SAO PAULO.- Los misioneros, muchas veces, ya no sabemos de donde somos, si del país
que nos vio nacer o de aquel que nos adoptó como consecuencia de nuestra
misión. Eso es lo que pasa a Pedro Pierre, quien nació en Francia, pero vive en América Latina desde hace 44 años, la mayoría del tiempo en Ecuador. Él mismo afirma que “cuando voy a Francia, me siento más extranjero allá que aquí”.
Pedro Pierre ha ido “aprendiendo una nueva sabiduría”, sobretodo con los pobres, donde la Iglesia “va a encontrar a Jesucristo, porque los pobres tienen esta capacidad de un conocimiento de Jesucristo mucho más profundo que lo que tenemos nosotros”. Eso es algo que ha vivido en América Latina, “el único continente que ha hecho una aplicación comunitaria del concilio”, el continente de donde procede el Papa Francisco, “que lleva con él una mayor fidelidad al Evangelio” y que “está intentando resucitar, o poner en práctica, muchas decisiones del Concilio Vaticano II que fueron aparcadas, sobretodo en la Iglesia europea”.
El misionero no duda en afirmar que “es la Iglesia de América Latina que aporta una nueva manera de vivir el Evangelio mucho más fiel a lo que dijo e hizo Jesús”, definiendo la crisis que vive la Iglesia católica como “una crisis de la manera de interpretar el Evangelio”.
Por eso ve necesario un nuevo paradigma, que lleve a la Iglesia a preguntarse “cómo quitamos el sufrimiento de la gente y como volvemos a dar un sentido a la vida de la gente”.
Una Iglesia donde las mujeres, que “tienen otra visión de la fe, otra visión de la vida, otra manera de ser humanas”, tengan un papel destacado
en los órganos de decisión.
Una Iglesia en la que “el sacerdocio
bautismal tiene que sustituir el actual sacerdocio ministerial”, con una
nueva forma de hacer misión, como nos ha enseñado el Sínodo para la Amazonía, asumiendo que “otras culturas expresen la misma fe y el Reino de maneras muy distintas”, entrando en nuevos ritos y soñando con un mundo nuevo, donde “los pobres se empoderen, que se hagan protagonistas de lo que sienten”.
Es un encuentro que al principio fue
difícil, porque uno viene con una mentalidad y esta mentalidad, esta
cultura, no cambia, tal vez no cambia nunca, pero con el paso del tiempo
uno va descubriendo otra manera de vivir, otra manera de pensar, otra
manera de creer, otra manera de hacer las cosas.
En la medida en que uno
entra en la escuela de los pobres, uno va aprendiendo muchas cosas a
nivel personal, a nivel de la fe, a nivel social. De tal manera que,
ahora, cuando voy a Francia, me siento más extranjero allá que aquí.
¿Qué es lo que uno va aprendiendo?
Pienso
que va aprendiendo una nueva sabiduría, los pobres, como decía Monseñor
Proaño son nuestros maestros. Los pobres en sus dificultades, en sus
luchas, en su manera de creer, nos van a ayudar a aprender una nueva
verdad, la verdad de la vida, también la verdad de la fe.
El
Papa Francisco, en sus primeros días de pontificado, dijo que quería
una Iglesia pobre y para los pobres. ¿Qué es lo que la Iglesia puede
encontrar en los pobres?
La
Iglesia en los pobres va a encontrar a Jesucristo, porque los pobres
tienen esta capacidad de un conocimiento de Jesucristo mucho más
profundo que lo que tenemos nosotros. Los pobres tienen este secreto,
esta gracia de Dios de estar más cerca de él, de quien fue Jesús, de que
espera de nosotros, de cual es el camino que debemos seguir para
encontrarlo y ser fiel a su Evangelio.
El Papa Francisco está intentando
resucitar, o poner en práctica, muchas decisiones del Concilio Vaticano
II que fueron aparcadas, sobretodo en la Iglesia europea. Es verdad que
la Iglesia latinoamericana en las conferencias de Medellín, Puebla,
Aparecida, intentó llevar adelante esas ideas. ¿Podríamos decir que con
la llegada a la Sede de Pedro del Papa Francisco, esa Iglesia
latinoamericana, más volcada para el concilio, ha vuelto a tomar
protagonismo?
Sí,
yo pienso que sí. El concilio es la máxima autoridad de la Iglesia y
esta autoridad no ha sido seguida por los papas anteriores, ellos
interpretaron el concilio a su manera. Entonces, el Papa Francisco viene
de América Latina, que es el único continente que ha hecho una
aplicación comunitaria del concilio. Tres años después del concilio se
reunió en Medellín para ver como aplicar el concilio a la realidad de
aquí.
Lo
que dice el padre José Marins, la Iglesia de América Latina ha dejado de
ser una Iglesia dependiente y colonizada, para pasar a ser una Iglesia
fuente y camino para la Iglesia universal. Por eso, este Papa que viene
del fin del mundo, lleva con él una mayor fidelidad al Evangelio. El
Papa Francisco también se inspira mucho en la última reunión episcopal
latinoamericana, que tuvo lugar en Aparecida, la quinta, él era relator
de la reunión. El Documento de Aparecida retoma el Documento de
Medellín, se inspira en el concilio a través de una aplicación a América
Latina. La gran novedad que aporta el Papa Francisco es la novedad de
la Iglesia de los pobres de América Latina.
Las
comunidades eclesiales de base, con las que usted ha trabajado durante
mucho tiempo, han intentado hacer realidad hacer realidad esa Iglesia.
¿Qué es lo que las comunidades eclesiales de base, que Pedro Casaldáliga
definía como la forma de toda la Iglesia ser, podrían aportar a la
Iglesia latinoamericana y universal?
La
Iglesia europea es una Iglesia que vivió durante muchos siglos la
cristiandad, la Iglesia era el poder político, social y moral, la
Iglesia acaparó todos los poderes. América Latina obliga de alguna
manera a la Iglesia universal a dejar de ser lo que es. Los aportes de
los obispos latinoamericanos en el concilio no fueron muy escuchados,
porque en Europa había grandes teólogos y tenía que haber una renovación
intelectual y pastoral. Pero cuando miramos la realidad, es la Iglesia
de América Latina que aporta una nueva manera de vivir el Evangelio
mucho más fiel a lo que dijo e hizo Jesús. El aporte de la Iglesia de
los pobres de América Latina es una renovación de la Iglesia en este
momento.
En
ese sentido, podríamos decir que la Iglesia en Europa siempre fue una
Iglesia que mandó, en cuanto que ahora el Papa Francisco propone una
Iglesia que escucha. ¿Por qué podríamos decir que eso es algo que
chirría, que no es fácilmente asumible por la Iglesia europea?
La
Iglesia europea se va haciendo cada vez más diminuta. Si uno va a
España, Italia, Francia, quienes van renovando las parroquias son muchas
veces los migrantes que llegan allá desde América Latina. Llegan con su
fe, con su religiosidad, con su solidaridad, aportan a la Iglesia de
Europa una sangre nueva, una práctica nueva, una sencillez y, al mismo
tiempo, una fidelidad al Evangelio mucho más grande.
El Papa Francisco está intentando, a
partir de las propuestas del Vaticano II, hacer realidad una Iglesia
sinodal, que vive desde la comunión. ¿Eso es realmente posible dentro de
la estructura jerárquica, dominada por el clericalismo, uno de los
grandes pecados de la Iglesia, según el Papa Francisco, que tenemos?
Es
una gran dificultad en este momento. Durante 16 siglos, desde que, con
el emperador Constantino, el Imperio asumió el cristianismo, lo
transformó. El cristianismo de la cristiandad no ha sido fiel a
Jesucristo, por eso la crisis actual no es solamente una crisis de
vocación sacerdotal, es una crisis de la manera de interpretar el
Evangelio. Jesucristo no quiso ninguna jerarquía, el Papa Francisco va
retomando este camino de la sinodalidad. En la Iglesia católica no hay
que hablar de democracia, eso es una palabra prohibida, por eso que se
habla ahora de comunión de iguales, de sinodalidad. Es decir, una
Iglesia mucho más participativa, mucho más fraterna y mucho más
solidaria.
El
gran problema del clericalismo de la jerarquía es convertirse. No sé
como se va a llegar a eso, es otra forma de Iglesia que está naciendo,
especialmente en América Latina y el continente asiático y africano, que
puede aportar una renovación. La Iglesia de cristiandad ha insistido
mucho en lo espiritual. Jesucristo ha venido para transformar y quitar
el dolor a la gente y dar un sentido a la vida. Tenemos que retomar este
doble camino, cómo quitamos el sufrimiento de la gente y como volvemos a
dar un sentido a la vida de la gente.
¿Qué papel deberían tener las mujeres en esa forma de ser Iglesia?
Las
mujeres deberían tener mucho poder en las instancias de decisión,
porque han sido apartadas y tenemos una Iglesia machista, patriarcal,
clerical. Las mujeres tienen mucho que aportar, en la medida en que
ellas tienen otra visión de la fe, otra visión de la vida, otra manera
de ser humanas. Las mujeres son muy importantes para encontrar nuevos
modos de ser Iglesia que responda a las necesidades de hoy.
Recientemente
fue celebrada la asamblea sinodal del Sínodo para la Amazonía. ¿Podemos
considerar este sínodo como un momento histórico de la Iglesia pos
Vaticano II?
Pienso
que sí, que es una nueva manera de enfocar la misión, que es el papel
universal de todo cristiano en la Iglesia. La misión parte no de la
presencia de la Iglesia, sino de la presencia del Evangelio y la
vitalidad del Reino en las comunidades, es un nuevo enfoque. Este Sínodo
para la Amazonía va dando un nuevo camino para los misioneros, para la
manera de seguir a Jesús, de vivir los sacramentos y de ser una Iglesia
mucho más comunitaria y solidaria con el mundo de hoy y con la creación.
Una de las grandes polémicas del
Sínodo para la Amazonía ha sido el tema de los viri probati como una
nueva forma de sacerdocio. ¿Por qué eso genera polémica y cómo debería
ser enfocado el sacerdocio desde su punto de vista en la Iglesia
católica?
La
exhortación del Papa tiene para mí muchas novedades. Nosotros siempre
esperamos del Papa normas, orientaciones, decisiones y, por lo tanto,
obediencia. El Papa rompe con esta manera de dirigir la Iglesia, el Papa
dice que hay un documento de conclusión y que sigamos este documento de
conclusión. Yo lo que voy a decir en mi documento Querida Amazonía es
un complemento, vayan leyendo y aplicando lo que dice el documento. Mi
sueño son cambios sociales, eclesiales, ecológicos.
En
el nivel del sacerdocio, pensamos que las cosas van a venir de arriba,
el celibato opcional, las mujeres diaconisas y quizás sacerdotes. No nos
damos cuenta que quizás en este momento la forma de ejercer el
sacerdocio es un fracaso, y o pienso que el sacerdocio que ejercemos no
es el sacerdocio de Jesucristo, hemos vuelto al sacerdocio del Antiguo
Testamento. Esta manera de ser sacerdote hoy tiene que ser sustituido
por el sacerdocio bautismal. Al haber vivido en las comunidades
eclesiales de base nuevas experiencias, yo me doy cuenta que el
sacerdocio del bautizado es la manera natural y evangélica de celebrar
la Eucaristía y de celebrar los sacramentos.
El
sacerdocio bautismal tiene que sustituir el actual sacerdocio
ministerial que estamos ejerciendo nosotros los sacerdotes. Es el gran
paso y si eso no se da, el clericalismo, la jerarquía, la manera de
ejercer el poder va a seguir. Si consideramos el sacerdocio como un
servicio más en la comunidad y no como un poder, que en este momento
destruye el cuerpo bautismal. El sacerdocio bautismal tiene que
sustituir al sacerdocio ministerial en este momento.
Uno
de los elementos destacados en ese proceso sinodal es el de la
interculturalidad. ¿La Iglesia católica está preparada para dialogar de
igual para igual con otras culturas y descubrir en ellas lo que el
Vaticano II llamaba las semillas del Verbo?
Es
la gran dificultad para todos, entrar en otra cultura, aceptar que
otras culturas expresen la misma fe y el Reino de maneras muy distintas.
El Documento de Santo Domingo, la reunión de los obispos
latinoamericanos en República Dominicana, dice que hay inculturar la fe,
la Iglesia, los dogmas, la manera de pensar, de hacer liturgia. Esta
inculturación, desde 1992, no ha avanzado mucho. Es en la medida en que
se va a dar libertad a las Iglesias en las bases que vamos a tener
novedades para reinterpretar y vivir la misma fe de Jesús, pero con
expresión muy diferente en las distintas culturas. En la medida en que
haya muchas comunidades que viven esta inculturación, la jerarquía la va
a tener que seguir.
El Papa Francisco habla, en
referencia al Sínodo para la Amazonía, de una Iglesia con rostro
amazónico e indígena, y en el Documento Final de la posibilidad de un
rito amazónico. ¿Qué puede aportar, no solo a la Amazonía, también a
otras regiones, la aparición de diferentes ritos locales?
Eso
un enriquecimiento. En la Iglesia católica hay muchos ritos distintos,
que ya se viven en la Iglesia, especialmente en la Iglesia del Medio
Oriente. Un rito nuevo no tiene que ser una gran novedad, sino que tiene
que ser la manera de expresarse de esta gente. Entonces, es una riqueza
para la Iglesia católica, que cada uno se sienta mucho más libre para
expresar su fe, para celebrarla en la manera de ser cristiano. Es un
enriquecimiento que va a venir para el bien de nuestra Iglesia. Los
jóvenes y las mujeres van a aportar su parte para expresar la misma fe
de maneras muy diferentes.
El
Papa Francisco nos ha llevado en Querida Amazonía a soñar. ¿Cuáles son
sus sueños para América Latina, para el mundo y para la Iglesia en el
futuro?
Mi
sueño es que los pobres se empoderen, que se hagan protagonistas de lo
que sienten. En este momento, a los pobres se les quita la posibilidad
de expresarse de una nueva manera, los pobres tienen mucho que aportar a
nivel social, político, económico, hay otras maneras de vivir en el
mundo, en la sociedad. Este sistema neoliberal que se nos impone, impide
a los pobres expresar una nueva manera de vivir la sociedad, la fe, la
familia, la comunidad. En este momento, el sueño es que los pobres
puedan tener esta capacidad de cambiar, saliendo de su miseria y poder
aportar mucho más a la Iglesia y a la humanidad.
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