CIUDAD DEL VATICANO.- Decepción es el término que define la clausura de la histórica cumbre
antipederastia que ha corrido a cargo del Papa Francisco. El propio
pontífice había creado ciertas expectativas en la apertura de la cumbre
al reclamar medidas concretas para frenar los abusos a los menores en el
seno de la Iglesia ante 190 representantes de conferencias episcopales
de todo el mundo.
Pero él ha sido el primero en quebrantar su propia
recomendación: las esperadas medidas han sido sustituida por simples
pautas de conducta, lo que ha provocado una gran decepción de las
víctimas. Francisco y sus obispos, entre ellos la Conferencia Episcopal
Española, han entonado un 'mea culpa' y poco más. De la cumbre solo ha
salido una especie de manual con ocho directrices sobre cómo comportarse
ante los abusos.
El papa Francisco se ha comprometido a que la Iglesia “no se cansará
de hacer todo lo necesario para llevar ante la justicia a cualquiera que
haya cometido” abusos de tipo sexual y que “nunca intentará encubrir o
subestimar ningún caso”. Pero, ¿significa eso la obligatoriedad de que
esos casos de abusos cometidos por curas acaben ante la justicia
ordinaria?
“La Iglesia nunca intentará encubrir o subestimar ningún
caso“, ha asegurado el papa. Y esa es la afirmación que más podría
parecerse a una promesa de que no seguirá habiendo encubrimientos y
ocultaciones, como hasta ahora.
Por lo demás, uno de los aspectos del discurso de Francisco que más
han disgustado a las víctimas es la referencia a los abusos fuera de la
Iglesia, lo que ha sido interpretado como una estrategia para diluir la
gravedad del problema a nivel eclesiástico.
El papa se ha dedicado a
citar estadísticas de los abusos que se cometen en otros ámbitos para
concluir que quien los comete, “o sea las violencias (físicas, sexuales
o emotivas) son sobre todo los padres, los parientes, los maridos de
las mujeres niñas, los entrenadores y los educadores.
Además, según los
datos de Unicef de 2017 referidos a 28 países del mundo, 9 de cada 10
muchachas, que han tenido relaciones sexuales forzadas, declaran haber
sido víctimas de una persona conocida o cercana a la familia”.
En este sentido, Francisco se ha referido a los estudios de la OMS,
Unicef, Interpol o Europol y ha considerado que detrás de la reticencia a
no denunciar puede estar “la vergüenza, la confusión, el miedo a la
venganza, los sentimientos de culpa, la desconfianza en las
instituciones, los condicionamientos culturales y sociales, pero también
la desinformación sobre los servicios y las estructuras que pueden
ayudar”.
El pontífice ha lamentado de algunos casos acaben en suicidio o
a veces a vengándose haciendo lo mismo. Para el Papa, ante tanta
crueldad, ante “todo este sacrificio idolátrico de niños al dios del
poder, del dinero, del orgullo, de la soberbia, no bastan meras
explicaciones empíricas”, porque estas no son capaces de hacer
comprender la amplitud y la profundidad del drama.
En este sentido, ha
dicho que “la hermenéutica positivista” demuestra su propio límite
porque no es capaz de dar “un significado”.
Así, ha recalcado que se trata del “misterio del mal”, que se ensaña
contra “los más débiles porque son imagen de Jesús”.
A propósito de esta
idea, ha subrayado que ha crecido actualmente en la Iglesia la
conciencia de que se debe no solo intentar limitar los gravísimos abusos
con “medidas disciplinares y procesos civiles y canónicos”, sino
también “afrontar con decisión el fenómeno tanto dentro como fuera de la
Iglesia”.
“Detrás y dentro de esto está el espíritu del mal que en su
orgullo y en su soberbia se siente el señor del mundo y piensa que ha
vencido. Esto quisiera decíroslo con la autoridad de hermano y de padre,
ciertamente pequeño, pero que es el pastor de la Iglesia que preside en
la caridad: en estos casos dolorosos veo la mano del mal que no perdona
ni siquiera la inocencia de los pequeños”, ha dicho.
Francisco persigue, según ha explicado, hacer frente al problema
evitando los dos extremos de un “justicialismo” provocado por el sentido
de culpa por los errores pasados y de la “presión del mundo”.
Al mismo
tiempo pide, dejar de lado “todas las polémicas ideológicas y las
políticas periodísticas” que a menudo “instrumentalizan, por intereses
varios, los mismos dramas vividos por los pequeños”.
Por ello, ha
subrayado que el objetivo de la Iglesia será “escuchar, tutelar,
proteger y cuidar a los menores abusados, explotados y olvidados, allí
donde se encuentren”, aunque no ha enmarcado estos crímenes solo a un
ámbito eclesiástico, sino que ha pedido la ayuda de “todas las
autoridades y de todas las personas” para “extirpar de la faz de la
tierra” estos crímenes “abominables”.
“Ha llegado la hora de colaborar
juntos para erradicar esta brutalidad del cuerpo de nuestra humanidad
adoptando todas las medidas necesarias ya en vigor a nivel internacional
y eclesial”, ha dicho.
Sin embargo, Francisco ha subrayado que si bien este es “un problema
universal y transversal que desgraciadamente se verifica en casi todas
partes, eso no “disminuye su monstruosidad dentro de la Iglesia”.
“La
inhumanidad del fenómeno a escala mundial es todavía más grave y más
escandalosa en a Iglesia, porque contrasta con su autoridad moral y su
credibilidad ética. El consagrado, elegido por Dios para guiar las almas
a la salvación, se deja subyugar por su fragilidad humana, o por su
enfermedad, convirtiéndose en instrumento de satanás”, ha asegurado.
Las ocho directrices del Vaticano
Para elaborar las estrategias para erradicar la pederastia en la
Iglesia, el Pontífice se ha basado en el compendio de reglas de las
‘Best Practices’ formuladas bajo la dirección de la Organización Mundial
de la Salud (OMS), en las fórmulas que se han puesta sobre la mesa en
este encuentro y las guías elaboradas por la Comisión Pontificia para la
Protección de los Menores.
Además de la gestión impecable de los casos de abusos, que aparece
como segunda directriz, el Papa propone, en primer lugar, centrarse en
el objetivo principal de proteger a los menores e impedir que sean
víctimas de cualquier abuso psicológico y físico.
Para llevarlo, ha
pedido un cambio de mentalidad que combata “la actitud
defensiva-reaccionaria de salvaguardar la Institución, en beneficio de
una búsqueda sincera y decisiva del bien de la comunidad, dando
prioridad a las víctimas de …
En tercer lugar, reivindica la necesidad de una “verdadera
purificación” porque, según ha señalado, a pesar de las medidas
adoptadas y los progresos realizados en materia de prevención de los
abusos, se necesita imponer un “renovado y perenne empeño hacia la
santidad en los pastores”. A este respecto, ha dicho que acusarse a sí
mismo es un “inicio sapiencial” frente acusar a los otros, que es un
“paso hacia la excusa que nos separa de la realidad”.
El cuarto punto considera que será decisivo en la lucha contra los
abusos “excluir a las personas problemáticas” de la selección y de la
formación de los candidatos al sacerdocio. En quinto lugar, ha llamado a
“reforzar y verificar las directrices de las Conferencias Episcopales”
reafirmando la unidad de los obispos en la aplicación de parámetros par
que ningún abuso sea nunca más “encubierto ni infravalorado”.
La sexta directriz obliga a la Iglesia a acompañar a las víctimas de
abusos ofreciéndoles todo el apoyo necesario y valiéndose de expertos en
esta materia.
En séptimo lugar, el Pontífice ha hecho referencia a la importancia
de proteger a los menores debe de las nuevas formas de abuso sexual en
la red. “Es necesario oponernos absolutamente, con la mayor decisión, a
estas abominaciones, vigilar y luchar para que el crecimiento de los
pequeños no se turbe o se altere por su acceso incontrolado a la
pornografía, que dejará profundos signos negativos en su mente y en su
alma”, ha aseverado.
El octavo punto, llama a combatir el turismo sexual con “acción
represiva judicial, pero también el apoyo y proyectos de reinserción de
las víctimas de dicho fenómeno criminal”. “Las comunidades eclesiales
están llamadas a reforzar la atención pastoral a las personas explotadas
por el turismo sexual”, ha referido. A este respecto ha indicado que
entre los más vulnerables son ciertamente las mujeres y los niños.
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