PANAMÁ.- El Papa Francisco pidió a los jóvenes que sean conscientes de su papel como cristianos y a tomarse su vida en serio. "Ustedes, queridos jóvenes, no son el futuro sino el ahora de Dios. Él los convoca y los llama. No mañana, sino ahora", ha recalcado el Papa.
El
Sumo Pontífice recalcó que el Señor y su misión no son un 'mientras
tanto' en la vida, algo pasajero. "¡Son nuestra vida, hoy y caminando!",
ha exclamado. El Papa presidió ante cientos de miles de fieles la Misa
de clausura ("de envío") de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que
se ha celebrado en Panamá.
Ante
los cientos de miles de jóvenes presentes (solo los que pasaron la
noche acampados en el campo Juan Pablo segundo de Panamá fueron medio
millón, según fuentes de la organización), Francisco insistió en que el
ahora de Dios con Jesús "se hace presente, se hace rostro, carne, amor
de misericordia que no espera situaciones ideales o perfectas para su
manifestación".
"Nosotros
--ha continuado-- no siempre creemos que Dios pueda ser tan concreto y
cotidiano, tan cercano y real, y menos aún que se haga tan presente y
actúe a través de alguien conocido como puede ser un vecino, un amigo,
un familiar. No siempre creemos que el Señor nos pueda invitar a
trabajar y embarrarnos las manos junto a él en su Reino", dijo
Francisco.
Antes
de regresar a Roma, el papa visitará un centro de acogida administrado
por la iglesia donde viven 18 personas portadoras de VIH. Según la
organización de ONUSIDA, 36,7 millones de personas vivían en 2016 con el
virus en el mundo, incluyendo 21.000 en Panamá.
Francisco se encontró luego con los voluntarios de la JMJ y dejó el territorio panameño hacia las 18, hora local.
A
lo largo de esta visita de cinco días, el pontífice de 82 años dio
cuenta de los males que aquejan al continente con más católicos: desde
la corrupción política hasta la "plaga" de los femicidios, pasando por
el drama de la migración forzada.
Francisco condenó la estigmatización de los migrantes
como responsables del "mal social" y ofreció la ayuda de la Iglesia
para que se superen "los miedos y recelos". En ese sentido, también
cuestionó la "cultura del bullying, del acoso y de la intimidación".
Los
venezolanos protagonizan el mayor movimiento migratorio registrado en
América Latina y han sido víctimas de brotes de xenofobia en Brasil,
Colombia y Ecuador.
Desde
2015, 2,3 millones de venezolanos (7,6% de la población de 30 millones)
han emigrado a causa del colapso económico y la crisis política en su
país, según estadísticas de la ONU.
Francisco evitó una vez más tomar posición frente a la crisis en Venezuela,
donde el gobierno de Nicolás Maduro enfrenta una fuerte presión de
Estados Unidos para dejar el poder, mientras crece el número de países
dispuestos a desconocer su mandato y reconocer en su lugar al jefe
parlamentario Juan Guaidó como gobernante interino.
También
Centroamérica enfrenta un importante éxodo. Caravanas con miles
hondureños, salvadoreños, guatemaltecos y nicaragüenses intentan cruzar
hacia Estados Unidos, pese a la política antimigrante del presidente
Donald Trump, que incluye una propuesta de construcción de un muro en la
frontera con México.
En
sus travesías han enfrentado "expresiones de xenofobia y
discriminación", según ha denunciado la ONU. Pese a que su viaje también
estaba destinado a ser un paréntesis en los escándalos sexuales de la
Iglesia, Francisco no pudo eludir el espinoso expediente.
En un mensaje a religiosos congregados en Panamá, el sábado admitió que la Iglesia "está herida por su pecado",
a pocas semanas de la crucial reunión de obispos convocada por
Francisco para tratar los escándalos de pederastia y su encubrimiento.
El encuentro tendrá lugar en el Vaticano del 21 y al 24 de febrero.
Se
espera que de esa reunión salgan "medidas concretas" para combatir
"esta terrible plaga", manifestó en la víspera el director de prensa de
la Santa Sede, Alessandro Gisotti.
Aunque
en este viaje no condenó explícitamente los abusos sexuales que han
erosionado la credibilidad en la iglesia, Francisco describió lo hecho
por sacerdotes como un "horrible crimen" en un almuerzo posterior con
jóvenes de cinco continentes en un seminario.
Desde
las primeras revelaciones en 2000, el escándalo ha venido creciendo y
solo el año pasado estremeció a la Iglesia en Chile, Estados Unidos y
Alemania.
"Cada país tiene su protocolo y sus reglamentos según el Estado.
Nosotros hemos aplicado la política de la tolerancia cero", comentó el
obispo panameño de Colón, Miguel Ochogavía.
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