CIUDAD DEL VATICANO.- “No se puede provocar”, dijo ayer el Papa, “no se puede insultar la fe de
los demás. No puede uno burlarse de la fe. No se puede”. Según
Francisco, la libertad de expresión “tiene un límite”.
Jorge Mario Bergoglio, cuyo
mensaje y expresividad concitan tantas veces la aprobación de propios y
extraños, realizó este jueves unas extrañas declaraciones al referirse a los atentados de París
durante el vuelo entre Sri Lanka y Filipinas. Extrañas tanto por el
tono y los gestos utilizados —“si el doctor Gasbarri dice una mala
palabra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo. ¡Es normal!”— como por
el hecho de aunar en una misma intervención su condena a los actos de Al Qaeda —“matar en nombre de Dios es una aberración”— con una cierta justificación de la reacción de los yihadistas ante las viñetas de Charlie Hebdo.
Como suele ser habitual en sus viajes fuera de Italia, Jorge Mario
Bergoglio se sometió sin filtros previos ni casi límite de tiempo a las
preguntas de la prensa internacional que lo acompaña en el vuelo papal.
Un periodista francés le preguntó: “Este jueves por la mañana usted
habló durante la misa de la libertad religiosa como derecho humano
fundamental. Pero en el respeto de las diversas religiones, ¿hasta qué
punto se puede llegar en la libertad de expresión, que es también un
derecho humano fundamental?”.
La cuestión se refería claramente a los
atentados sucedidos en Francia, y el Papa así lo entendió: “Creo que los
dos son derechos humanos fundamentales, tanto la libertad religiosa
como la libertad de expresión… Usted es francés, vayamos a [lo de]
París, ¡hablemos claro!”.
Y, después de repetir que “cada uno tiene el derecho de practicar la
propia religión” y que “matar en nombre de Dios es una aberración”, el
Papa acompañó con gestos muy expresivos la siguiente declaración: “En
cuanto a la libertad de expresión: cada persona no solo tiene la
libertad, sino la obligación de decir lo que piensa para apoyar el bien
común (…) Pero sin ofender, porque es cierto que no se puede reaccionar
con violencia, pero si el doctor Gasbarri [organizador de los viajes
papales], que es un gran amigo, dice una grosería contra mi mamá, le
espera un puñetazo. No se puede provocar, no se puede insultar la fe de
los demás (...) Hay mucha gente que habla mal, que se burla de la
religión de los demás. Estas personas provocan y puede suceder lo que le
sucedería al doctor Gasbarri si dijera algo contra mi mamá. Hay un
límite, cada religión tiene dignidad, cada religión que respete la vida
humana, la persona humana… Yo no puedo burlarme de ella. Y este es
límite. Puse este ejemplo del límite para decir que en la libertad de
expresión hay límites como en el ejemplo de mi mamá”.
Hasta ahora, las declaraciones del Papa iban más en el sentido de
poner la otra mejilla. Su mensaje ante los crímenes del fundamentalismo
islámico se dividía entre pedir a los líderes musulmanes una condena más firme
y rezar a Dios porque los criminales se arrepintieran. Nunca se había
visto a Jorge Mario Bergoglio, ni en sus gestos ni en sus mensajes, tan
cercano al ojo por ojo.
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