ROMA.- El Papa Francisco, desde que ostenta su cargo, se ha
desmarcado de muchas maneras de sus predecesores. Con diferentes actos y
gestos apreciables por el gran público se ha erigido como el Papa más
moderno y campechano de los que recientemente se recuerdan. Su contacto con la gente es cercano y ha hecho gala de su austeridad en numerosas ocasiones, como se ha señalado en los medios (por mucho que “hacer gala de la austeridad” se parezca demasiado a un oxímoron).
Entre
uno de los muchos actos de cercanía al gran público –y que, por otro
lado, traen de cabeza a los encargados del protocolo y la seguridad–
destaca el afán de Su Santidad por hacer llamadas telefónicas. Sabemos
que el Papa se ha adaptado sin problemas a las nuevas tecnologías y que tiene cuenta oficial en Twitter.
No contento con ello, ha realizado una serie de llamadas telefónicas a
diferentes personas cuando lo ha considerado conveniente.
Valga como ejemplo Anna Romano, una italiana de 35
años que se quedó embarazada de improviso. Su novio, que estaba casado,
le instó a abortar. La mujer abandonó al padre de su hijo y decidió
seguir con su embarazo y convertirse en madre soltera. Anna, además,
está divorciada. Angustiada por la situación y preocupada por merecer la expulsión de la Iglesia, Romano escribió una carta al Papa.
Como desconocía la dirección, simplemente puso en el sobre: “Su
Santidad el Papa Francisco, Ciudad del Vaticano, Roma”. La carta llegó a
su destino y Anna recibió una llamada consoladora del propio Papa que,
según contaba La Stampa, se ofreció a bautizar al niño personalmente.
Ésta
es sólo una de las varias anécdotas de llamadas telefónicas que el Papa
ha realizado y que, sin poner en cuestión la bondad de sus intenciones,
pueden no ser del todo efectivas. Alberto Melloni, un
historiador del Vaticano y director de la Fundación Juan XIII para los
Estudios Religiosos, en Bolonia, considera que la actitud del Papa puede
ser muy perjudicial. “Hay una innumerable cantidad de personas que han
padecido la violencia o la injusticia y que habrán escrito al Papa
demandando unas palabras de consuelo, y está claro que él no puede
responderles a todos”. Según Melloni, la gente podría pensar “¿Ves? Me siento fatal y el Papa ni siquiera me llama”.
Pero
más allá de que estas actitudes sean un gesto puntual pero nada
efectivo –o, incluso, contraproducente–, lo que es obvio es que están
contribuyendo a labrar la imagen de cercanía y bondad que emana el Papa
actual.
El mismo día que el Oxford English Dictionary aceptaba la palabra ‘selfie’,
el Papa concretaba la definición en persona. ‘Selfie’ se refiere al
célebre retrato popularizado por las redes sociales. La definición exige
que esta imagen esté tomada con una cámara fotográfica o un dispositivo
móvil y que sea posteriormente difundida por la red. Además, suelen ser
fotos que se hace uno a sí mismo (de ahí el nombre).
Pues bien, el Papa Francisco rompía una vez más el protocolo y accedía a hacerse una foto de este tipo con un grupo de adolescentes
que estaban visitando el Vaticano. La fotografía apareció en el
Facebook de uno de los jóvenes, de ahí pasó a Twitter y de ahí a dar la
vuelta al mundo 2.0.
El gesto, simpático y generoso, tiene las
mismas pegas que las llamadas: como resulta lógico, es imposible que el
Papa se haga una foto con todo aquel que lo requiera, y es entonces injusto acceder sólo en algunos casos.
Además, en estos casos en que se halla en público no es recomendable
que se salte el protocolo por lo que atañe a su propia seguridad.
Cuando el papamóvil es un Renault
El
término está aceptado por la RAE, que define el papamóvil como el
“vehículo acristalado y blindado que emplea el Papa en sus
desplazamientos entre la multitud”.
Sin embargo, el coche de uso cotidiano del Papa será ahora un Renault 4 de 1984, donado por el reverendo Renzo Zozza, un cura de 69 años originario del norte de Italia. El vehículo, manual y de cuatro puertas, parece haber sido del gusto del Papa, que pretende darle un uso habitual, según ha dicho Ciro Benedettini, portavoz del Vaticano.
Es
evidente que las actitudes del nuevo Papa se dirigen a un claro
acercamiento a los fieles, una mayor accesibilidad y una austeridad más
acorde con la que defiende la Iglesia católica. Habrá que esperar, tal
vez, a que protocolo, eficacia y seguridad se adapten a los modos de
hacer del Papa Francisco.
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