MADRID.- Son apenas 250, una minúscula parte de los más de 400.000 sacerdotes
católicos del mundo, y 11 de ellos son españoles. Pero la dureza de sus
críticas al Papa y a sus reformas revelan la existencia, ya
indisimulada, de un cisma en toda regla provocado por clérigos y obispos
ultraconservadores, que ven como "un caos doctrinal" la situación que
se está viviendo en la Iglesia con las aperturas promovidas por Francisco, recoge www.eldiario.es
Uno de los sacerdotes más activos es el misionero
español Christopher Hartley Sartorius, que trabaja con los más pobres en
Etiopía pero, a la vez, empuña con mano de hierro la espada de la
oposición más radical entre los eclesiásticos españoles.
Hartley está
promoviendo, a través de la red, la 'Apelación Pastoral' a los obispos
de todo el mundo para que hagan frente a la deriva teológica que, en su
opinión, se está viviendo en el actual pontificado, y que se plasma en
la apertura a los gays, a los divorciados vueltos a casar o el debate sobre el papel de los laicos, el sacerdocio femenino o los curas casados.
"Que la Santísima Virgen y San Miguel Arcángel protejan a la Iglesia
Católica de las asechanzas del demonio, lobos con piel de oveja",
concluye el correo en el que el sacerdote español anima a todos los
curas de su entorno a suscribir la iniciativa, que "existe para alentar a
los sacerdotes a dar testimonio del Evangelio e invitar a los obispos a
ejercer su autoridad apostólica".
En la "Apelación Pastoral a los Obispos para una Reafirmación Apostólica del Evangelio",
los firmantes denuncian "un enfoque equivocado de la vida moral
cristiana que encontramos con frecuencia y que perjudica gravemente a
quienes se dejan engañar por él".
En la misma,
reclaman a los obispos de todo el mundo -y como tal, al Obispo de Roma-
que no permitan la comunión a los divorciados vueltos a casar, gays y
demás personas que "cometen actos objetivamente malos" pero "se sienten
subjetivamente libres de culpabilidad".
La carta se
publica a los 50 años de la polémica encíclica Humanae Vitae, que
prohibió el uso de preservativos, el aborto, las uniones civiles o las
relaciones homosexuales, y cuya vigencia reivindican estos sacerdotes
frente a la nueva pastoral defendida por Francisco que, para los
firmantes, resulta "contraria al Evangelio".
Eentre
otras cosas, los firmantes resaltan cómo "la actividad sexual fuera del
matrimonio es en toda circunstancia gravemente malo", un "grave mal" que
"es un pecado mortal". Para estos sacerdotes, la conciencia "puede
juzgar erróneamente debido a la deformación que proviene de pecados
anteriores".
"Nos damos cuenta, como sacerdotes, de
que muchos clérigos y laicos han sido tan afectados por las mentalidades
seculares y la falsa teología moral de décadas pasadas que ahora ven el
testimonio apostólico de la Iglesia como idealista, anticuado o incluso
cruel", resaltan estos curas, que admiten que la actual situación de la
Iglesia de Francisco resulta "desalentadora para los sacerdotes y
podría llevarnos a evitar ofrecer una presentación clara y auténtica del
Evangelio".
La carta de los curas ultras coincide en el tiempo con declaraciones
como las del cardenal Sarah, el más poderoso de los opositores al Papa
Francisco, pues preside la Congregación para el Culto Divino. Sarah ha
advertido que ordenar sacerdotes a personas casadas "podría tener
consecuencias serias" para la Iglesia, pues supondría "romper
definitivamente con la Tradición Apostólica".
No hay
"razones o necesidades pastorales" para ello, ha dicho el purpurado
guineano, ya que la innovación tendría el efecto desastroso de acabar
con el sacerdocio tal y como fue instituido por Jesucristo.
Por su parte, el cardenal Brandmüller, uno de los cuatro firmantes de
los famosos 'Dubia' contra los divorciados vueltos a casar, fue más
allá, y recalcó que "quien defiende la ordenación de mujeres es un
hereje y está excomulgado".
Temas como "el sacerdocio
femenino, el celibato, la intercomunión, el matrimonio después del
divorcio", o el reciente "'sí' de la Iglesia a la homosexualidad".
Para
el cardenal, que se sigan hablando de estas cuestiones no producirá una
"primavera católica", como pretenden algunos, sino un largo invierno.
Al
igual que ha sucedido en la Iglesia evangélica alemana, las
innovaciones podrían tener "el efecto de vaciar las iglesias".
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