viernes, 30 de abril de 2021

Enséñanos, san José, a hacer cosas grandes siendo el segundo o… el tercero


CIUDAD DEL VATICANO.-  El primero de mayo la Iglesia celebra el día de san José Obrero, patrono de los trabajadores. Esta fiesta expresa la cercanía de la Iglesia al mundo de los trabajadores, a sus preocupaciones, sufrimientos y luchas por una vida y un trabajo dignos.

Mucho sea escrito sobre San José, pero quizá conviene recordar algunas particularidades de este “hombre justo” (Mt 1,19), quien vive la misión a la que es llamado por Dios entre el ser personaje secundario y a la vez importante para la vida de Jesús y de María. El Papa Francisco nos ayuda a descubrir cómo José vivió esta tensión.

La Carta Apostólica de Francisco Patris Corde

Con motivo del 150 aniversario de la declaración de San José como patrono de la Iglesia Universal el Papa Francisco publicó la Carta Apostólica Patris Corde. Recogemos algunos fragmentos que nos ayudarán a conocer al santo justo.

San José en “segunda línea”

El papa reconoce y agradece algunos rasgos distintivos de san José:

Todos pueden encontrar en san José —el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta— un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad. San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en “segunda línea” tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación. A todos ellos va dirigida una palabra de reconocimiento y de gratitud.

La ternura de Dios

Francisco subraya esta dimensión en la vida de José: “Jesús vio la ternura de Dios en José: «Como un padre siente ternura por sus hijos, así el Señor siente ternura por quienes lo temen» (Sal 103,13).

En la sinagoga, durante la oración de los Salmos, José ciertamente habrá oído el eco de que el Dios de Israel es un Dios de ternura, que es bueno para todos y «su ternura alcanza a todas las criaturas» (Sal 145,9)”.

Padre obediente a Dios

En la vida oculta de Nazaret, bajo la guía de José, Jesús aprendió a hacer la voluntad del Padre. Dicha voluntad se transformó en su alimento diario (cf. Jn 4,34). Incluso en el momento más difícil de su vida, que fue en Getsemaní, prefirió hacer la voluntad del Padre y no la suya propia y se hizo «obediente hasta la muerte […] de cruz» (Flp 2,8). Por ello, el autor de la Carta a los Hebreos concluye que Jesús «aprendió sufriendo a obedecer» (5,8).

“José, hijo de David, no temas”

Como Dios dijo a nuestro santo: «José, hijo de David, no temas» (Mt 1,20), parece repetirnos también a nosotros: “¡No tengan miedo!”. Tenemos que dejar de lado nuestra ira y decepción, y hacer espacio —sin ninguna resignación mundana y con una fortaleza llena de esperanza— a lo que no hemos elegido, pero está allí. Acoger la vida de esta manera nos introduce en un significado oculto. La vida de cada uno de nosotros puede comenzar de nuevo milagrosamente, si encontramos la valentía para vivirla según lo que nos dice el Evangelio.

El Papa Francisco finaliza la Carta Apostólica invitándonos a orar a san José:

Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.
A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depositó su confianza,
contigo Cristo se forjó como hombre.

Oh, bienaventurado José,
muéstrate, padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía,
y defiéndenos de todo mal. Amén.

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