: Fuese cual fuese el elegido, debía impulsar una reforma a fondo de la Curia Romana, el entramado de organismos que auxilian al Papa en el gobierno de la Iglesia universal.
Apenas poco más de 24 horas después del inicio de la votaciones en la Sixtina, el arzobispo de Buenos Aires Bergoglio fue presentado al mundo tras el “Habemus papam” con el nombre de Francisco.
Un mes después, el flamante Papa anunció la creación de un consejo de cardenales que lo ayudaría en la reforma del Vaticano. Originalmente el grupo estaba compuesto por ocho miembros, pero después se extendió a nueve.
Conocido coloquialmente como el “C-9”, el consejo fue convocado a reuniones periódicas (cada dos o tres meses) con el obispo de Roma, para avanzar en un nuevo diseño institucional para la Curia.
"Tras un comienzo acelerado y la recopilación de numerosas propuestas (más de 100 documentos provenientes de diversas partes del mundo), sólo unas semanas atrás se presentó un primer borrador de los cambios a realizar ante más de 150 cardenales.
“Todavía eso está muy en pañales, por ahora se ha avanzado en una mínima parte de lo que realmente se quiere. Hay un consenso mayoritario entre los cardenales de que lo hecho, hasta ahora, está bien”, dijo José Luis Lacunza Maestrojuán.
El obispo de la diócesis de David y el primer cardenal en la historia de Panamá estableció que el objetivo es una reducción de los organismos de la Curia y un “enflaquecimiento” de la estructura, pero advirtió que es necesario “ir más allá”.
"El objetivo no debería ser realizar sólo una reforma cosmética, sino ir al fondo y llevar a cabo una conversión pastoral, que pasa por entender la Iglesia no como un fin en sí misma sino como un instrumento para hacer el evangelio creíble y aceptable”, añadió.
“Claro que es difícil, porque la fe no es un barniz exterior, no es un maquillaje. La fe es un estilo de vida, debe llegar al corazón, tiene que llegar al modo de ser profundo y después traducirse en el modo de ser de cada día. Eso requiere una conversión radical”, agregó.
Al final de todas las discusiones en curso se espera que el Papa Francisco promulgue una nueva constitución apostólica que sustituya a la “Pastor Bonus” (Pastor bueno), promulgada en 1988 por Juan Pablo II y la cual estableció la conformación actual de la Curia vaticana.
Más de 25 años después, el escándalos del robo y la filtración a la prensa de documentos confidenciales del Papa Benedicto XVI, conocido como el “vatileaks”, demostró todas las limitaciones de la estructura y la necesidad de reformarla.
En parte ese escándalo derivó en la inédita renuncia de Joseph Ratzinger y empujó la elección como su sucesor de un hombre que se había mantenido al margen de las intrigas palaciegas que debió afrontar el pontífice alemán.
Jorge Mario Bergoglio aprovechó la sorpresa de su elección y una positiva imagen mediática para poner sobre la mesa la necesidad de una reforma, que ya dio sus primeros resultados.
Por lo pronto, el fruto más concreto ha correspondido a una reconfiguración de las oficinas económicas de la Santa Sede, antes dispersas. Para asegurar la vigilancia y el control en este campo el Papa creó dos organismos: El Consejo y la Secretaría de Economía.
El primero está compuesto por ocho cardenales y siete especialistas no religiosos. Su objetivo principal es establecer las políticas financieras que deben respetarse en todos los organismos del Vaticano.
La segunda pone en práctica esas grandes líneas y, sobre todo, fiscaliza inversiones y manejo de capitales. La meta de estas nuevas oficinas es mantener una línea de transparencia y rendición de cuentas, para dejar atrás tiempos de mala imagen por escándalos de corrupción.
No obstante el Papa haya dado ya pasos adelante en materia económica, él mismo ha dejado en claro –varias veces- que su principal preocupación no es la reforma estructural sino “la reforma de los corazones”, un cambio cultural y encaminado a la congruencia entre los católicos.
“Me parece clave este mensaje”, señaló –también en entrevista- el cardenal Daniel Fernando Sturla Berhouet, arzobispo de Montevideo en Uruguay.
"Uno ante todo uno es un cristiano y cuando tiene más responsabilidades en la Iglesia, está llamado a vivir más intensamente la vida cristiana. Eso supone una vida de desprendimiento, de austeridad, de amor hacia el que más necesita”, indicó.
“Me siento totalmente identificado y ojalá nos ayude a todos los que tenemos un servicio de responsabilidad en la Iglesia ante todo a ser cristianos”, agregó.
Aunque en el entorno del Vaticano las reformas que ha emprendido Francisco han generado turbulencias e incluso resistencias, con filtraciones de documentos en la prensa italiana, Sturla aseguró que esa actitud no se advierte en otras latitudes.
“En Uruguay no he visto resistencias a la propuesta del Papa, más bien veo una aceptación cordial. Sí creo que es natural y parte de nuestro ser cristiano, que haya Papas que sintonicen más con ciertos grupos eclesiales y Papas que sintonicen con otros”, explicó.
“Esto no debe escandalizarnos. Es natural. Dentro de la Iglesia hay grupos muy diversos. El Papa a nivel general y los obispos a nivel local son centros de unidad en la diversidad”, apuntó.
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