CIUDAD DEL VATICANO.- El Papa Francisco diagnostica que la sociedad contemporánea sufre una "crisis de verdad" y tiene una "necesidad" de luz, entendida como fe que ilumine el presente y guíe al hombre de hoy, en la encíclica 'Lumen Fidei' (La luz de la fe), la primera redactada a cuatro manos, las de Benedicto XVI, que hizo una primera redacción de la carta, y las de Francisco, que asume el "precioso" trabajo de su predecesor para añadir algunas aportaciones y que es quien firma la encíclica.
"Recuperar la conexión de la fe con la verdad es hoy aún más
necesario, precisamente por la crisis de verdad en que nos encontramos.
En la cultura contemporánea se tiende a menudo a aceptar como verdad
sólo la verdad tecnológica: es verdad aquello que el hombre consigue
construir y medir con su ciencia", asevera en el texto que se ha
publicado este viernes en el marco del Año de la Fe cuya apertura
coincidió con el 50º aniversario del inicio del Concilio Vaticano II que,
a su juicio, ha hecho que la fe "brille" dentro de la experiencia
humana.
En este sentido, apunta que en la actualidad parece que esta es la
única verdad que se puede compartir con otros, sobre la que se puede
debatir, mientras que la "verdad grande", es decir, "la que explica la
vida personal y social en su conjunto, es vista con sospecha" pues se
confunde con la verdad que intentaron imponer "los totalitarismos del
siglo pasado", una verdad que pretendía "aplastar la historia concreta
del individuo". Sin embargo, afirma que la fe "no es intransigente" sino
que respeta al otro, no es "arrogante" sino "humilde".
Lo que resulta de esta situación, según indica, es "un
relativismo" en el que la cuestión de Dios "ya no interesa" y, en este
punto, ven lógico que se busque desconectar la religión de la verdad
pues este nexo estaría "en la raíz del fanatismo que intenta arrollar a
quien no comparte las propias creencias". "Podemos hablar de un gran
olvido en nuestro mundo contemporáneo", confirma.
En un texto repleto de citas de filósofos como Nietzsche y
Russeau, de poetas como Dante, autores como Dostoievski, figuras como el
beato John Henrry Newman o Tertuliano y santos como San Agustín y San
Pablo, destaca que en la actualidad, al hablar de la fe como luz, uno se
puede encontrar con la objeción de sus contemporáneos que asocian la fe
"a la oscuridad", a "un salto en el vacío", a algo que puede dar
"consuelo privado" pero que "no se puede proponer a los demás como luz
objetiva".
Por ello, considera "urgente" recuperar el carácter luminoso
propio de la fe pues cuando esa "llama" se apaga, "todo se vuelve
confuso" y es "imposible distinguir el bien del mal". Según precisa, el
hombre se ha contentado con "pequeñas luces" que alumbran el instante
fugaz pero que no pueden abrir camino.
En esta línea, citando la Divina Comedia de Dante, cuando después
de haber confesado su fe ante San Pedro, la describe como "una chispa,
que se convierte en una llama cada vez más ardiente", el Papa, con la
contribución del Papa Emérito, llama a que esta luz "crezca e ilumine el
presente y llegue a convertirse en estrella que muestre el horizonte en
un tiempo en el que el hombre tiene especialmente necesidad de luz".
Por otra parte, señala que la fe, en respuesta a una Palabra que
la precede será siempre "un acto de memoria" pero al mismo tiempo es
"una memoria de una promesa" convirtiéndose en "memoria del futuro" que
está ligada a la esperanza. No obstante, lamenta que el hombre
contemporáneo "se niega a esperar el tiempo de esa promesa y se
desintegra en los múltiples instantes de su historia".
Francisco también se detiene en la historia de Israel para mostrar
cómo el pueblo "ha caído tantas veces en la incredulidad" y para
explicar que la idolatría es lo contrario a la fe pues esta última,
lejos de ofrecer multitud de senderos, ofrece un amor que acoge y
perdona y que se manifiesta "poderoso en su capacidad de enderezar lo
torcido de la historia".
Atendiendo a la salvación mediante la fe, advierte de que quien
haga obras buenas, cumpla los mandamientos pero se ponga a sí mismo en
el centro sin reconocer el origen de la bondad en Dios volviéndose
"fuente de su propia justicia" verá cómo sus obras se vuelven
"estériles". Además, precisa que el creyente debe formar parte del
cuerpo que es la Iglesia y que la fe fuera de ella pierde su "medida",
su "equilibrio", pues no es algo "privado" ni "individualista".
En la Encíclica, también conecta la fe con el amor y la verdad
para defender, frente a la concepción actual de que el amor son
"sentimientos volubles", que solo cuando el amor está fundado en la
verdad puede "superar la fugacidad del instante" y ofrecer un "vínculo
sólido".
En cuanto a la relación entre fe y razón, el Papa asevera que la
fe despierta el sentido crítico al no permitir que la investigación se
conforme con sus fórmulas; y sobre la conexión entre fe y teología,
recuerdan que la teología cristiana vive de la fe y, por tanto, no puede
considerar el Magisterio del Papa y de los obispos como algo
"extrínseco" ni como "un límite a su libertad".
Tras detenerse en la importancia de la confesión de fe, la
oración, el decálogo y los sacramentos --entre los que destacan el
bautismo, que convierte a los niños en "hijos adoptivos de Dios" y en el
que el niño "no es capaz de un acto libre para recibir la fe" y por eso
debe ser confesada por sus padres y padrinos-- puntualiza que la fe
debe ser confesada en su integridad y que no se puede negar ninguno de
sus artículos ni siquiera aquellos "que parecen menos importantes" o que
son "más difíciles de aceptar" en cada época.
En cualquier caso, Francisco explica que la fe no sólo se presenta
como un camino sino también como la preparación de un lugar en el que
el hombre pueda vivir en unidad sin que esta se reduzca a cuestiones de
utilidad, intereses y miedo; y concreta que, entre los beneficios que la
fe ha aportado están: su ayuda para descubrir la dignidad única de cada
persona "no tan evidente en el mundo antiguo"; para identificar formas
de gobierno justas; y para hacer respetar más la naturaleza invitando a
"buscar modelos de desarrollo que no se basen solo en la utilidad y el
provecho".
El primer ámbito que la fe ilumina en la sociedad, según enumera,
es la familia y piensan, sobre todo, en el matrimonio "como unión
estable entre un hombre y una mujer" que "nace de su amor, signo y
presencia del amor de Dios, del reconocimiento y la aceptación de la
bondad de la diferenciación sexual que permite a los cónyuges unirse en
una sola carne y ser capaces de engendrar una vida nueva".
En este punto, subraya que la familia debe transmitir la fe a sus
hijos y, sobre todo, animan a estar pendiente de los jóvenes "que
atraviesan una edad tan compleja, rica e importante para la fe" y cuyo
entusiasmo se manifiesta en las Jornadas Mundiales de la Juventud. "La
fe no es un refugio para gente pusilánime, sino que ensancha la vida",
añade.
Ante la expectación que ha generado esta encíclica, las
editoriales ya están preparadas para su publicación. Así, el director
comercial de Ediciones Palabra, José Manuel Bargueño, ha destacado que
es una encíclica "muy esperada" por ser la primera del Pontificado del
Papa Francisco.
El texto estará a la venta este fin de semana en las
librerías y se podrá adquirir también en la web 'www.palabra.es'.
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