ROMA.- Francisco iniciará en marzo el séptimo año de su pontificado.
Imposible saber lo largo que será ni si, como sugirió a su llegada, el
Papa seguirá el camino de su predecesor renunciando al cargo antes que
el propio cargo renuncie a él. Pero la madurez de su mandato, con 82
años y seis en la silla de Pedro, parece alcanzada con creces. Acosado
por los escándalos de abusos, una reforma que no termina de despegar y
las encarnizadas luchas internas, 2019 será un año difícil que
determinará su herencia, a juicio de El País, de Madrid, a tenor de la siguiente crónica.
La situación en el Vaticano es delicada, señala la mayoría de fuentes
consultadas. “Hay muchos frentes abiertos”, matiza un miembro de la
curia que ha despachado con el Papa en los últimos meses. Nadie recuerda
una oposición tan fuerte a un Pontífice desde el sector conservador. En
algunos ambientes de la curia, a menudo distante con este Papa, piensan
ya más allá y juegan a las quinielas.
El gran reformador, como lo definió su biógrafo, Austen Ivereigh, sigue sin sacar adelante cuatro de las grandes transformaciones que anunció a su llegada:
las finanzas, la reforma de la curia, la comunicación y la lucha contra
la pederastia. Ha habido un sinfín de cambios en los dicasterios, pero
tras seis años, es difícil encontrar un relato unitario más allá del
valioso acercamiento a los pobres y a los migrantes, que le ha
convertido en un importante actor político frente a las embestidas del
populismo de Donald Trump o Matteo Salvini.
La rigidez de las estructuras no va con el Papa, hombre espontáneo, y
el equipo cambia. Francisco ha asistido a importantes dimisiones (sus
dos portavoces se fueron hace 15 días) y elecciones equivocadas (el
ministro de Finanzas, George Pell, condenado por abusos).
Un Papa no necesita mirar sondeos. Pero la caída de popularidad en el
último año en Italia, pese a seguir siendo alta, ha sido una novedad.
Del gran 88% de 2013 al 71% en 2018, según la empresa Demos.
Un
desmoronamiento especialmente grave entre los jóvenes y todavía más
acentuado en Estados Unidos, donde los casos de pederastia han tenido
gran impacto en la opinión pública y solo el 51% lo valora
favorablemente (un 19% menos que en enero de 2017), según el Pew
Research Center. La sensación es que Francisco, un hombre que nunca
perteneció al aparato, sigue siendo más popular entre los no católicos.
El Papa quiso ampliar el espectro de la Iglesia. Y en algunos
aspectos, como la histórica apertura a China de 2018 —que deberá
consolidar ahora— o la internacionalización del colegio cardenalicio (ha
nombrado a 60 purpurados de los 124 que elegirían hoy al nuevo Papa),
ha expandido el radio de acción.
En otros, como la inmigración (ahora
siempre añade que solo pueden llegar aquellos a los que se pueda acoger)
o la homosexualidad, a la que ha puesto coto en los seminarios, ha
matizado a la baja su discurso rupturista. “El problema no es el sector
conservador al que enervó. Cunde cierta desilusión”, señala un alto
cargo vaticano favorable al Papa. Vienen curvas, terminó la euforia.
1. Los pecados económicos. El blanqueo de capitales y
las estafas fueron habituales durante años en algunos organismos de la
Santa Sede. El Papa se propuso reformar las finanzas de Dios atacando
directamente los problemas históricos del Banco Vaticano (IOR) —este año
ha habido la primera condena vaticana— y los principales órganos de
gestión de patrimonio como el APSA.
Para ello creó un superministerio de finanzas dirigido por el controvertido cardenal George Pell
y contrató a un experto auditor (Libero Milone) que debía poner orden
en los distintos departamentos. Hoy no permanece ninguno: el primero
vive en Australia y ha sido condenado por abusos y el segundo fue
despedido bajo acusaciones de espionaje. Sus departamentos siguen
descabezados.
El caso de Pell salpica en varias direcciones. El cardenal, con un largo historial de acusaciones de víctimas de abusos en Australia, acaba de ser condenado en su país
y se encuentra a la espera de un segundo proceso por el mismo problema.
El Papa decidió ponerle al frente del departamento económico y elevarlo
al número tres de la Santa Sede pese a las sombras que pesaban
sobre él (Benedicto XVI no le quiso al frente de la Congregación para
los Obispos años antes).
También le dejó como consejero en el grupo de
cardenales que le asesoran para la reforma de la curia (C9) hasta el día
antes de que trascendiese su condena en diciembre. En 2019 podría
llegar un remplazo que devuelva un mando visible a un área capital.
2. Los abusos sexuales. El caso Pell, el primer
miembro de la cúpula vaticana condenado por abusos, cuestionó la
política de tolerancia cero del Papa (sigue sin ser cesado como
prefecto). Pero luego vinieron los casos de Chile, Alemania, EE UU y
Francia, donde el cardenal Phillipe Barbarin está siendo procesado en un juicio al que el Vaticano,
pese a sus peticiones de colaboración con la justicia a las diócesis,
ha negado la presencia del prefecto para la Doctrina de la Fe, Luis
Ladaria (fue solicitada por el tribunal).
La peor sacudida llegó con la acusación de un arzobispo y exnuncio en Washington (Carlo Maria Viganò) al Papa —un hecho insólito— de haber encubierto los abusos del cardenal estadounidense Theodore McCarrick
(cerca hoy de ser reducido al estado laical). El terremoto puso al
descubierto la guerra de poder en el Vaticano, pero también una manera
laxa de tratar los abusos que se remonta a Juan Pablo II.
El último escándalo afecta de nuevo directamente a Francisco. El
obispo argentino Gustavo Óscar Zanchetta, nombrado en 2013 por el Papa,
fue trasladado a un puesto en Roma como asesor de la poderosa APSA en
2017.
Supuestamente, se debió a problemas personales, sin embargo en
Argentina se ha publicado ahora que había varias denuncias de abusos
sexuales y de autoritarismo. La Santa Sede niega que lo conociese y que
ese fuera el motivo por el cual el Papa lo trajo. Pero lo está
investigando.
El gran hito de 2019 será el encuentro en febrero (del 21 al 24) de todos los presidentes de conferencias episcopales del mundo
para buscar soluciones globales al problema. Pero las enormes
expectativas generadas obligan a tomar medidas concretas para que no
parezca un mero lavado de imagen, como apuntan a este periódico figuras
curiales vinculadas a esta lucha.
La irlandesa Marie Collins,
víctima de abusos y ex miembro de la Comisión Pontificia que creó el
Papa a su llegada (se fue acusando a la curia de obstaculizar las
reformas) es escéptica.
“Habrá mucha palabra, discusión y declaraciones
de intenciones. Me gustaría que hubiera un compromiso para una política
de vigilancia universal, la misma protección para todos los países,
porque hay algunos donde no se ve como un problema. También una
declaración clara sobre la rendición de cuentas, sobre quién hace las
investigaciones y castiga. Si los obispos no siguen los procedimientos,
quiero saber qué pasará con ellos”.
3. Crisis en la comunicación. La reforma de la
Comunicación, una de las grandes apuestas de Francisco, ha sido caótica y
accidentada. Si ya es difícil gestionar la relación con los medios de
un Papa hipercomunicador, la creación de un gran ministerio que
englobaba a los medios vaticanos y la sala de prensa generó un conflicto
insalvable: los encargados de responder a los medios no tenían acceso
directo a las fuentes de información.
El 31 de diciembre, tras poco más
de dos años en el cargo (el paso más breve que se recuerda), los dos
portavoces del Papa, Greg Burke y Paloma García Ovejero, dimitieron de su cargo abriendo un nuevo capítulo de esta crisis. Hoy, un puesto tan relevante está cubierto de forma interina.
Pero la reforma afecta a más áreas. Pocos días antes de esta crisis,
llegó también el abrupto cese de Giovanni Maria Vian, director de L’Osservatore Romano,
periódico de la Santa Sede, que dirigió con rigor y modernizó durante
11 años abriéndolo a las mujeres.
Otro movimiento enmarcado en un
proceso de cambio que, entre otras cosas, ha reitalianizado un área
clave para la Santa Sede y ha puesto al frente de todo el aparato al
periodista laico Paolo Ruffini, a quien el Papa ha dado todo el poder
(su predecesor tuvo que dimitir acusado de fabricar noticias falsas) en
detrimento de la Secretaría de Estado, tradicionalmente vinculada a la
oficina de prensa por ser el departamento con mayor información de la
Santa Sede.
4. La reforma de la curia. Este año debería
conocerse la nueva Constitución Apostólica. Es decir, el mapa de la
supuesta transformación administrativa de la curia cuyo diseño se
encargó al famoso C9, el consejo de cardenales de todo el mundo que ha
pasado a ser C6, porque dos de sus miembros están gravemente salpicados
por casos de abusos (un tercero se ha jubilado sin haber sido remplazado
tampoco).
Hasta ahora, los cambios no han aportado grandes
transformaciones y toda la Santa Sede está a la espera del documento
final que aclare las cosas.
El profesor de la Universidad Gregoriana Don Roberto Regoli, experto
en esta materia, apunta una teoría. “Seguramente hemos visto estos cinco
años muchas pruebas. Antes de dar el modelo de referencia se han hecho
pruebas sectoriales. Se han creado dicasterios y algunos se han
suprimido otros. Los nuevos se han redimensionado en el tiempo y otros
se han confirmado”.
El tiempo para las pruebas, sin embargo, será cada
vez más limitado.
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